Bajo la presión
Oía gritos al otro lado de la puerta del baño, así que se tumbó en la bañera, aún con la camiseta y el pantalón puestos.
Abrió el grifo con el pie y el agua tibia, comenzó a resbalar sobre el vaquero, mientras él cerraba los ojos y dejaba a un lado la realidad.
Terminó sumergido por completo, pegando la nuca al fondo y entrecerrando los ojos para alcanzar a ver los mechones de su cabello que ondeaban, al igual que las algas del mar.
Allí, bajo el agua, se sentía libre, aunque estuviera metido en una estrecha bañera, era su elemento, la llave para escapar de todo y de todos.
La paz inundó su mente y consiguió teletransportarse a un lugar lejano, en el que no habían ni gritos ni problemas, en el que solamente estaba él, nadando en un inmenso océano, acompañado por el sordo sonido de aquel sitio.
Cuando sus pulmones comenzaron a arder, se incorporó y una gran cantidad de agua rebasó la bañera, haciendo que el joven se sobresaltara y tuviese que cerrar el grifo por instinto.
Su torso mojado temblaba, puede que por la temperatura del agua, cada vez más fría, o bien por la impotencia que sentía en aquel momento.
-¡Solo os pido que sigáis pasándonos la paga! Yo sola no puedo encargarme de Thomas, ¡no es mi hijo! -Le sollozaba su hermana al teléfono en el pasillo.
Le dio un puñetazo a la superficie, haciendo que pequeñas olas se formasen y desembocasen hasta el suelo del baño.
Sujetó su cabeza con las manos intentando taparse las orejas para no oír nada, para volver a aislarse de aquel mundo que, cada día, detestaba más.
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Editado: 21.05.2020