El ambiente dentro del bar era perfecto para una noche de diversión. Dorian y yo estábamos en una de las mesas de ping pong, rodeados de gente y con una energía de competencia en el aire. Había algo emocionante en la idea de jugar un juego que involucraba tanto habilidad como un poco de suerte.
—¿Estás lista para perder? —preguntó Dorian, con una sonrisa desafiante.
—¿Perder yo? No te hagas ilusiones —respondí, con una sonrisa burlona. Aunque sabía que no era la mejor en este juego, estaba decidida a darle una buena pelea.
—Recuerda, el truco está en la técnica —dijo Dorian, mostrándome cómo sostener la paleta mientras se reía con burla.
—¿Y tú crees que tienes la técnica perfecta? —le pregunté, levantando una ceja. —Solo porque estás acostumbrado a este tipo de juegos no significa que seas un experto.
—Dame una oportunidad, y verás —respondió, guiñándome un ojo—. Pero no te preocupes, te dejaré ganar… solo un poco.
—No gracias, no hace falta. Te ganaré decidas darme pelea o no —Le dije y este sonrió.
Dorian me permitió ser quien comenzará el juego y tengo que admitirlo, el primer lanzamiento fue un desastre. Al golpear la pelota está voló por encima de la mesa y se estrelló contra la pared. Dorian se rio mientras me miraba.
—Eso fue… impresionante —Dijo, con una sonrisa burlona.
—Solo estoy calentando —respondí, tratando de mantener la compostura—. Ahora verás lo que soy capaz de hacer.
Mi siguiente lanzamiento fue mejor. Lancé con determinación, logrando un tiro perfecto que lo sorprendió. La pelota rebotó en la mesa y cayó justo en su lado.
—¡Sí! Punto para mi —grité, sintiendo una oleada de emoción.
La verdadera competencia había empezado, la pelota rebotaba de un lado a otro de la mesa. El sonido de esta golpeando las paletas resonaba mientras ambos nos movíamos rápidamente. La concentración era intensa, y cada punto anotado parecía un pequeño triunfo.
—Esto es demasiado fácil —Le dije, anotando un punto mientras él alcanzaba la pelota.
—Solo te estoy dejando ganar para que te sientas mejor —respondió Dorian, con una sonrisa burlona—. Pero no te preocupes, no durará mucho.
A medida que avanzaba el set, la competencia se volvía más feroz. Ambos estábamos sudando y riendo, disfrutando del momento. Cada vez que uno de nosotros anotaba, el otro se quejaba de manera exagerada, creando un ambiente de diversión. El marcador estaba empatado, y la presión aumentaba.
—Esta es la última ronda ¿Por qué no apostamos? —Sugirió. La idea me hizo sonreír, y acepté de inmediato.
—¿Apostar? Eso me gusta —respondí, sintiendo que la adrenalina comenzaba a fluir. Tenía que admitir que me gustaba la forma en que su competitividad encendía mi propia chispa.
—Si yo gano, nuestra próxima salida será de un tiempo específico de doce horas, ni más ni menos —propuso sonriendo con picardía.
—Si yo gano, usarás un traje ridículo durante toda nuestra próxima salida —contraataqué, sintiendo que la competencia se intensificaba.
—Hecho —acepto mirándome fijamente—. ¿Lista para perder?
El juego avanzó, y finalmente llegamos a un punto crítico. La tensión era palpable. Sabía que tenía que darlo todo en este último tiro.
Tomé una respiración profunda y lancé la pelota con todas mis fuerzas. Golpeó la mesa y rebotó, pero Dorian estaba listo. Con un movimiento ágil, la devolvió con precisión.
La pelota voló por el aire, y en un instante, se deslizó hacia mi lado de la mesa. La golpeé con fuerza, pero Dorian logro devolverla nuevamente y para mi infortunio, cayó de mi lado otorgándole la victoria.
—¡Carajo! —Exclame.
La risa y la emoción de Dorian lleno el aire, su mirada se encontró con la mía, y por un momento, todo lo demás desapareció.
Dorian celebraba su victoria mientras al mismo tiempo procedía a burlarse, su risa y emoción lleno el aire y no pude evitar sonreír al verlo eufórico, por un momento, su mirada se encontró con la mía una electricidad recorrió mi cuerpo.
Sentí que la conexión entre nosotros se había fortalecido. La risa, la competencia y la cercanía estaban creando algo que no podía ignorar. Aún así, una parte de mí recordaba que debía mantener la distancia emocional. Pero al mirar a Dorian, con esa sonrisa iluminando su rostro, observando como su cabello se encontraba revuelto por los saltos de emoción que había dado hace un momento, lo hacían ver de una manera muy diferente a la que tenía grabada en mi mente.
Luego de que la emoción del momento decidimos que era hora de irnos. Nos dirigíamos a la salida del bar, y el aire fresco de la noche me golpeó al momento de cruzar la puerta. La noche había sido más que solo un juego. Había algo en la forma en que Dorian me miraba, algo que me hacía cuestionar mis propias emociones.
Habíamos jugado, bromeado y disfrutado de la compañía del otro de una manera que nunca había anticipado. La tensión entre nosotros estaba palpable, y aunque intentaba ignorarla, era innegable.
—Fue un placer haber compartido está noche contigo —Me dijo.
—Si, tengo que admitirlo, está salida fue muy agradable —respondí, sintiendo una mezcla de emoción y confusión en mi interior.
Vi a Bladimir esperándome junto al auto al otro lado de la calle. Miré a Dorian, sintiendo que el momento se alargaba.
—Muchas gracias por esta noche —dije, tratando de mantener la conversación ligera, pero había algo en su mirada que me hizo dudar.
—Deberías permitirme acompañarte al menos una vez a la mansión —sugirió, acercándose un poco más—. Sabes, no quiero que esta noche termine. —El corazón me daba un vuelco.
—Dorian, sabes que no deberíamos… —comencé, pero las palabras se quedaron atrapadas en mi garganta.
Antes de que pudiera procesar lo que estaba sucediendo, Dorian se inclinó hacia mí. Sus labios encontraron los míos en un instante que me dejó sin aliento. Era un beso suave al principio, pero a medida que respondía, la intensidad aumentaba, cada vez más profunda y envolvente.