Eat Me: Cómeme

CAPITULO 27.

Me quedo en el asiento de mimbre mientras veo hacia el bosque, donde sé que en algún punto se esconde esa maldita cosa esperando atacar, espero que sepa leer los diarios, que sepa que yo soy quien tiene su collar y venga por mí. El día comienza, el sol baña todo con su luz, pero no es suficiente, las nubes lo cubren todo volviendo el día gris y frío. Un auto color vino se detiene frente a mi propiedad y veo salir a Annika del asiento delantero, por un momento me ve fijamente con un enorme puro en la boca, cierra un poco el ojo derecho ya que el humo lo irrita; cierra la puerta y abre la del asiento de atrás, saca una mochila bastante grande, parece que está pesada. Camina hacia mí viendo de reojo hacia los lados, como si temiera que es una trampa.

—Cárter— escucho como la “C” la pronuncia como si la arrastrará desde el fondo de su paladar así como las “r” se convierten en “gr”. Tiene una forma muy tosca de hablar.

—Annika— respondo a su saludo y me levanto para acercarme, ella me tiende la mochila que carga y cuando la tomo me doy cuenta que en verdad está bastante pesada.

—Traje los “puros” que me pediste— camina hacia la entrada de la casa sin que la haya invitado. Abre la puerta y entra como si la casa fuera suya. —¿Cuál es tu plan?— Se queda a mitad de pasillo inspeccionando la casa de forma desconfiada.

—Necesito quemar algo— voltea hacia mí y una mueca que parece una sonrisa aparece en su rostro. —Algo grande y con la piel de acero.

—¿Piel de acero? ¿Para eso querías el revólver?— Asiento algo desilusionada ya que creí que un revólver tan magnífico como ese me ayudaría, pero fue como enfrentarme a un elefante con una resortera.

—Si, para eso fue, pero no funcionó, no fue suficiente— mi respuesta la hace abrir los ojos de par en par sorprendida. —Lo único que puede matarla es el fuego— bajo la mirada hacía la maleta, tengo miedo de que ni siquiera así funcione. La mano de Annika toma una de las asas y camina con pies de plomo hacia la mesa, deja caer la maleta y siento que la madera se quiere quebrar con el peso. Abre el cierre y empieza a sacar las cosas.

—La clásica molotov— saca unas botellas de las cuales sale un pedazo de tela, deja cinco enfiladas frente a mí. —Un recuerdo de Estambul— frente a las molotov pone unos frascos que parecieran mecheros pequeños, también son cinco y tienen una mecha corta. Tomo uno con cuidado y lo veo a contra luz, pareciera tener un aceite muy viscoso dentro. —Nepalm y otras cosas bastante divertidas— me ve emocionada y es cuando me doy cuenta que está fumando cerca de material altamente flamable y dentro de mí casa.

—¿No quieres dar unos pasos hacia atrás?

—Jajajajajaja ¡tupoy!

—¿Tonta? Yo no soy la que tiene un puro gigante en su boca— me cruzo de brazos. Ella levanta las manos a modo de rendición y apaga el puro en su antebrazo, veo como el humo de eleva hasta dispersarse en el aire. La piel donde lo apagó tiene marcas antiguas y otras no tan viejas, creo que ya es una costumbre para ella usar su brazo de cenicero. Saca de la mochila unos cuantos paquetes de explosivos plásticos.

—¿Tienes un plan?

—No muy claro, pero si— me apoyo en la mesa mientras veo todo lo que me trajo.

—Si lo que estás cazando tiene la piel tan dura como para que un calibre magnum 500 no le haga ni cosquillas, cariño, lo que estás cazando no es humano.

—Lo sé…— por un momento nos quedamos sin palabras, nos vemos fijamente, ella espera que sea más clara que diga algo más y yo espero que deje todo el material y se vaya.

—Sabes que si lo necesitas tu abuela moverá cielo, mar y tierra para ayudarte si se lo pides.

—No lo haré, eso significaría deberle un favor lo suficientemente grande como para que no pueda negarme cuando me pida que regrese con ella— levanto la mano invitándola a dirigirse conmigo hacia la salida. Suspira con pesadez  y entiende que no hablaré más.

—Bien, solo intenta no morir.

Caminamos las dos hacia la salida de mi casa en silencio, lo único que se escucha es el rechinar de la madera con forme caminamos hacia la puerta. De repente ella se para en seco antes de abrir la puerta y voltea hacia mí, como si hubiera recordado algo importante que decirme.

—Tu querido doctor Aiden casi mata al detective Jason, es un secreto a puerta cerrada, creí que te agradaría saberlo— voltea hacia mí mientras se cruza de brazos pendiente de mi reacción.

Su comentario me toma por sorpresa, no puedo simplemente ignorarlo, tampoco puedo aparentar que no causó estragos en mí. Siento como la mandíbula se desencaja y mis ojos hacen un gran esfuerzo por abrirse cada vez más, mi reacción la complace.

—¿Estás bromeando?

—Jajajajaja cariño, claro que no, al parecer el imbécil de Jason quiso darle una lección en la noche a Aiden y terminó siendo el la víctima. Tiene la columna rota y el rostro destrozado, de suerte lo lograron sacar de ahí a tiempo, aunque siento que esa era la idea de Aiden.

—No quería matarlo, solo arruinarle la vida. Dejarlo como un despojo de lo que fue— Annika asiente como si hubiera pensando lo mismo.

—Ten cuidado, un hombre así no es de fiar— con esa última frase abandona mi casa dejándome pensativa.




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