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—¡Patada Meteoro! —grité con fuerza, lanzando una patada alta que descendía como una guillotina dispuesta a partir el suelo.
Ese enclenque gimió y dejó caer una pequeña bola justo donde iba a impactar mi ataque. Al golpear el suelo, la esfera se rompió, esparciendo una nube de humo al instante. Retrocedí de inmediato, cubriéndome la nariz y la boca con el brazo por puro instinto.
—¡Vaya! No esperaba que tuvieras ese tipo de trucos bajo la manga. Veamos de qué—
Fui interrumpido de golpe por un proyectil de hielo en forma de cuchillas.
Una de ellas se incrustó en mi brazo. El dolor fue inmediato, pero gracias al frío el Lysae no se derramó. Mi flujo se interrumpió, pero decidí partir la cuchilla y dejar enterrado el fragmento helado para evitar una pérdida mayor.
—Con que ahora no tienes mucho que decir —dijo Terimaru, arrimado a un pilar, casi oculto entre las sombras.
Fruncí el ceño y observé el entorno. Todo estaba diseñado perfectamente para que él peleara a distancia. ¡Qué cobarde! Como si todos los combates fueran tan cómodos.
—Así nunca vas a ganarme, imbécil —espeté con el ceño fruncido.
Entonces formé cinco capas de Lysae Sout. Con eso forcé a mi energía a sellar la herida. En seguida concentré poder en mi mano derecha y la encendí con un fuego denso y comprimido.
Empezaba a tornarse azul, luego verde, como si las partículas del entorno reaccionaran a mi fuerza. Y lancé un potente rayo flamígero que arrasó varios pilares.
—¡No, Yeroy! ¿Qué estás haciendo, bastardo? —gritó Darel, con los ojos desorbitados.
Naoka, aunque observaba la destrucción, no hizo nada. Pero pude notar cómo su rostro comenzaba a iluminarse con una sonrisa. Esto lo estaba entreteniendo.
En ese momento, Terimaru reapareció y lanzó más cuchillas. Sin embargo, al impactar contra mi Lysae Sout, se quebraron como si hubieran chocado contra una muralla.
—¿Qué…? —dijo sorprendido.
Se detuvo justo frente a mí, observando el entorno.
—¿¡Qué acabas de hacer en este palacio, animal…!? —espetó lleno de furia.
Pero al tenerlo delante no dudé un segundo. Me lancé como un proyectil con velocidad brutal. No logró reaccionar hasta que me detuve a centímetros de su rostro y le estampé un puñetazo en el estómago que lo mandó directo contra una pared.
Cayó inconsciente, incrustado en el muro. Fue instantáneo.
Todos se alarmaron, especialmente los shunkokuenses. Hablaban en un idioma que no comprendía, pero escuché su nombre varias veces: “Terimaru”.
Fue bastante extraño.
Naoka se acercó a mí con una gran sonrisa.
—Fuiste excelente, chico. Parece que Valeria no ha decaído con el paso del tiempo. Ese bastardo debe estar feliz de tener talentos como tú... seguro le recuerdas a mí cuando era joven. ¡HAHAHA! —soltó una carcajada estruendosa.
¿Pero qué se trae este viejo?
—¿De quién habla, Maestro? —pregunté, algo confundido.
—De tu viejo y flojo Gran Maestro, por supuesto —dijo con una media sonrisa.
Pero enseguida bajó el tono a algo más sobrio—. Bromas aparte, parece que los reportes no eran solo adulaciones hacia ustedes, muchachos. Kerl y Solhen deben haberlos entrenado de maravilla.
—Son los mejores. He aprendido mucho de ellos… y con suerte, también aprenderé de ustedes —respondí con una sonrisa pícara.
—Me gusta tu actitud, muchacho —dijo mientras ponía su mano en mi espalda y me guiaba hacia Terimaru—. Vamos, tenemos que ver cómo dejaste a mi nieto.
Nos acercamos a Terimaru y una mujer nos recibió con lágrimas en los ojos. Decía cosas que no entendía.
Hablando en el idioma de Shunkoku
—¿Cómo pudiste permitir que lo maltrataran así? ¡Mira cómo está! Seguro le rompió costillas y tendrá algún daño interno. ¡Eres un animal con tu propio nieto! —dijo la mujer, con una mirada intensa hacia Naoka.
—¿Y crees que si sale al mundo sus enemigos lo tratarán con amabilidad? —respondió él, frío—. Él eligió esta lucha, y nosotros, como luchadores, debemos estar preparados incluso para la muerte de nuestros camaradas. Deberías estar agradecida con Yeroy, que solo le dio un puñetazo y lo dejó inconsciente. Con suerte, debería tener puesta la placa en el estómago, así que no creo que el daño sea tan grave… aunque es probable que tenga algunos huesos rotos.
—¿Qué se supone que signifique eso? ¿Debo dejar que mi hijo muera por una estúpida regla de guerreros o algo así? —dijo la mujer entre lágrimas.
—Por eso te dije que no vinieras a ver la pelea. Vete, Aira. No me obligues a distanciarme de Terimaru por un tiempo —respondió Naoka con el ceño muy fruncido—. Yo también quiero que sea fuerte y entienda la realidad del mundo. Tiene que crecer, y este es el primer paso.
Cambiando al idioma común
—Maestro, ¿se encuentra bien el chico? —pregunté sin mostrar emociones en el rostro.
—Ah, sí. Yeroy, debemos despedirnos. Tengo que llevarme a Terimaru… y a esta persona que, por cierto, es mi hija —dijo Naoka, mirándome de reojo.
En cuanto me dijo eso, se volteó y se fue caminando junto a su hija y dos personas más que llevaban a Terimaru en una especie de camilla.
—Debo aprender a hablar este idioma... ahora quedé intrigado con lo que decían ellos. Esa mujer me miró con mucha furia…
El banquete fue suspendido y todos nos retiramos a nuestros aposentos. Pero curiosamente, terminaron todos reuniéndose en mi habitación. ¿Acaso vendrán a regañarme por derrotar a ese inútil?
—No tengo nada que ver con lo que tengan que decir —dije cruzando los brazos y girando la cabeza con los ojos cerrados.
—Debes aprender a controlarte, destruiste parte del edificio de Shunkoku. ¿Qué pasará si nos hacen pagar por los daños? —dijo Keia con expresión preocupada.