輝丸
Mi vida siempre estuvo llena de tranquilidad. Mi abuelo, un maestro de maestros, se ha encargado de que todo en esta ciudad —y quizá, en todo el país— haya sido bastante pacífico… o al menos, desde mi punto de vista.
Desde que nací, fui tratado como alguien destinado a heredar su legado. Mi padre, aunque ciertamente poderoso —más que cualquiera que haya visto—, nunca quiso ocupar su lugar. Aun así, siempre estuvo a su lado. Dicen que cuando mi abuelo era joven, él y mi padre compartían la misma imagen. Es como si mi abuelo hubiese nacido dos veces.
Mi familia posee una tradición de más de 900 años. Formamos parte de un linaje de guerreros desde tiempos antiguos, y siempre destacamos por ello. Pero mi talento para el combate es… deficiente.
He intentado todo: cultivo y entrenamiento de Lysae, dietas especiales, rutinas exigentes… pero nada ha sido suficiente para cumplir con los estándares de mi prestigiosa familia.
Aunque dudé en ciertas ocasiones, dejé de lado mis quejas y decidí buscar alternativas. Si no destacaba por fuerza, lo haría por inteligencia.
Estudié numerosos estilos de combate de mi país, y logré dominar cuatro de ellos. Entonces los fusioné en una sola técnica, una que me permitiera utilizar armas, cuerpo a cuerpo y el terreno como parte de la batalla.
Puede que no sea un estilo sofisticado… pero puedo luchar con inteligencia incluso contra aquellos que poseen un poder superior.
Todo me llevó a este punto después de un día de entrenamiento con mi padre, donde él me señaló muchas fallas en mi estilo y en el uso del Lysae. Aunque en teoría lo sé todo, aplicarlo en el momento resulta complicado para mí.
Mi abuelo siempre fue muy amable conmigo. Me ayudaba a perfeccionar mis técnicas constantemente. Incluso, cuando se enteró de que estaba desarrollando un nuevo estilo, quiso ayudarme a reforzarlo y darle forma.
Según él, mi estilo me hacía brillar más que cuando intentaba imitar el de otros. Me enorgullece ser su nieto. No solo era poderoso, también era amable y un gran maestro. Daba instrucciones precisas, sin vacilar.
Pero un día, llegaron unos extranjeros al país. Presuntamente, habían sido llamados por mi abuelo. Todos se veían sucios, con la ropa gastada… parecían mendigos. Y entonces, uno de ellos hizo algo insólito:
—Hum... No se ve capaz ni de vencer a una lombriz, viejo —dijo aquel chico, con una mirada desafiante.
Fue increíblemente insultante. Decirle algo así a mi abuelo, el Shisouken. Un título reservado solo para los más altos maestros de este país. Personas que no solo enseñan, sino que también gobiernan regiones enteras bajo el mandato directo del mismísimo emperador.
Después de eso, me mandaron a escoltarlos, y no pude aguantar las ganas de decirle a ese ignorante que se cuidara las espaldas. Tenía que resolver ese insulto hacia mi venerable abuelo.
Así que decidí acudir a él y pedirle que, en el banquete, organizara un duelo entre nosotros.
—¡Por favor, abuelo! Ese imbécil te insultó y te trató indebidamente. ¡Merece un escarmiento! —grité, enojado.
—Terimaru, ¿acaso no viste que ya le di su escarmiento anteriormente? Solo dime que quieres luchar contra él para probarte a ti mismo como luchador. Es lo que has estado buscando desde hace un tiempo, ¿no? —dijo mi abuelo, con su calma de siempre.
Y en el fondo… sabía que tenía razón. Tal vez solo quería enfrentarme a él para medirme.
No pude asistir a los combates amistosos que se organizan entre naciones, así que no he tenido oportunidad de mostrar mis habilidades.
Aquí todos me tratan como al heredero del clan Takeuchi. Nadie pelea en serio conmigo. Ni siquiera intentan dejarme un rasguño...
—Parece que di en el clavo, ¿no es así? Bien, dejaré que te enfrentes a él, pero déjame advertirte algo. Ese muchacho ya tiene experiencia en combates a muerte. Ha pasado por cosas realmente aterradoras, Terimaru.
Si no quieres salir seriamente herido, da todo de ti. Y si no puedes… retírate con orgullo —dijo mi abuelo.
—Pero, se ve que es un año más joven que yo, abuelo... o más. ¿Qué tanta diferencia puede haber entre nosotros con tan poco tiempo de distancia?
—Comprenderás que la edad no siempre dicta el poder de alguien. No tengas prejuicios ante tu enemigo. Él no dudará en matarte si ve la oportunidad de hacerlo —respondió con firmeza—.
Ve y prepárate. Como son practicantes, sé que no tendrán ropa de gala y estarán listos para combatir en cualquier momento.
—Entiendo, abuelo. Gracias.
Con esas palabras, me retiré para prepararme. Iba decidido a darle su merecido a ese inútil de cabello largo.
Pero… las palabras de mi abuelo dejaron en mí un mal presentimiento.