Mi recuperación había sido repentina para todos, después de decidir aceptar mi parte diosa me comencé a sentir mucho mejor incluso mejor de lo que me había sentido alguna vez, con el paso de alguno días ya estaba completamente recuperada.
Me encontraba en mi habitación, la cuál estaba en completo silencio. Era tarde, y la noche parecía más oscura de lo habitual. Me dirige al baño, quería alistarme para dormir.
Me duche, cepille mis dientes, y mientras lavaba mis manos me observaba al espejo, un escalofrío recorrió mi espalda y apreté mis ojos antes la sensación.
—Espero no volver a debilitarme —Dije para mí.
Abrí mis ojos y bajé la mirada y, para mi horror, mis dedos comenzaron a oscurecerse, como si una tinta negra estuviera derramándose sobre mi piel. Intenté frotarlos, pensando que era mi imaginación, pero el color no desaparecía. En cambio, venas oscuras comenzaron a extenderse por mis brazos, retorciéndose bajo mi piel como raíces que crecen en tierra contaminada.
Mi respiración se aceleró. Inmediatamente el pánico se apoderó de mí. Me miré en el espejo, esperando que fuera solo un mal sueño, pero la imagen que me devolvió el reflejo era demasiado real.
—Boris —susurré al principio, esperando que apareciera ya que el fue el encargado de guiarme para poder aceptar mi parte diosa y estos efectos no me los había mencionado. Aunque no sabía siquiera dónde estaba tenía la esperanza de que apareciera, pero al ver que no lo hacía mi voz se quebró, y el susurro se convirtió en un grito desesperado. —¡BORIS!.
Apareció de la nada, como siempre lo hacía, con su expresión tranquila y solemne. Mi corazón aún latía con fuerza, y mis manos temblaban mientras las levantaba para mostrarle lo que estaba ocurriendo.
—¿Qué me está pasando? —Exigí una respuesta.
Boris dio un paso hacia mí, pero no hizo ningún gesto por calmarme. En cambio, su rostro se mantenía en esa calma inquietante que siempre me hacía sentir como si supiera más de lo que decía.
—Shia —comenzó, su tono controlado pero con un peso en cada palabra. —Es el primer indicio de que tus orígenes están comenzando a fusionarse —Mis ojos se abrieron de la sorpresa.
—¿Fusionarse? —lo miré incrédula. —¡¿Cómo que fusionarse?!, ¡Se supone que mi cuero iría aceptando mi origen de diosa mientras rechazaba al sobrenatural! ¡¿Porque deberían de estarse fusionando?! —Boris suspiró, como si estuviera lidiando con un niño que no comprendía algo obvio.
—Shia, solo hice lo necesario para mantener tu posición en este mundo. El simple poder de un Dios no es suficiente para ti —La ira me recorrió como un incendio.
—¿Qué hiciste, Boris? —Pregunte algo que parecía más que obvio pero que necesitaba confirmar.
—Lo que hice era necesario. Las instrucciones que te di no eran para que simplemente aceptaras tu parte de diosa. Fueron para iniciar la fusión de tus orígenes —Sentí como si algo dentro de mí se rompiera.
Había confiado en él. Había seguido sus instrucciones pensando que estaba tomando la decisión correcta, que estaba eligiendo un camino que, aunque peligroso, al menos era claro. Pero ahora, me daba cuenta de que había sido manipulada. No me había dado la elección; me había guiado hacia lo que él quería.
—¿Por qué? —Mis ojos se comenzaban a cristalizar, esto no era lo que yo quería porque sabía lo que implicaba.
—Porque no iba a permitir que fueras mediocre. Eres lo suficientemente fuerte para soportar esta unión. No voy a dejar que te conviertas en algo inferior a lo que puedes llegar a ser, como lo hizo Baltasar con Sandra, que a pesar de seguir siendo uno de los sobrenaturales más poderosos no logrará igualarte. Tú serás más que eso, Shia. Serás temida, incluso por los mismos dioses. —Sus palabras me golpearon como un martillo.
Yo solo quería ser yo misma, proteger a la manada que estaba bajo mi cuidado y al clan que algún día lo estaría, protegerme a mi misma de lo que sea que me acechaba. Pero no quería ser un monstruo, no quería ser una criatura más poderosa de lo que podía controlar.
Pero Boris aparentemente no lo veía así y lo peor era que ni siquiera sabía el verdadero motivo de su traición. El dolor y la rabia se mezclaron en mi pecho, convirtiéndose en un nudo insoportable. Lo odié en ese momento, lo odié más de lo que jamás había odiado a alguien.
—¡Lárgate! —grité, mi voz resonando en la habitación. Señalé la puerta, aunque sabía que no necesitaba usarla para irse. —¡Fuera!.
Por un momento, pensé que diría algo más, que intentaría justificar sus acciones. Pero no lo hizo, Boris no se inmutó. Simplemente asintió, como si mi reacción hubiera sido un precio que ya había calculado, y desaparecio sin decir otra palabra.
Cuando el lugar quedó en silencio nuevamente, las lágrimas comenzaron a correr por mi rostro mientras miraba mis manos, mis brazos, mi reflejo. Una vez mas en mi vida, sentí que estaba perdiendo el control de quién era.
Me sentí enfadada. No solo con Boris, sino conmigo misma. Había sido ingenua, había confiado demasiado rápido en personas que apenas conocía, y del cual no conocía sus verdades intenciones. Y al mismo tiempo, me sentí impotente. Ya no podía deshacer lo que había hecho. No podía retroceder. Este era mi destino ahora, y aunque quería gritar y luchar contra él, sabía que no tenía elección.
Con el paso de las horas, el dolor no desapareció, pero se volvió más silencioso, más frío. Me limpié las lágrimas y me miré en el espejo una vez más antes de comenzar mi día.
Decidí no contarle a nadie lo que había ocurrido. No podía. Si alguien sabía lo que estaba pasando, no solo me verían como una posible amenaza, una que también pondrían en peligro la frágil estabilidad de la manada. Tenía que soportar esto sola.
Guardaría este secreto, aunque me estuviera consumiendo por dentro. Porque eso era lo que hacía un líder. Era lo que tenía que hacer.
Sin embargo, inmediatamente Andrés comenzó a sospechar que algo ocurría conmigo. Mientras estaba en el salón arreglando asuntos con los principales de la manada, él me observaba con detenimiento.