Eat Me: Cómeme

CAPITULO 24.

«SIMONE»

Veo entrar a dos hombres trajeados, uno de ellos porta unos lentes negros, ven todo como inspeccionando el lugar; revisan la mesa y lo que hay en ella, toman los cables con cuidado y los ven como si fueran prueba de algún delito, detrás de ellos está Emerich, parece contrariado como si la presencia de estos hombres lo incomodara demasiado, detrás de él está Jason quien, por el contrario, se ve molesto. La mirada de los hombres  no se espera mucho en mí cuando deciden hablar.

—¿Simone Cárter?— Pregunta uno de ellos acercándose, me ve de arriba a bajo y después se queda con la mirada fija en mi rostro.

—Así es, ¿Asuntos internos?— Mi interlocutor asiente con la cabeza mientras posa sus manos en su regazo imitando una posición de descanso algo forzada.

—Agente René Glozz, él es mi compañero Mario Medve. A partir de este momento nos haremos cargo de todo.

—Cuando dice eso ¿A qué se refiere específicamente?— Me acerco un poco más y no puedo evitar sentirme alerta, incómoda, no quiero que ellos sean ahora los que decidan el rumbo del caso.

—Vera agente Cárter, después de la muerte de dos hombres en el bosque considero que este caso se les ha salido de las manos, dispondremos del doctor Aiden Meyer, lo enviaremos a una prisión de alta seguridad y ahí decidiremos su futuro— se asoma por encima de mí hombro para ver a Aiden. —En cuanto a usted, dada la amenaza realizada en la última “actividad” de Burak, será enviada a protección a testigos junto con el agente Akos. Es un peligro tanto para nosotros como para usted que se queden aquí.

—¿Última actividad? ¿Así se le dice ahora a los homicidios? Señor, si me permite decirlo, considero que…

—Agente Cárter, no hay “pero” que valga, retírese— busco en la mirada de Emerich algo de apoyo, incluso en la de Jason aunque ahora sé lo gran hijo de puta que es, pero ninguno es capaz de si quiera sostener mi mirada. —Entren por el hombre.

Cuando pronuncia eso el agente Glozz dos hombres entran, están mejor cubiertos y traen cinturones de diferentes tamaños para sujetar a Aiden. Volteo hacia él y parece satisfecho con lo que está pasando, como si todo lo hubiera planeado y le estuviera saliendo a la perfección. Le retiran las esposas y le ponen unos cinchos en las manos, son de cuero y le da más movilidad, pero a la vez ofrecen más control sobre él. Se levanta lentamente como si estuviera cansado.

—El criminal pasará aquí un lapso de una o dos noches antes de canalizarlo a la prisión de máxima seguridad— no soy capaz de identificar quien es el que dice eso, solo sé que es alguno de los dos agentes de asuntos internos. Mientras yo veo directamente a los ojos a Aiden y solo me topo con arrogancia y victoria.

—Lo planeaste todo— mi voz es apenas audible, pero sé que Aiden me escuchó. —Tu hiciste todo esto, esto es lo que querías, querías que llegáramos a esto, solo me usaste—  la frustración, la impotencia, me siento herida, lastimada, por qué creí en él, por qué me enamoré como una estúpida y me entregué pensando que tendría una relación linda después de tantos fracasos y errores. —¡Eres un maldito imbécil!

Avanzo hacia él, ante la mirada sorprendida de todos, los hombres que entraron al último lo sostienen por los codos para dirigirlo hacia la salida y son los primeros en mostrar sorpresa ante mi acción. El tiempo se detiene, Emerich y Jason están dispuestos a brincar hacia mí para detenerme, pero están suficientemente lejos para no hacerlo, por lo menos no tan rápido como ellos querrían. Tomo a Aiden por el cuello de su overol con una sola mano y con una fuerza que desconozco lo jalo y lo pongo contra la pared, su cuerpo choca mientras aprieto mis dientes y pienso lo que le continuaré diciendo aprovechando mis cinco segundos de valentía, pero tal sentimiento no me dura mucho, sus manos, aunque esposadas se levantan y me toman por la cintura haciéndome girar; termino en su lugar, contra la pared y aprisiona mi cuerpo con el suyo, bajo mi rostro de forma casi inconsciente por temor a que me arranque la nariz o la boca como lo hizo con Clark, en vez de eso siento su aliento en mi oído y su voz entra en mi cabeza causando eco hasta llegar a mi corazón.

—Soy el maldito imbécil que te ama con devoción— de forma casi inmediata mis ojos se llenan de lágrimas.

Levanto mi rostro hacia él y noto como los agentes buscan apartarlo de mí sin éxito, los repele con un movimiento ligero de hombros mientras sus ojos siguen clavados en los míos. Es entonces cuando me doy cuenta que estoy viendo su alma, el dolor brota de sus pupilas, la desesperación. Se inclina hacia mí antes de que los otros dos hombres les ayuden a los agentes a alejar a Aiden, sus manos toman mi rostro manteniéndolo fijo, inmóvil para recibir sus labios. Me quedo congelada y tardo en responder el beso, posiblemente él último que nos demos. Mi cuerpo reacciona a él, a su tacto, mi corazón se acelera y las mariposas dentro de mi estómago revolotean inquietas, como si ignoraran la naturaleza asesina de este hombre, haciendo a un lado el hecho de que es un monstruo en el sentido estricto de la palabra. Por fin logran separarlo y sus labios se retiran abruptamente de los míos dejándome con ganas de más. Jason es el primero en acercarse a mí, con sus manos en mis mejillas escruta mi rostro buscando alguna herida, imaginándose que Aiden terminaría por arrancar un trozo de mi rostro, pero se sorprende de que no sea así, ambos volteamos hacia Aiden quien se dirige hacia la puerta con una sonrisa de patán, sabe lo que hizo y se siente orgulloso.




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