—Así que esta es la Capital… —pensó Lyra al descender del carruaje. Sus ojos recorrieron las murallas y las calles abarrotadas. En su mente, una idea se repetía con frialdad: Aquí terminará todo. Aquí se oculta el Búho… y aquí lo mataré.
El cochero carraspeó, interrumpiendo sus pensamientos.
—Muy bien, hasta aquí debía traerte. Ah, y me pidieron que te diera un mensaje: debes dirigirte a una posada llamada El Cuervo, cerca de la plaza. Eso es todo.
Lyra asintió sin decir palabra y comenzó a caminar. El bullicio de la Capital la envolvía: vendedores pregonando, niños corriendo entre los puestos, el olor a pan recién horneado mezclado con el humo de las forjas. Tras unos minutos, llegó a la plaza central y localizó la posada por el letrero de madera ennegrecida que colgaba sobre la entrada.
Empujó la puerta y se acercó al mostrador. Tras él, un hombre de mirada fría la observó en silencio.
—Necesito una habitación —dijo Lyra con voz firme.
—Claro… ¿a qué nombre? —preguntó el posadero.
—Lyra.
El hombre arqueó las cejas, sorprendido.
—Así que es cierto… la famosísima Muerte de Hielo está en la Capital.
Lyra lo miró con desconfianza.
—¿Formas parte de la organización de asesinos?
—No directamente —respondió él, encogiéndose de hombros—. Solo entrego mensajes a ciertas personas. Nada más.
—¿Y tienes alguno para mí? —preguntó ella, con la mirada afilada.
—Sí. Me dijeron que descanses en tu habitación. Mañana recibirás nuevas órdenes.
El hombre dejó una llave sobre el mostrador. Lyra la tomó sin añadir nada más y subió las escaleras. El eco de sus pasos se perdió en el silencio de la posada, mientras en su mente seguía resonando un único nombre: el Búho.
Lyra se dejó caer sobre la cama y pasó el resto del día en silencio, hasta que el sueño la venció.
A la mañana siguiente, un golpe en la puerta la despertó. Se incorporó con lentitud y abrió. El posadero estaba allí, serio.
—Tienes visitas abajo. Me pidieron que te llamara.
Lyra descendió junto a él. Al llegar a la plaza, notó un grupo de personas reunidas, murmurando con agitación.
—¿Qué ocurrió? —preguntó con frialdad.
—¿No lo escuchaste? —respondió el hombre—. Un idiota tomó a una niña como rehén y amenazó con matarla. Pero alguien intervino y todo se resolvió.
El posadero señaló hacia una mesa apartada. Allí, un hombre la esperaba, sentado con calma.
Lyra se acercó y tomó asiento frente a él.
—¿Formas parte de la organización de asesinos? —preguntó directamente.
El hombre sonrió con un aire despreocupado.
—Exactamente. Pero solo me enviaron a darte un mensaje… y tus próximos objetivos. Llámame Cuervo.
Lyra lo observó con frialdad.
—Muy bien, Cuervo. Empieza a hablar.
El hombre sonrió con un aire alegre, casi burlón.
—Perfecto. Primero, el mensaje: señorita Lyra, muy pronto conocerá a nuestro jefe, el Búho. Él ha mostrado un interés especial en usted y, para probar su valía, le ha asignado tres asesinatos. Una vez concluidos, el Búho la estará esperando.
Lyra entrecerró los ojos, su voz cortante como hielo.
—¿Cuáles son mis próximos objetivos?
Cuervo se inclinó hacia adelante, con una sonrisa dibujada en los labios.
—El primero se encuentra aquí mismo, en la Capital. Mañana, en una mansión custodiada por decenas de guardias, deberá eliminar a un traidor.
Hizo una pausa breve antes de continuar.
—El segundo está en la Capital de los Nobles. Es un recién llegado, pero ya tiene la recompensa más alta sobre su cabeza.
Sus ojos brillaron con malicia al mencionar el último.
—Y la tercera… una mujer demasiado curiosa. Ha estado investigando sobre nosotros y queremos asegurarnos de que no vuelva a hacer preguntas.
Cuervo se recostó en la silla, aún sonriendo.
—¿Tiene alguna pregunta, señorita Lyra?
Lyra no apartó la mirada del Cuervo.
—Mi objetivo está en una mansión. Necesito que me digas cómo será la seguridad.
El hombre sonrió con calma.
—Habrá muchos guardias… pero lo importante es que estará allí alguien especial: Sofía, más conocida como la Bruja de Hielo.
El rostro de Lyra se endureció.
—¿Tienes información sobre Sofía? —preguntó, tras una breve pausa.
El Cuervo notó aquel silencio extraño, pero lo ignoró y respondió con ligereza:
—Claro. Sofía fue una de las mujeres más destacadas en la guerra contra los demonios. Logró grandes proezas, aunque también se sabe que perdió a toda su familia.
Las palabras resonaron en Lyra. Su mente se nubló y, sin quererlo, regresó a su infancia. Recordó la voz áspera de su tía:
“¡Tu madre es una estúpida! Está dolida por la muerte de su esposo, pero una madre viva vale más que una muerta. ¿Ya perdio a su padre acaso Sofia quiere que Lyra sea huerfana? ¡Tu madre no piensa!”
Luego vinieron las imágenes del ataque a su pueblo: las llamas devorando las casas, los gritos de la gente, el caos absoluto.
—Oye, Lyra, ¿me estás escuchando? —la voz del Cuervo la sacó de golpe de su trance.
Ella parpadeó y respondió con frialdad: —Disculpa… no descansé bien.
El Cuervo suspiró.
—Solo ten presente que Sofía es alguien muy fuerte. Será mejor que tomes precauciones.
Abrió su bolso y sacó unos planos, extendiéndolos sobre la mesa con una sonrisa.
—Aquí tienes la mansión y la posición de los guardias. Se supone que es información secreta, pero ya sabes… tenemos ojos en todas partes.
Lyra tomó los planos y los revisó con una mirada helada.
—Me encargaré. No me importa si la Bruja de Hielo está allí. Si se interpone en mi camino, pelearé.
El Cuervo soltó una risa breve.
—Por favor, Lyra. Está claro que ella te supera por mucho. Pero allá tú… haz lo que quieras. Solo asegúrate de matar al traidor.
Lyra se levantó sin responder y se dirigió a su habitación. El eco de sus pasos fue lo único que quedó tras ella.
#1233 en Fantasía
#199 en Magia
aventura epica, fantasia épica, fantasía drama acción misterio
Editado: 08.12.2025