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Shinkoku, un país situado al noroeste de Valeria, comparte frontera con su aliado a través de una extensa cordillera. Esta cadena montañosa se alza desde una playa en territorio de Shinkoku y se extiende hasta una ladera cercana a la costa de Valeria, separando ambos reinos con una muralla natural que nace junto al mar.
Cerca de aquella frontera, oculto entre los árboles que se alzan a una distancia considerable de la costa y del paso montañoso, se encuentra un castillo envuelto por un bosque de imponente presencia, aunque sereno en su esencia. En ese lugar, una asociación de personas se dedica a estudiar las múltiples naturalezas del Lysae, sus misterios... y sus aplicaciones.
—Maestro, nuestros informantes enviaron una paloma rapaz con noticias urgentes. El informe habla de un incidente en Valeria: se detectó movimiento de Aderas cerca del clan Valaryon —anunció un joven, aún intentando calmar su respiración agitada por la premura.
—Dame la carta. Duart, Tú estabas a cargo de buscar a Aderas. ¿Dejaste que se te escapara otra vez? —dijo un anciano de voz imponente, aunque extrañamente amable.
—No, Maestro. Esa serpiente escurridiza siempre tiene demasiados ases bajo la manga —respondió el joven, aún oculto entre las sombras.
—En efecto... —murmuró el viejo mientras leía—. Aquí la carta detalla exactamente lo que mencionas. Tras su aparición, parece que ese muchacho ejecutó una invocación reversiva para marcarse. Incluso utilizó un Coloso como distracción contra los chicos de Valaryon. Ingenioso... pero peligrosamente imprudente, ese Aderas. —agregó, rascándose la barba con lentitud.
—Maestro, los estudios que pidió para acercarnos al método de Aderas han avanzado bastante. Es posible cancelar las invocaciones... pero los preparativos siguen requiriendo demasiado tiempo —agregó el joven que había traído el mensaje.
—Entonces, esas son buenas noticias. Solo debemos prepararnos para el momento en que intente usar una invocación inversa para escapar... y atraparlo en el acto —respondió el anciano con una leve sonrisa.
—Maestro, estoy listo para partir en busca de Aderas —dijo Duart, aún oculto entre las sombras.
—Bien... pero recuerda que un animal acorralado puede ser más letal que nunca. No dejes que tu obsesión te lleve a la muerte, Duart —respondió el anciano mientras le lanzaba un pergamino.
—Busca cerca de estas coordenadas. Encontrarás pistas. Y creo que ha llegado el momento de recordarle al viejo decrépito de Gulner que me debe uno de esos treinta favores…
Duart se desvaneció entre las sombras con la promesa de cazar a Aderas ardiendo en su mirada.
Más al noroeste…
En el corazón del clan Valaryon, el maestro mayor —líder supremo del clan e instructor de quienes hoy ostentaban el título de grandes maestros— acababa de recibir una carta inesperada. Sus dedos arrugados desdoblaron el pergamino con cuidado, y apenas leyó la firma, una sonrisa torcida se dibujó en su rostro.
—¡Oh, Naoka! Así que aún seguías respirando… Mira que durar tanto tiempo sin escribir, y ahora vienes con esto. —Soltó una carcajada profunda, cargada de ironía y afectó en igual medida—. Siempre fuiste un desgraciado irreverente.
—Maestro, la carta parece tener el sello Kayanatoshi. ¿Eso no significa que es urgente? —preguntó el ayudante, mirándolo con seriedad.
—Es posible, pero en la antigüedad también se usaba para invitaciones a ceremonias, banquetes, o incluso para pedir ayuda en guerras internas o externas. Aunque ese viejo… Hace cuarenta años mandaba esas cartas solo para recordarme que aún le debo treinta favores —dijo el maestro mayor con una sonrisa en los labios, aunque frunciendo el ceño al recordar.
Al abrir la carta, la sonrisa del maestro mayor —que parecía inquebrantable— fue apagándose con cada palabra que leía. El mensaje detallaba lo ocurrido recientemente y mencionaba que se había emitido una orden de secretismo para no alarmar a la población.
—Ese viejo… parece que aún tiene espías escondidos en mi clan. Sigues siendo un desgraciado irreverente —murmuró el maestro mayor, ahora con el rostro serio.
—¿Qué dice la carta, maestro Gulner? —preguntó el ayudante.
—Naoka ya está informado sobre el incidente ocurrido durante la ceremonia condecorativa. Sabe quién fue el responsable. Dice que tiene información, y que alguien de su equipo está a cargo de la búsqueda del muchacho que atacó a los jóvenes del clan —respondió Gulner.
—¿Entonces va a enviar refuerzos para resolver ese caso, maestro? —insistió el ayudante.
Gulner suspiró.
—Está exigiendo la ayuda de cuatro personas. Quiere que vayan a colaborar con la investigación, ofreciendo información y, además, fuerza efectiva en combate —respondió mientras se llevaba una mano al rostro.
—¿Cuatro? Según el maestro Kerl, ese hombre con el que peleó no era alguien ordinario, pero mandar a cuatro maestros… ¿no es algo exagerado? —dijo el ayudante, arqueando una ceja mientras miraba la carta.
—No están pidiendo a cuatro maestros… Pide a Kerl y a tres de los jóvenes que lucharon en esa batalla —respondió el maestro Gulner, destapándose el rostro.
—Entiendo. ¿Qué hará, maestro? —preguntó el ayudante.
—Manda a llamar a todos los mencionados en esta carta. Ha pasado un buen tiempo… deben haberse recuperado de sus heridas.
La carta dictaba tres nombres: los aprendices que enfrentaron a los monstruos de Aderas. Darel, Aethen y Yeroy. Los tres fueron convocados al estudio del maestro mayor.
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En ese mismo momento, estaba entrenando en un combate de práctica con Keia, que desde lo ocurrido se había vuelto mi compañera habitual para perfeccionar movimientos.
—¡Haaa! —grité mientras lanzaba un puñetazo directo.