Dynamond

Dar-Kaines on fire.

Todo el lugar estaba en llamas, la gente corriendo por todos lados como pequeñas hormigas, algunos también estaban en llamas e intentaba tirarse al suelo para apagar de esa forma su sufrimiento, otros se encontraban malheridos en el suelo, siendo aplastados por el resto mientras morían de la forma más agónica o forzandose para sobrevivir aunque tuviesen que arrastrarse, y la gran mayoría se encontraban muertos sobre los escombros.

Entre la multitud despavorida, un hombre vestido con fuego permanecía parado como un poste en medio de la calle y mirando al cielo, como esperando algo, o a alguien. Perdió la calma y lanzó otra ráfaga de fuego que calcinó toda una fila de seres inocentes.

— ¡ARG!— se escuchó un gruñido humano.

Eso llamó la atención del hombre. Quien volvió su mirada al suelo. Ahí, no muy lejos de sus pies había una chica de no aparentaba más de catorce, con cabellos púrpura, tez morena y una estatura de no más de un metro cincuenta. La mayoría de sus ropas estaban ensangrentadas y en muy mal estado. Ella era conocida como: HanaKuma.

— ¡Ja! — Dar-Kaines soltó una risa seca y con una sonrisa siniestra continuo — ¿Aun te puedes levantar? ¿Cómo es eso posible? Juraría que te rompí casi todos los huesos. —

HanaKuma río en voz alta. Burlándose de él. — ¡Ja! Tu poder de lucha es patético. — soltó ella por la boca mientras luchaba por ponerse de pie, apoyándose en su espada. —Necesitas más que eso para derrotarme, pequeño saltamontes. — dijo imitando la voz del Sr. Miyagi cuando por fin logró erguirse, pero el momento místico duró poco tiempo, pues no pudo contenerse de vomitar una gran cantidad de sangre.

De repente, el semblante de Dar-Kaines se ablando, en él no había otro sentimiento que no fuera lastima — Estas en tu límite... —

HanaKuma no lo escucho. Un rasgo muy propio de ella. Siempre tan descarada, siempre tan irresponsable, siempre tan vulgar, siempre tan ruda... Siempre tan ella.

— ¡ CALLATE! ESO LO DECIDO YO, NO TU. ¿Quién eres tú para decirme que hacer? ¡NO ERES NADIE, NO ERES NADA! ¡ERES MIERDA Y EN MIERDA TE CONVERTIRÁS CUANDO TE ACABE!.... — Otro gruñido se escuchó y la chica desapareció en menos de un segundo.

Dar-Kaines la busco con la mirada. Miró a su alrededor pero no había señales de la chica. Elevó un poco el rostro a la par con una mano y en un microsegundo la imagen se aclaraba para los espectadores.

Los ojos de HanaKuma se abrieron como platos al ver con que facilidad Dar-Kaines detuvo su ataque sorpresa con la espada con solo dos dedos.

— Muy lenta... Demasiado predecible— murmuró él.

Ella no se había dado cuenta pero ese tiempo de emociones "sorpresa" en el aire fue suficiente para que Dar-Kaines moviera su mano libre y con un solo golpe envuelto en llamas directo en la boca del estomago la dejó definitivamente inconsciente... por ahora. 

Después de todo, no se atrevía a darle un golpe de gracia a su hermana menor.

Después de ver a HanaKuma tirada e inconsciente volvió a mirar al cielo... Estaba completa y locamente desesperado, deseoso de que la verdadera batalla comenzará.

- ¿QUÉ ESPERAS? - Grito el hombre pero nadie contesto, todo a su alrededor eran gritos y sollozos.

Padres buscando a sus hijos, hijos buscando a sus padres y personas horrorizadas al ver a su "esperanza" inconsciente y semi muerta en el suelo.

De pronto, una mujer descendió del cielo como un tornado, estrellándose elegantemente sobre el suelo y tirando atrás las solapas de la gabardina para sacar un par de catanas ocultas en su espalda. Una en cada mano.

- Dynamond - escupió el hombre en llamas entre dientes.

Como siempre, su cabello estaba completamente recogido en una cebolla plateada y brillante debido al tinte y gel. Vestía toda de negro, sus labios, siempre pintados de carmín y el antifaz de tela que daba el cuidado primordial a su identidad.

Cuando escucho su seudónimo saliendo de la boca de Dar-Kaines, Dynamond lanzó un suspiro al cielo y lo miró con fastidio.

- Este será un largo día - murmuró para si misma. Después miró el cuerpo inertes de HanaKuma. — ... —.

Pasaron varios minutos en los que ninguno hizo nada, ambos dejaron que los que podías se fueran corriendo y los que no, con todo el pesar de Dynamond, morirían ahí si aún no lo habían hecho.




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