Eclipse Ascendente

Episodio 15: El dragón y el tigre

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—Llegan justo a tiempo —dijo un hombre alto, de cabello blanco y mirada afilada, esperándonos al otro lado del arco.

No llevaba insignias ni armas, pero su sola presencia imponía respeto, como una muralla invisible que nos detenía el aliento.

—Soy Naoka. Y ustedes… imagino que son los que el viejo mandó desde Valeria.

Ese viejo irradiaba autoridad. Su voz resonaba con una fuerza que desafiaba la edad. Era como si los años solo hubiesen templado su voz hasta volverla más dura que el acero.

—¡Ah, pero miren quién es! El joven Kerl. Has crecido un poco, enano mocoso. Ahora pareces... algo más respetable. Sin duda. Es descabelladamente impresionante —dijo Naoka, clavando la mirada en la calva brillante de Kerl—. Parece que tenemos algo en común…

Ante él, llevé las manos al gesto de respeto que se hace a los maestros: junté los puños y elevé los pulgares, cruzándolos en la cima. Incliné la cabeza.

—Maestro, es un honor conocerlo. Soy Yeroy Ardyntal Valaryon, discípulo de rango 3, séptimo año.

Luego, uno a uno, mis compañeros hicieron lo mismo.

—Aethen Valaryon, discípulo de rango 4, séptimo año.

—Keia Aerufil Valaryon. Discípula de rango 4, octavo año. Un placer, maestro.

—Darel Pyros Valaryon. Discípulo de rango 6, último año.

Cuando alcé la mirada, lo vi entrecruzar los brazos y evaluarnos con una expresión tan severa que me cortó la respiración. Era como si pudiera ver nuestras fallas al instante. Como si quisiera rompernos desde dentro.

—¿Quién eres tú? —preguntó Kerl, alzando una ceja.

Lo observé con atención. No se inmutaba. Ni siquiera ante alguien tan imponente. A veces pienso que el poder no solo cambia tu fuerza... también cambia tu postura.

Pero entonces, una carcajada se elevó en el aire, profunda y juguetona.

—¡Jajajaja! Bien hecho, pequeño Kerl. Lo notaste al instante. Hice que mi hijo se preparara para parecerse a mí…

La voz provenía de otro lado. Y de repente, un hombre apareció frente a nosotros.

No caminó. No aterrizó. Simplemente estaba ahí.

Mis ojos no pudieron seguir el movimiento. Era como si siempre hubiese estado presente, y recién ahora lo notábamos.

—Pensé que podría engañarte. Pero parece que has crecido más de lo que pensaba, mocoso insolente.

Al voltear hacia nosotros, sonrió levemente y dijo que todo fue para ver la reacción de Kerl. Obviamente, a ninguno nos pareció que esa fuera la verdadera razón.

—Maestro… ¿usted es el Gran Maestro Naoka Nokamura? ¿El que venció a mil hombres con un solo puño inquebrantable? —preguntó Darel con un brillo en los ojos. ¿Qué se trae?

—¿¡Mil!? ¡Jajaja! ¿De verdad crees que yo solo puedo con mil? Fueron muchos más, muchacho —respondió Naoka con una sonrisa enorme. Creo que este tipo es más presumido que yo…

—Hum… No se ve capaz ni de vencer a una lombriz, viejo —dije, fulminándolo con la mirada.

—Jojo… Tú debes ser Yeroy. Eres exactamente como me han descrito: rebelde y con la boca muy grande. ¿Serán igual de grandes tus agallas? —dijo, y de inmediato liberó una cantidad de Lysae aterradora, como una cascada desbordada.

Todo comenzó a oscurecerse. La presión se volvió insoportable y su intención asesina me hizo alucinar más de cien formas en las que podía morir. Mi cuerpo sudaba, mis manos temblaban. Aun así, apreté el puño… aunque sin fuerza, porque sentía que el control se me escapaba.

—¿Heh? ¿Eso es todo lo que puedes hacer con esa bocota, pequeño cabrón? —soltó. Pero ya no podía ver con claridad, ni escuchar nada salvo su risa. Este hombre es endemoniadamente fuerte…

—He… comprendido. Cuán lejos estoy de siquiera… mirar las plantas de sus pies, maestro —logré decir, con el aliento escapando y sin fuerzas para que regresara. La presión era demasiada. Sentía que podía morir.

Y entonces, el aura del Maestro Naoka se desvaneció.

Caí de rodillas, respirando agitadamente. Apenas podía sostener mi propio cuerpo. Estaba débil.

“Recuerda siempre saber con quién abrir la boca, Yeroy…” pensé, cuando por fin logré recuperar el aliento.

Naoka bajó su brazo lentamente y soltó una exhalación leve, como si toda la tensión que había sembrado en nosotros no hubiese sido más que una brisa para él.

—El viaje ha sido largo. Descansen —dijo, con voz grave pero menos pesada—. Esta noche, en su honor, habrá una recepción. Hablaremos entonces… sobre los motivos de su llegada y el rol que jugarán aquí.

Con una mirada hacia su hijo, ambos se giraron y tomaron un camino distinto, desapareciendo entre los pasillos altos del recinto.

Un nuevo joven se adelantó, con ropajes de color rojo oscuro con un logo de un dragón tachado en un negro asabache con un rojo intenso, el cabello recogido y una expresión tan cortante que casi dolía mirarlo. Él sería nuestro guía hacia las habitaciones.

Durante todo el trayecto, caminó con los brazos detrás de la espalda, erguido como si cargara una lanza invisible. Cada tanto, giraba brevemente la cabeza. No decía nada, pero sus ojos... sus ojos se clavaban en mí como si le hubiera robado la cena.

—¿Estás bien? —susurró Keia, acercándose apenas.

—No pareces muy estable —añadió Aethen, fingiendo un tono casual.

Sonreí, aunque aún me ardían las piernas.

—Estoy bien… físicamente. Emocionalmente ya es otro cuento —bromeé, y luego chasqueé la lengua—. ¿Pero vieron cómo ese tipo me mira? Creo que está haciendo cálculos mentales sobre cuántas veces puede golpearme antes de que alguien lo detenga.

—Sí, me di cuenta —respondió Aethen, más serio esta vez—. Pero… creo que sé por qué te mira así.

—¿Ah sí? —pregunté, pero él solo me lanzó una sonrisa leve, con esa maldita aura de misterio que usa cuando quiere hacerse el sabio de la clase.

La caminata continuó entre pasillos amplios, suelos relucientes de piedra pulida y detalles tallados con maestría. Era obvio que estábamos en un lugar de alto rango, y cada rincón parecía diseñado para hacerte sentir pequeño.



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En el texto hay: violencia, escenas sensibles, lenguaje fuerte

Editado: 22.06.2025

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