Eclipse Inmortal 1 - La Caja

7. El plan de Dafne

El cuervo blanco surcó el cielo despejado como un cometa.

Como en un sueño ya conocido, del suelo donde un momento antes estuvo el ave brotaba un chorro de agua clara que comenzó a inundar la plaza de piedra.  

Un graznido se hizo eco en la colina. En lo alto de cada uno de los seis pilares que conformaban la plaza, había posado un cuervo de plumas blancas como la nieve. Las aves chillaron agitando sus alas níveas como intentando decirle algo. Un concierto sepulcral que le erizaría la piel a cualquier hombre.

La tierra se sacudió y la ola engulló la colina. La corriente era implacable, imparable, el poder puro de la naturaleza dispuesto a arrasar todo a su paso. Oponérsele resultó inútil. Entonces se hizo la calma y sólo había agua; cubría la colina y la plaza sobre esta. Era como si el océano se hubiese apoderado de la Tierra.

Y ahí estaba Lanna Green. El rostro dulce, el pelo flotando a los lados de la cara, desvaída como una fotografía que se coló en la lavadora, indiferente a cuanto la rodeaba. Parecía esperar por algo.

Junto a ella flotaban cuatro más. La primera era una chica de pelo rubio como el trigo cuyo rostro nunca había visto antes, pero los otros tres eran bien conocidos. George Green llevaba puesta una coraza de bronce y sus ojos perdidos en la nada eran dos espejos de hielo, duros, inexpresivos. A su lado, el joven de cabello negro, carecía de la firmeza y picardía con que le había visto actuar en vida. Y por último estaba Diana, la dulce Diana, tan menuda y frágil como una figurilla de cristal, el rostro sin vida tan pálido como su cabello.

Dos cuervos se posaban sobre cada cuerpo, uno blanco en el hombro derecho y otro negro como la noche en el izquierdo. Las aves lo traspasaron con sus pequeños ojos afilados, apremiantes.

«Esto es todo para ti—decían—. Contempla el panorama.» 

 

El grito se coló a la realidad. Por segunda ocasión Alex despertó sintiendo un fuerte regusto a sal en la boca, como si en la realidad hubiese tragado agua de mar.

Miró a su alrededor y por un momento se sintió desorientado al verse en una cama que no era la suya. La habitación estaba sumida en la oscuridad.

La puerta se abrió de sopetón y Dafne irrumpió en la habitación como una avalancha.

—¿Alex, estás bien?—preguntó escaneando la habitación en busca de peligro, espada en mano lista para el combate. El cabello suelto dándole un aspecto fiero.

—Na… nada. Lo siento—balbuceó él. Verla le hizo recordar los hechos del día anterior y la cruda realidad lo golpeó como un martillo—. Fue una pesadilla. Lamento haberte asustado.

Ella frunció el ceño. Miró de lado a lado una última vez antes de apartar el arma.

—Bisalte está de regreso—dijo adoptando el tono adusto que parecía ser su favorito—. Alístate y baja, tenemos que irnos cuanto antes.

—¿Qué hora es?—preguntó Alex frotándose los ojos somnolientos.

—Las cinco.

—Madrugadora, ¿eh?

—Repito, tenemos que irnos cuanto antes. Baja, rápido—Se disponía a retirase, pero dio un paso atrás y lo miró con la misma expresión contrariada de la noche anterior—. ¿Seguro estás bien?

Alex asintió forzando una sonrisa.

Ella no pareció muy convencida, pero lo dejó a solas de todas formas.

En el cuarto de baño Alex se retiró los vendajes que le cubrían la herida para echar un vistazo. Se sorprendió al notar que lucía menos profunda de lo que recordaba. Más limpia también… casi demasiado. Ya ni siquiera le dolía.

Las magulladuras en el resto de su cuerpo—producto de haber sido arrastrado varios metros en el suelo—también habían desaparecido en su mayoría.

Vislumbró su reflejo en el espejo y fue como ver a un extraño. La nariz recta, las cejas delgadas, los ojos del color de hojas; rasgos con los que estaba tan familiarizado y a los que apenas había prestado atención antes. Podía palparlos, sentirlos, pero en el fondo era como si no le pertenecieran.

«¿Quién eres?», le preguntó. Por supuesto, no obtuvo respuesta.

Alex sacudió la cabeza y dejó escapar un suspiró. A este paso perdería la cabeza pronto. Envolvió de nuevo la herida con resultados más pobres que los de Dafne, y se refrescó la cara con agua fría.

No le tomó mucho hallar la cocina, sólo tuvo que guiarse por el ruido de conversaciones y cubiertos sonando. A través de la puerta entreabierta atisbó la pantalla de una TV sintonizada en el noticiero local.

«La tarde de ayer ocurrió un trágico accidente involucrando a tres automóviles. El incidente ocurrió cuando uno de los conductores en supuesto estado de ebriedad se desvió de su carril colisionando de frente con otro vehículo ocupado por una mujer en compañía de su hija. Un tercer conductor, al no darse cuenta de la colisión, término chocando con los dos primeros. Los cuatro involucrados: dos hombres, una mujer y una joven de doce años perecieron en el accidente. La policía…»

Alex se quedó en piedra donde estaba.

Era imposible que se refiriera a la visión que tuvo el día anterior. Y, aun así, el reportero lo había descrito con escalofriante exactitud y en la pantalla se mostraban imágenes de los vehículos destrozados que bien podrían haber salido directo de su cabeza.



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En el texto hay: mitologia, escape, romance

Editado: 31.03.2021

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