Eco de las seis espadas

batalla de lazos rotos

La noche cayó, y Lyra se alistó para cumplir su misión. Esta vez decidió llevar un antifaz, algo que ocultara su identidad en la oscuridad.

Mientras tanto, Sofía esperaba con calma la llegada de la llamada Muerte de Hielo.

Lyra se infiltró saltando el muro en un lugar donde los guardias no estaban. La noche sería su camuflaje. Oculta entre los árboles, observó a un guardia solitario. Se acercó con velocidad impresionante y lo noqueó por la espalda.

Rápidamente se alejó, pues otro guardia se había percatado del golpe. Al ver a su compañero en el suelo, intentó gritar, pero Lyra lo alcanzó por la espalda y lo derribó, dejándolo inconsciente.

Se movía como un puma: en sigilo, con precisión, sin hacer ruido. Al terminar con los guardias del exterior, entró a la mansión por la puerta principal.

Los guardias la detectaron de inmediato y la rodearon. Lyra bajó la mano derecha y abrió la palma: una espada de hielo apareció en su mano, lista para la batalla.

Dos guardias se lanzaron contra ella. Lyra detuvo a uno chocando su espada contra la de él, mientras en su mano izquierda formaba una esfera de maná helado. La lanzó contra el segundo guardia, que salió volando por el impacto.

Sin detenerse, dirigió de nuevo la mano izquierda hacia otro enemigo, repitiendo la misma técnica. El aire se llenó de escarcha, y la lucha apenas comenzaba.

Lyra seguía peleando con los guardias. Uno tras otro caían inconscientes bajo la precisión de su espada y la frialdad de su magia. Cada vez quedaban menos hombres en pie.

Con pasos firmes, subió las escaleras y tomó rumbo hacia la habitación de su objetivo. El eco de sus botas resonaba en el pasillo helado, hasta que se detuvo en seco.

Allí, frente a ella, estaba alguien cuyo nombre había escuchado en rumores y cuyas proezas eran temidas en toda la Capital: Sofía, la Bruja de Hielo.

Sofía la observó con calma, su mirada gélida brillando bajo la luz de las antorchas. Entonces habló con voz firme:

—Veo que eres buena con la magia de hielo y con la espada… pero aquí acaba tu travesía. Ríndete.

Un destello helado cruzó sus ojos mientras añadía con tono amenazante:

—Si no lo haces, acabarás al borde de la muerte.

Lyra y Sofía estaban frente a frente. Sus miradas se cruzaban en un silencio cargado de poder.

Lyra hizo el primer movimiento. El mundo pareció volverse lento: en su mano derecha sostenía la espada de hielo, mientras en la izquierda formaba una esfera de maná helado. Con un gesto rápido, apuntó y lanzó la esfera.

Sofía la observó con calma. En su mente pensó:

—Es buena con la magia.

Alzó su propia mano izquierda y lanzó otra esfera de maná helado. Ambas colisiones chocaron en el aire, creando una explosión blanca que levantó una densa niebla.

Lyra aprovechó la cobertura y se lanzó al ataque. Pero Sofía, con una leve sonrisa, murmuró:

—Eres buena.

Con un movimiento fluido, creó un escudo de hielo con la mano derecha y bloqueó el golpe de la espada.

—Pero si crees que por ser maga soy vulnerable a los ataques cercanos… estás equivocada.

Lyra, al ver su espada detenida, lanzó otra esfera de hielo con la mano libre. Sofía esquivó con elegancia, apenas girando el cuerpo.

Entonces, Sofía movió los dedos de su mano izquierda, apuntando hacia arriba y hacia abajo. De inmediato, estalactitas de hielo comenzaron a formarse en el techo, cayendo a toda velocidad hacia Lyra.

Ella se percató a tiempo y retrocedió con un salto ágil. Mientras caía hacia atrás, pensó en silencio:

—Siempre fuiste buena con la magia de hielo.

Aterrizó con firmeza, levantando la vista justo cuando nuevas estalactitas se formaban alrededor de Sofía, todas apuntando hacia ella.

Lyra contraatacó con la misma técnica, lanzando sus propias estalactitas. Ambas ráfagas chocaron en el aire, pero las de Lyra se hicieron añicos al impactar contra las de Sofía. Los fragmentos de hielo siguieron su camino directo hacia ella.

Rápida, Lyra apoyó la mano en el suelo y levantó un muro de hielo frente a sí, bloqueando el ataque. El estruendo del impacto resonó en todo el salón, y la escarcha se extendió por las paredes.

Lyra jadeaba, agotada por el esfuerzo de haber levantado el muro de hielo. Apenas recuperaba el aliento cuando, por el lado derecho de la barrera, emergió Sofía. En su mano derecha sostenía una esfera de maná enorme que expulsaba un aire gélido y cortante.

El ataque impactó de lleno contra la defensa de Lyra, obligándola a cubrirse con la espada. Un estruendo sacudió la mansión: la pared estalló en pedazos, y Lyra salió despedida hacia el vacío.

En el aire, logró recomponerse y aterrizó con firmeza en el suelo. Al levantar la vista, vio frente a ella a Sofía, que ya preparaba un nuevo ataque. Un viento helado, cargado de maná, se dirigía hacia ella como una ola imparable. Lyra volvió a cubrirse con la espada, resistiendo el choque.

La voz de Sofía retumbó en medio del vendaval:

—Te dije que te rindieras, pero no me hiciste caso. Ahora te dejaré al borde de la muerte… y entonces me dirás lo que quiero saber.

Con un movimiento preciso, Sofía juntó ambas manos. De su izquierda brotaron fragmentos de hielo afilados que se mezclaron con el viento gélido. Los proyectiles atravesaron el aire y algunos se incrustaron en el cuerpo de Lyra.

Su capa se hizo añicos, el antifaz salió volando, y su ropa comenzó a desgarrarse bajo la presión del ataque.

Lyra, herida y al límite, apretó los dientes. No podía más, pero reunió toda la energía que le quedaba en la hoja de su espada. Con un grito de esfuerzo, blandió el arma, liberando una descarga masiva de maná.

El ataque atravesó el salón como un rayo helado. Sofía, con reflejos implacables, esquivó el golpe y salió de la mansión en un salto. El impacto de la técnica de Lyra sacudió los cimientos: un estallido ensordecedor retumbó, y la mansión tembló bajo la fuerza del hielo desatado.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.