Ebrio Instinto

HERIDAS SIN DOLOR 2

—¿Cómo te ves dentro de cinco años?—preguntó el chico a su lado, sintiendo el cuerpo desnudo de ella pegado a su costado, además del frío contacto de una botella de ginebra que le erizaba la piel.

Ella llevó la botella a sus labios, bebiendo su contenido como si quisiera llenarse con ello, como si fuera su gasolina.

Y rió, rió al no entender las palabras que le había dicho su amigo.

Se incorporó para mirarlo desde arriba, apoyada en su pecho. Él se sintió pequeño debajo de su mirada, se sintió afortunado de que sus ojos se posaran en él.

—Yo... no sé si llegaré a cinco años más—le sonrío apoyando su barbilla en el pecho de él— ¿Tú que harás, señor planes?

Él no quiso contestar, sabía que tampoco le hacía falta, sabía que a ella no le importaba.

Alyssa era una irresponsable, una suicida, una idiota, una persona que pensaba que el mundo era suyo, da igual las personas que lo pisen. Y eso a él le encantaba.

Y por eso la seguía, sabiendo que a ella no le importaba morir cualquier noche, y sabiendo que estaba arriesgándolo a él, pero seguía adelante.

Nunca se atrevió a preguntarle porque era así, que le había hecho el mundo.

Alyssa le besó el pecho, haciendo que se le acelerara el corazon.

—¿Porqué siempre te late el corazón tan rápido cuando estás conmigo?—pregunto la chica inconsciente, que solo sabía dejarse llevar.

Tampoco respondió, no hacía falta, por que ella ya lo sabía perfectamente, y se regocijaba en ello, sin nunca corresponder.

Y si los dichos fueran reales, el amor le habría cegado desde hace meses, sería una ceguera profunda, sin vuelta atrás.

Era una ceguera desesperada.

Porque era el que buscaba y se aferraba a estos momentos en los que los dos caían en una cama y se querían. No se amaban, porque no era completo, porque él lo hacía y ella simplemente actuaba por sus impulsos.

Unos impulsos a los que él rezaba, y repetía en su mente cada vez que podía.

Hubo un momento en el que el hospital los separó, porque minutos antes había caído juntos, de la mano a una oscuridad que no sabía si los iba a traer de vuelta.

Y que a él simplemente no lo hizo. Pero desgraciadamente a ella si.

Y eso era de lo que se arrepentía, cuando abrió los ojos de una puta vez, como el solía decir.

Porque este mundo no era tan feliz como ella quería creer ni con tanta mierda como decía el.

Y fue cuando todo en ella se derrumbó, cayendo como una avalancha, dejándola destrozada. Y cambió, aunque nunca supo si de verdad quería hacerlo.

«Karan Mirthe, hora de la muerte: 4:36. Fecha:27/04/2017»

 




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