Eat Me: Cómeme

CAPITULO 19.

Sumerjo mi cuerpo en el agua, solo dejo mis manos agarradas del borde de la bañera y veo hacia el techo, pequeñas burbujas de aire salen de mi nariz y boca, encuentran su final en la tensión superficial del agua rompiéndola. Siento que mis pulmones se empiezan a quedar sin oxígeno y eso no me molesta, al contrario, desde que mi madre murió siempre tuve tendencias suicidas o autodestructivas, siempre he tenido miedo a quien soy, a donde pertenezco, a mi herencia que me perseguirá hasta la muerte y de la cual no he parado de huir y esconderme. Cuando estoy dispuesta a empezar a respirar el agua y acabar con todo cierro los ojos y agarro valor, de repente algo roza mi mano suavemente, se siente como una mano, pero más pequeña. Abro los ojos de par en par y veo una pequeña niña asomada, la veo difusa por el agua, sus enormes ojos azules se clavan en mí, está conmocionada, me ve con miedo, como si no comprendiera lo que está viendo, tiene su cabello recogido en dos colas  que se asoman por detrás de sus orejas y un uniforme escolar, sé quién es, soy yo. Me apoyo con mis manos del borde y salgo de la tina, jalo aire mientras siento mi cabello pegado a mi espalda y el agua escurre por mi piel, mi pulmones queman, duelen, volteo buscando a la niña, noto como el agua cae de la tina y corre por el piso hasta chocar contra sus zapatos y salir por la puerta. Me ve con terror, no es capaz de emitir ninguna palabra, simplemente se queda en silencio viéndome fijamente, con los ojos llorosos. Salgo de la tina y extiendo mi mano hacia ella, deseo consolarla, decirle que todo estará bien, pero sé muy bien que no es así. Por un momento veo un movimiento por el rabillo del ojo y decido voltear, me encuentro con mi reflejo en el espejo, mi piel es pálida, de un color gris cenizo y las venas azules surcan mi rostro y mi cuello. Mis ojos están muertos, se ven gelatinosos y opacos y estoy atravesada por muchas jeringuillas, mis brazos, mi pecho, mi abdomen, tengo demasiadas en todos lados, empiezo a quitármelas con desesperación, arrancándolas de mi piel, dejando puntos rojos sangrantes, la desesperación me embarga y siento que no puedo respirar bien, me ahogo. Escucho los pasos apresurados de mi padre subiendo la escalera, corre hasta entrar al baño y levanta a la niña en brazos, la abraza escondiendo su rostro en su pecho mientras el horror también lo embarga, pero no me ve a mí, ve hacia la tina, sus ojos se quedan clavados con una combinación de dolor y tristeza.

Sale con la niña en brazos desapareciendo del baño. Por un momento siento ganas de seguirlos, pero algo me llama desde atrás, de la bañera, volteo lentamente y el agua sigue desbordándose. Camino hasta llegar a la tina, me siento en el borde y veo sumergido a Aiden, con las manos sujetándose del borde, sus ojos están vidriosos, carentes de vida, mi corazón da un vuelco, un dolor muy grande me invade, meto las manos en el agua y acaricio su rostro con dolor, su piel esta fría, la muerte se ha robado su calor, las lágrimas empiezan a caer por mis mejillas, se precipitan hacia la bañera diluyéndose con el agua, puedo ser consciente de lo que mi padre sintió cuando vio a mi madre en esta situación, un dolor intenso que parece arrebatarte el alma. Me estiro para cerrar la llave, pero pareciera estar soldada, no puedo evitar que siga cayendo el agua y empiezo a desesperarme por no poder cerrarla. De repente una mano sale de la tina y me toma por el cuello, los dedos  me atenazan y me presionan con fuerza, me empieza a ahogar, la sujeto con mis manos antes de volver la mirada hacia el fondo de la bañera y no veo a Aiden, veo a esa criatura, su cráneo descarnado, sus ojos rojos llameando dentro de sus cuencas oscuras, su pelaje siendo acariciado por el agua que lo rodea volviéndolo una mancha negra difusa, siento como me quedo sin aliento, pero tampoco tengo fuerzas para luchar, aprieta aún más mi cuello y la vista empieza a nublarse lentamente, el aire me empieza a faltar. De un solo tirón me jala hacia dentro de la tina, caigo al agua como si cayera en un lago o en el mismo mar, el agua es oscura y solo veo sus ojos como dos bolas de fuego, me acerca a él lo suficiente para ver los detalles de su cráneo y sus colmillos bien afilados.

—«Tu vienes conmigo»— lo escucho claramente en mi cerebro mientras siento como el agua entra en mis pulmones, puede sonar como una amenaza, pero muy dentro de mí me siento más tranquila. Mi pecho arde como el mismo infierno, me aferro a su pelambre dejándome llevar por la oscuridad. Suelta mi cuello y me aprisiona entre sus brazos y siento como nos hundimos lentamente en esa oscuridad profunda, como cuando era una niña pequeña y me escondía debajo de la cama, envuelta en la oscuridad, pierdo el miedo y me dejo llevar por él y por la nada que nos rodea, dejándome morir en sus brazos.

Abro los ojos de par en par mientras manoteo y pataleo como si las fuerzas para querer nadar hacia la superficie se renovaran. Saco la cara del agua y empiezo a toser, me recargo en el borde de la tina con medio cuerpo de fuera mientras trato de sacar el agua de mis pulmones. Veo a mi alrededor y estoy en mi casa, a un lado, en un banco una botella nueva de vodka que empecé a tomar mientras me daba un baño para antes de ir al trabajo. Regreso mi mirada hacia la tina y hago memoria, me quedé dormida dentro de ella, ¿quién hace eso? Me siento y tallo mi cara espantando el mal sueño que tuve. Salgo de la tina dispuesta a continuar con el día.

Salgo de la casa vistiendo unos pantalones de mezclilla azules y una camisa blanca, tomo una gabardina negra de piel que hace mucho no usaba y tomo el revolver que envió mi abuela, lo meto en una pernera de cuero que tenía guardada, siento su peso contra mi muslo, desde ahora debo de portarla a donde vaya, no sé qué me vaya a encontrar en el camino. El día está oscuro, se anuncia una tormenta de nieve por la tarde. Salgo del garaje en mi Challenger lista para llegar al trabajo.




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