Comienza un nuevo día y admito que dormí como nunca había dormido desde que entré a la policía, incluso mucho antes de ingresar. Creo que mis problemas nocturnos comenzaron desde la muerte de mi madre con el consiguiente abandono paternal y convivencia con mi abuela; eso destrozó mis nervios y trastornó mi cerebro lo suficiente para tener no solo pesadillas, si no terrores nocturnos, experiencias más allá de un simple mal sueño; hablo de parálisis nocturna, ver monstruos en las esquinas que con el tiempo y con forme crecía en el ámbito profesional se transformaban en personas, capos, narcotraficantes, asesinos, ladrones, todos ellos buscando rebanarme la garganta durante mi parálisis. Con el tiempo y fármacos pude controlar esos episodios, pero de un tiempo a la fecha decidí dejar de tomarlos, al principio no vi diferencia, pero con el paso de los días el insomnio regresó hasta ayer que el monstruo de debajo de la cama decidió salir y arroparme como cuando era niña. Me siento en la cama y veo que estoy cubierta por las sabanas, unas flores silvestres descansan de nuevo a mi lado, esperando en silencio a que me despertara y las viera. No puedo evitar sonreír al tomarlas y olerlas, tienen esa fragancia fresca, a humedad y tierra, tienen un aroma dulce, suave, a miel y polen. No sé si me estoy volviendo loca, si esa criatura es real o es un producto de mi imaginación, pero no le temo, al contrario, creo que congeniamos muy bien.
Mi mañana empieza temprano, aprovecho para lavar trastes, limpiar la cocina mientras dejo que la música marque el ritmo de la escoba al barrer. Aunque soy una persona enfocada en el rock y sus diferentes subgéneros no niego que también escucho otro tipo de música como en este caso, escuchar a Sean Paul me ayuda mucho a hacer los que haceres domésticos con ritmo. Al ser solo yo la que vivo aquí no hay mucho que ordenar así que terminó rápido. Me tiro en el sillón y me quedo pensando que tan buena idea es prender la televisión, siento que veré algo que no me agradará, aún así la duda por saber si la noticia del teniente Dan sigue teniendo el mismo peso que ayer, enciendo la pantalla y de inmediato la periodista del canal de noticias aparece ante mis ojos lista para sacarme de mi duda. «Después del lamentable deceso del teniente Dan Brown la familia a negado más información, hoy en la mañana su cuerpo fue entregado respectivamente para darle santo sepulcro, aunque el acto en si se hará a puerta cerrada y solo participarán los familiares cercanos al teniente, todo por el temor de que el famoso capo tome represalias durante el proceso del funeral. Y hablando de este afamado individuo nos han hecho llegar un vídeo exclusivo de él, vamos a verlo por primera vez en cadena nacional»
Cuando la reportera dice eso siento que me da un retortijón en el estómago, veo en la pantalla el rostro tan conocido para mí de ese maldito. Sonríe orgulloso y suficiente. Está sentado ante un escritorio y en este una portátil, descansa su mano sobre ella y le da palmadas con suficiencia. De repente vuelvo a escuchar su voz, esa voz que jadeaba en mi oído al momento de ultrajarme, jamás podré borrarla de mi mente: «El teniente Dan Brown recibió su merecido al comandar esa redada, sufrió apenas y un poco del dolor que me ha embargado por perder a la mujer que amo, pero mi encomienda no ha terminado —Da un golpe en la computadora que suena con fuerza— Aquí tengo los expedientes de cada agente que participó ese día en la redada, cada uno está aquí, y adivinen ¿Qué? Si están viendo esto, están advertidos. Voy por ustedes»
Su amenaza queda flotando en el aire de manera corrosiva, veo el aparato debajo de su mano y me pregunto si mi expediente estará entre ellos. Apago la tele satisfecha de mi dosis de masoquismo. Me levanto del sillón mientras pienso como es que esto terminará. Claramente si se entera me destrozará, ya puedo imaginármelo al pie de mi puerta afilando su cuchillo. Me voy directo al baño, dejo que el agua caliente se deshaga de mis temores y los arrastre hasta la coladera junto con mi estrés. Tomo un poco del jabón en gel olor a lavanda, lo adquirí en un arranque desesperado por relajarme aunque sea un poco. Dejo que el agua limpie mi piel, me concentro en la sensación y cuando me siento lista, salgo del baño, envuelta en una toalla busco la ropa que me pondré, saco mi ropa interior y me la pongo después de poner una generosa capa de crema sobre mi piel. Paseo por mi cuarto en lencería mientras sobre pongo prendas ante mi cuerpo frente al espejo, intentando pensar cuál me quedará mejor hoy. Pienso seriamente en la cena de Aiden, no sé si ir o quedarme en la casa sumida en mi miseria. Siendo sincera me llama más la atención la segunda, terminar en frente a la pequeña chimenea que está en la sala con un vaso con whisky. Termino colocándome unos leggins negros y un suéter de cuello de tortuga y manga larga color azul rey. Busco debajo de mi cama mis botas negras que llegan hasta la rodilla y me siento ante el tocador para secar mi cabello con la pistola de aire caliente. Delineó mis ojos y pinto mis pestañas, mientras pienso en si pintar los labios o no, me veo al espejo y puedo ver a mi propia madre viéndome. Mi abuela decía que era su viva imagen, que era toda ella, pero que mi corazón se parecía más al de mi padre. Quiero creer que saqué lo mejor de ambos mundos. Acomodo mi cabello en una cola de caballo y me levanto dispuesta a salir de mi habitación. Paso por enfrente del clóset y me quedo pensando por un momento, regreso hacia él y abro la puerta; veo la escopeta cargada y lista entre los abrigos, también cuelgan mi beretta 92X en su funda y un par de tomahawks regalo de Akos antes de venir para acá. Los tomo en mis manos y los hago girar para volverlos a agarrar. Salgo de la habitación y me dirijo hacia afuera de la casa, el panorama es blanco, la nieve cae despacio y se queda atrapada en mi cabello. Volteo hacia uno de los árboles de la izquierda y a una distancia de 5 metros aproximadamente empiezo a arrojar las pequeñas hachas, haciendolas girar en el aire hasta clavarse en el árbol, las aviento con fuerza y pensando en la mujer de la otra vez. Me acerco al árbol a desencajar la hoja y vuelvo a tomar distancia arrojándolos de nuevo de manera certera. Escucho como el aire silba cuando los tomahawks se precipitan hacia la madera, un sonido extra y conocido se suma. Volteo de reojo hacia la calle y veo el auto de Aiden estacionarse fuera de mi casa, hago caso omiso y tomo las hachas por el mango de madera y vuelvo a mi posición.
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Editado: 15.07.2020