Eclipse Ascendente

Episodio 18: El rugido bajo la tierra

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Dicen que el miedo y la emoción pueden parecerse mucho cuando los sientes por primera vez. No sé si eso es verdad… pero si lo es, entonces este cosquilleo en el pecho debe ser una mezcla de ambos.

El plan era seguir con nuestra misión, llegar al siguiente punto, ser eficientes y no meternos en problemas. Pero, claro, cuando tienes a un maestro como Naoka moviendo los hilos desde lejos y a un dragón de tierra revolcando el equilibrio ecológico como si fuera una alfombra… ¿quién se resiste a una pequeña cacería extra?

Ahora mismo, el sol apenas comienza a asomarse por entre las montañas, y la bruma se arrastra sobre el suelo como si también tuviera miedo de lo que duerme bajo la tierra. Terimaru afila sus palabras más que su espada, Keia se ata el cabello como si fuera a una guerra, Aethen mantiene ese silencio sospechoso, Darel carga su estoicismo de costumbre… y yo, bueno, yo estoy listo para hacer historia (o al menos una buena anécdota).

Hoy enfrentaremos algo que solo habíamos visto en libros. Y aunque no sé si saldremos ilesos, tengo una certeza clavada en el pecho:
Estamos a punto de demostrar que no somos simples viajeros.

Somos quienes caminan directo hacia el rugido.

En cuanto nos marchamos y comenzamos la caminata hacia nuestro destino, rugidos lejanos comenzaron a desgarrar el aire. Eran profundos, ásperos, como una advertencia escrita en el sonido mismo: no te acerques, a menos que quieras morir pendejo.

El entorno se volvió más gris conforme avanzábamos. ¿Cómo era posible que una pradera tan hermosa y un bosque tan lleno de vida comenzaran a volverse tan sombríos cuanto más nos acercábamos a las montañas donde yacía el dragón?

Sin duda, parecía una experiencia que no iba a olvidar.

Al adentrarnos por el sendero que ascendía hacia la montaña, comenzamos a toparnos con criaturas de aspecto extraño. Algunas caminaban en cuatro patas y lucían unos cuernos afilados como lanzas. Otras parecían simios de pelaje rojo, con un tipo de vello áspero que se erizaba como púas cada vez que se movían.

Unos metros más adelante, divisamos un pequeño campamento montado junto a un risco. Varios guardias custodiaban la zona, visiblemente tensos.

(En lengua de Shunkaku):
—¡Alto! ¿Quiénes son? ¿Acaso no saben que la entrada a la montaña está prohibida? ¡El dragón de tierra ha hecho de esta zona una trampa mortal! —exclamó uno de los guardias, alzando la mano en señal de alto mientras se acercaba.

—Somos guerreros de la Casa Valaryon, venimos del país de Valeria. Nos acompaña el nieto del maestro Naoka. Venimos precisamente a encargarnos del dragón —respondió Kerl con total fluidez.

Yo no entendí ni una sola palabra, pero su lenguaje corporal dejaba claro que sabía lo que hacía.

Volteé la cabeza hacia Terimaru y lo miré fijo. En cuanto nuestras miradas se cruzaron, levanté una ceja y señalé con la boca hacia Kerl y el guardia. Él soltó un leve suspiro, se cubrió la cara con la mano y la movió en negación, como quien lidia con un niño travieso.

—El guardia preguntó qué hacíamos aquí. Kerl ya explicó todo… y tú, Miki, deberías aprender nuestro idioma. ¿O pretendes que siempre sea tu traductor personal? —dijo Terimaru, medio molesto, medio divertido.

Volví la vista hacia Kerl y no dije nada. Solo asentí levemente con la cabeza, y le dediqué una mueca como diciendo ¿No es obvio que para eso lo trajimos?

—Entonces, déjenme informar a mi capitán. No puedo permitirles el paso sin su aprobación. Esperen cerca de aquel árbol, los troncos cercanos pueden servirles de asiento —dijo el guardia.

—¿Todo está bien, Maestro? —preguntó Aethen, con el rostro serio.

—Sí, todo está bien, Aethen. Ahora esperaremos a que el superior de ese muchacho nos autorice a entrar a la montaña —respondió Kerl con calma.

Pasaron unos diez minutos antes de que el guardia regresara. Me pregunté si era buena idea que dejara su puesto tanto tiempo… Por suerte éramos nosotros, y no alguien con intenciones más dudosas.

Cuando volvió, nos permitió avanzar. Dijo que su capitán ya había sido informado sobre nuestra presencia. Nos deseó suerte y nos advirtió sobre un desbalance en el terreno: al parecer, estaban cayendo rocas con cierta frecuencia, así que debíamos mantenernos alerta.

Apenas entramos al sendero —flanqueado por la montaña a un lado y enormes rocas al otro— sentimos pequeños temblores en el suelo.

—¿Creen que esos temblores sean naturales… o los está provocando el dragón? —preguntó Keia, mirando nerviosa en todas direcciones.

—Sea lo que sea, será una experiencia valiosa para ustedes —respondió Kerl con tono sereno—. La primera vez que enfrenté a un dragón de tierra estuve a punto de morir. Y tres de mis compañeros sí murieron. Pero no se preocupen, ahora soy mil veces más fuerte que entonces.
Eso sí —añadió con una sonrisa confiada—, solo estaré observando. Ustedes deben enfrentarlo. Si la cosa se pone fea, yo me encargaré. ¿Entienden?

—Seguro logró vencerlo reflejando la luz majestuosamente, Maestro —dije con una sonrisa pícara.

—Joven Yeroy, en aquel entonces tenía tanto pelo como tú… Pero después de ese combate quedé como estoy ahora. Y te aseguro que tú vendrás conmigo… ¡HAHAHA! —exclamó el maestro. Su risa sonó tan siniestra que por un segundo, juraría que me estaba echando una maldición.

Entonces, justo en ese momento, emergió un rugido tan brutal que parecía querer devorarte con el solo sonido. Era desgarrador, como si quisiera romperte los tímpanos, y te obligaba a taparte los oídos con fuerza para evitar que estallaran.

¡GRRRRRRRAAAAAAAAAAAAWWWWWWR!

Desde una de las enormes rocas, surgió una criatura amarillenta, con escamas cuadradas de color naranja en los brazos, y una cabeza colosal con dientes tan afilados que parecían cortar el aire mismo.

Su espalda era casi tan grande como su cabeza, y sus brazos parecían pilares rematados en garras amenazantes. Tenía un ala enorme… y otra que parecía haber sido cercenada en combate. Sus ojos verdes brillaban con intensidad felina.



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En el texto hay: violencia, escenas sensibles, lenguaje fuerte

Editado: 22.06.2025

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