Eclipse de Medianoche

Capítulo 3

Cierro el grifo de la llave cuando me aseguro de no tener rastro de sangre en mis manos, tallo en los bordes de mis dedos desesperada por eliminar todo rastro a pesar de no haber ninguna mancha pero la sensación extraña y molesta seguía como un imán pegado a mi; era como estar presente y a su vez me faltara una pieza de mi, una sensación amarga entre el cansancio y la ausencia de algo que desconozco.

Suspiro hondo tratando de encontrar algo de paz pero esta se esfuma en cuanto escucho que alguien abre la puerta de uno de los baños, miro hacia el espejo y quedo estática al percatarme de aquel chico pelinegro quien también me observa confundido.

––¿Qué haces aquí, pervertido?–– acuso exaltada––. Sal antes de que llame a dirección.

El chico hunde su ceño y camina despreocupado directamente hacia mi, giro para enfrentarlo pero mi respiración se corta cuando se inclina hacia mi dirección, puedo percibir el aroma de su colonia ante su pronta cercanía, cierro mis puños pensando en alejarlo pero la bruma desaparece cuando lo veo tomar del jabón que está a mis espaldas para después lavarse las manos sin ninguna preocupación.

A él parece no importarle estar en el baño de las chicas, tal vez ni siquiera se a dado cuenta y si así fuera hace caso omiso.

––¿Acaso no me escuchaste?–– insisto indignada––. Largo, este es el baño de chicas.

Si no fuera aún más molesto él suelta una risilla, literalmente se burla de mi y en mi propia cara, sacude sus manos y varias gotas caen en mi.

––Apuesto que no leíste el cartel de la puerta.–– dice y se digna a enfrentarme.

––¿De qué hablas?

––Chica tonta, este es el baño de hombres.

Mi sangre parece perder fluidez, miro a mi alrededor y al percatarme de aquella vasinica puedo sentir mis mejillas arder.

––Mierda...–– de pronto el timbre suena, lo miro a él y luego a mi, si nos ven... No. El pánico se apodera de mi antes de que pueda evitarlo.

Corro para salir y para que nadie se de cuenta, las malinterpretaciones nunca son bien vistas y siempre dan de que hablar. Lo último que quiero es mi nombre en chismarajos.

Tengo que salir de aquí.

Estoy a punto de salir pero me detengo al oír voces cerca, entre abro la puerta y noto a la bola de chicos que camina directamente hacia este lugar. Los nervios me hacen una mala jugada, miro a mis lados, al suelo, al cielo como si este me fuera a dar una señal y una ruta invisible para huir, y luego siento una mano cálida rodeando mi brazo.

––¿Qué haces?–– trato de evitar entrar al reducido cubículo––. Suéltame.

Pero es inútil, antes de que pueda evitarlo me obliga a entrar y lo cierra dejándonos encerrados. Me exalto cuando siento sus manos rodeando su cintura para obligarme a subir arriba del retrete, estoy a punto de reclamar pero su mano cubre mis labios.

Así, sin más.

Con toda la disposición e imprudencia.

El tiempo parece detenerse cuando escucho a la bola de chavos entrar, sus ojos cafés (similar al avellana) se desvían a los míos, sus cejas se alzan con suma arrogancia y yo me limito a entonar mis ojos.

Fueron minutos eternos e incómodos, escuchar a una bola de adolescentes sobre quien es el mejor jugador del soccer no es de mis pasatiempos favoritos.

En fin, team Ronaldo.

El timbre suena finalmente, escucho sus pasos alejándose y sus voces apenas eran audibles, respiro hondo pero me doy cuenta que su mano aun permanece en mi boca, le doy un manotazo alejandolo de mi.

––Dejame salir.

––Un gracias es suficiente.–– refuta estoico––. Procura leer el cartel de afuera para otra ocasión.

––No habrá otra ocasión.

––Eso espero, así no harás perder el tiempo de otra persona.

––Yo no pedí tu ayuda...

––Sin embargo la necesitaste, ahora que lo pienso hubiera sido divertido verte en apuros.–– bufa y sale del cubículo, lo veo alejándose y no puedo dejar de sentir culpa.

Si no fuera por él hubiera enfrentado una serie de problemas, tal vez hubiera llegado a dirección y llamarían a Dulce. Lo último que buscaba eran problemas.

Suspiro resignada y lo sigo, acelero el paso porque mis piernas pequeñas no le hacen justicia a sus largos pasos.

––Oye...–– tomo su hombro pero apenas lo toco siento una serie de pinchazos por todo mi cuerpo. Su figura desaparece de un momento a otro, son instantes en los que todo a mi alrededor desaparece y en su lugar el humo negro me rodea, algunos rayos de luces rojas cegan mi visión. De pronto se escuchan llantos, tantos que taladran mi cabeza, luego fueron gritos desgarradores en donde se podía sentir su dolor.

Basta.

Mis pies pierden el suelo por un instante, retrocedo y caigo de bruces, parpadeo aturdida de lo que me estaba pasando, intento recobrar el sentido porque esto no puede ser real.

––¿Estas bien?–– escucho a lo lejos y las nubes comienzan a esparcirse, puedo sentir mi cuerpo temblar ante la cercanía de algo y luego...–– Hey, responde...

Miro a mi alrededor sin entender ni un carajo, mis ojos caen a los suyos, él me observa preocupado mientras mantiene mi cabeza en su regazo.

Todo sucede tan rápido, la puerta se abre y la figura de Wilson nos mira con asombro y reproche, ni siquiera puedo reaccionar porque dentro de mi se congela al ver entrar a Dulce, mi abuela.



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En el texto hay: destino, romance fantasia magia, secretos drama

Editado: 29.01.2025

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