El sol colgaba bajo en el cielo, un disco pálido que luchaba por atravesar las nubes grises que cubrían las laderas de Umbría. El aire vibraba con el estruendo de botas y acero, el ejército de Tharok avanzaba como una marea negra desde la cima de la montaña.
Soldados de armaduras oscuras marchaban junto a sombras retorcidas, sus ojos rojos brillaban como brasas en la penumbra. Abajo, en las minas, Arion, Elara y el ejército combinado de Solara y Lunara formaban una línea desigual. La daga del pacto brillaba en la mano de Elara, con su luz blanca, pulsando como un desafío al caos que descendía.
Tharok cabalgaba al frente, tenía una armadura negra tallada con runas que absorbían la luz y una espada larga colgando de su cinto. Su rostro, curtido y frío, se alzaba sobre un casco con cuernos retorcidos, y sus ojos grises destellaban una furia helada.
Detuvo su caballo a pocos pasos del ejército, con su voz resonando como un trueno sobre el viento, dijo:
—Solara y Lunara caerán hoy —con tono cortante—. Vuestra luz es un espejismo. Ríndanse, y quizá los deje vivir como esclavos.
Arion dio un paso al frente, con el arco tensado en sus manos y una flecha lista.
—No nos doblegamos ante cobardes —respondió, con voz firme—. Ven y pelea.
Elara se puso a su lado, con la daga alzada y su mechón plateado ondeando como una bandera.
—Tu maldición está rota, derrotamos a Malakar, ya no tienes su magia —añadió—. Umbría no ganará.
Tharok rio, confiando en su fuerza.
—Malakar era un peón —dijo—. Yo soy el rey. Vuestra unión no me detendrá.
Arion alzó su brazo:
—¡Por nuestros reinos! —gritó, y el ejército respondió con un rugido que sacudió la tierra.
El choque fue brutal. Los soldados de Umbría se enfrentaron al ejército, mientras las sombras se deslizaban entre las filas, con sus garras y dientes destellando bajo el tenue sol. Arion disparó flechas con una precisión letal, cada una atravesando armaduras y disolviendo sombras en espirales de humo. Elara lanzó dagas y frascos de acónito, y con su nube venenosa fue diezmando enemigos.
Toren luchaba cerca, con su arco disparando junto a Arion.
—¡Como en los viejos tiempos! —gritó, derribando a un soldado con un tiro certero.
—Excepto por las sombras —respondió Arion, sonriendo a pesar de la sangre en su rostro.
Tharok por su parte, seguía avanzando; con su espada segaba vidas con una fuerza inhumana, mientras su caballo iba pisoteando cuerpos. Las sombras lo seguían como una guardia personal, protegiéndolo de flechas y lanzas.
—¡Tenemos que llegar a Tharok! —gritó Elara, esquivando una garra que rasgó su capa.
Arion asintió, disparando una flecha que atravesó a una sombra frente a Tharok.
—¡Cúbrenos! —ordenó a Toren, corriendo hacia el Tharok con Elara a su lado.
Se abrieron paso entre el caos, la luz de la daga iba estallando cada vez que las sombras se acercaban demasiado. Tharok los vio venir y desmontó, y mantuvo su espada alzada como un desafío. El suelo tembló bajo sus pasos, y la niebla restante se alzó a su alrededor, formando un círculo que los aisló del resto de la batalla.
—Valientes, pero estúpidos —dijo, girando la espada en su mano—. Vuestra luz no me toca.
Arion tensó el arco, disparando una flecha, que Tharok desvió con un golpe de su arma.
—Sigue hablando —susurró Arion—. Te distraerá.
Elara lanzó una daga, que pasó rozando el brazo de Tharok y le arrancó un gruñido. Sacó un frasco de veneno y lo lanzó al suelo frente a él. Una nube tóxica se alzó, pero Tharok la atravesó, las runas de su armadura disipaban el humo.
—Patético —dijo Tharok, corriendo hacia ellos.
Arion bloqueó un golpe con su arco, la madera terminó crujiendo bajo el impacto, mientras, Elara rodaba a un lado, apuñalando la pierna de Tharok, con una daga envenenada. El rey rugió, con su sangre negra goteando al suelo, pero no cayó. Golpeó a Elara con el pomo de su espada, lanzándola contra una roca, con un golpe seco.
—¡Elara! —gritó Arion, corriendo a su lado mientras ella se levantaba, tenía sangre corriendo por su frente.
Elara arrojó una daga que silbó, rozando el brazo de Tharok y arrancándole un gruñido gutural de dolor. En represalia, Tharok estrelló un frasco de veneno a sus pies. Una sofocante nube verde se alzó, pero Tharok la atravesó con ímpetu; las runas protectoras de su armadura resplandecían al devorar las toxinas.
—Patéticos, no me afecta tu veneno —gritó Tharok, mientras embestía hacia ellos.
Arion detuvo un golpe brutal con su arco, la madera se astilló bajo la fuerza del impacto. Con una muestra de agilidad, Elara esquivó un ataque amplio y se abalanzó, hundiendo nuevamente una daga envenenada en el muslo de Tharok. El rey bramó, sangre negra brotaba de la herida, pero se mantuvo en pie; con su figura imponente de furia. Con un fuerte golpe, envió a Elara a estrellarse contra una roca cercana; el impacto resonó como un golpe seco y escalofriante.
—¡Elara! —gritó Arion, corriendo hacia ella. Elara luchaba por incorporarse, con su cabeza sangrando.
#2334 en Fantasía
#2879 en Otros
#712 en Relatos cortos
fantasía y amor, matrimonio predestinado, arion y elara valientes
Editado: 20.03.2025