—Lyra… —dijo Sofía con una voz a punto de romperse.
Lyra la observó en silencio.
Sofía, al verla, recordó como si fuera ayer cuando la tuvo en sus brazos por primera vez: una pequeña bebé que cabía en sus manos.
La nostalgia la envolvió, y en su mente se vio de pie frente a tres tumbas, pidiendo perdón a Elisa, a Esteban y, por último, a Lyra, por no haberla protegido, por haberla dejado sola.
Pero el recuerdo se quebró de golpe: la espada de Lyra chocó contra su escudo.
El combate comenzó.
Lyra atacaba con furia, y Sofía apenas respondía, deteniendo cada golpe con su escudo. En su mente, sin embargo, los recuerdos la asaltaban: Lyra jugando con sus muñecas, riendo en la inocencia de la infancia.
Sofía dio un salto hacia atrás y conjuró estalactitas de hielo, lanzándolas contra su hija.
Lyra corrió alrededor de ella, esquivando con agilidad.
Sofía la observaba, y por un instante la figura de la joven se transformó en la niña que había sido: corriendo con los brazos abiertos, con una sonrisa luminosa.
Sofía se había prometido protegerla desde su nacimiento, pero ahora sabía que había fallado.
Lyra levantó un muro de hielo para protegerse de las estalactitas. Sofía, con lágrimas en los ojos, recordó las voces del pueblo:
—¡Sofía es una heroína!
—¡Sofía salvó a mucha gente, ella es nuestra heroína!
Pero en su interior solo pensaba:
¿Yo, una heroína? ¿Puedo serlo, si fallé protegiendo a quienes más amaba?
La visión de la niña Lyra, acercándose con los brazos abiertos y una sonrisa
Se deshizo en la cruel realidad: la joven Lyra, espada en mano, lista para atacarla.
Sofía detuvo el golpe con su escudo, mientras pensaba con dolor:
Lyra, mi niña… ¿en qué te transformaste?
Los choques continuaron. Lyra atacaba con su espada, Sofía resistía. Hasta que la joven se alejó de un salto, y su mano izquierda comenzó a brillar. Sofía lo reconoció: ese gesto le recordó cuando Lyra, de niña, encontró un pájaro herido y se esforzó en aprender magia curativa para salvarlo. Una magia de la que estaba orgullosa.
Pero en el presente, esa misma mano se alzaba para lanzar un ataque devastador. Sofía respondió con el mismo conjuro. Dos rayos helados colisionaron, congelando el campo a su alrededor. El poder de ambas se enfrentó, hasta que Sofía, con un grito, puso más maná y desvió el golpe directo hacia Lyra.
La joven salió despedida, estrellándose contra un árbol. Tosió sangre, debilitada. Sofía había contenido su ataque en el último instante, pero aun así la herida era grave.
Con lágrimas en los ojos, Sofía la contempló.
Sofía, destrozada, con lágrimas en los ojos, se acercó a Lyra mientras su voz temblaba:
—Lyra… mi niña… estás viva.
Cada palabra era un peso insoportable.
—¿Qué te pasó? ¿Qué te sucedió?
—No sabes cuánto te extrañé, mi niña…
Lyra, herida, observó a Sofía llorando mientras se acercaba. De pronto, en su mundo oscuro apareció una pequeña luz. Miles de recuerdos la atravesaron como cuchillas. Soltó su espada, llevó las manos a la cabeza y un grito desgarrador llenó el aire
Su cuerpo entero comenzó a temblar. El aire le faltaba, respiraba entrecortado, como si se ahogara. Sus manos temblaban sin control. Estaba asustada. Lágrimas brotaron de sus ojos, y con voz quebrada gritó, entre sollozos y palabras fragmentadas:
—¡Mamá… por favor… ayúdame!
—¡Mamá… ven… rescátame!
—¡Duele… mamá… duele… rescátame!
—¡Que alguien… me ayude… por favor!
Los recuerdos que había querido enterrar regresaban con violencia, como si reviviera aquel infierno una vez más.
Sofía, destrozada al verla tan vulnerable, no pudo quedarse inmóvil. Corrió hacia ella y la envolvió en un abrazo nostálgico, mientras las lágrimas le nublaban la vista.
—Tranquila, mi niña… ya estoy aquí —susurró con la voz rota—.
—Ya estoy aquí, y nadie te va a hacer daño.
—Tranquila… prometo que nadie más te volverá a lastimar.
—Prometo protegerte… para que nadie más te haga daño.
Lyra la abrazó con fuerza, como si quisiera aferrarse a esa luz que había nacido en medio de la oscuridad.
Pero pronto, esa claridad comenzó a desvanecerse. Recordó cómo las personas que más amaba fueron asesinadas por el Búho. Recordó su verdadero objetivo, la razón de todo: llegar hasta él y vengarse.
La luz se apagó. Su mundo volvió a teñirse de sombras.
Lyra empujó a Sofía con violencia. La Bruja de Hielo cayó al suelo, y al levantar la vista vio a su hija apuntándola con la espada.
Sofía acepta su derrota, mira a Lyra, esos ojos completamente vacíos. Ella cierra sus ojos y lo único que puede decir es:
—Lyra, perdón por haberte abandonado… perdón.
Con una voz de tristeza, cerró sus ojos.
Lyra, mientras la observa, muchos recuerdos se le vienen a la mente: momentos con Sofía, momentos donde todo era felicidad, momentos que ya no volverán. Recuerdos de ese día de tortura, recuerdos de alguien riéndose de su sufrimiento, recuerdos donde ve dos figuras masculinas salvándola, ayudándola a superar su trauma. Pero todo se volvió oscuro cuando el Búho ordenó su muerte y ella vio cómo eran asesinados.
Ahora Lyra tiembla, no sabe qué hacer, está desesperada. Sofía es la que conoce su identidad; si la deja vivir, todo el mundo sabrá quién es ella y cómo es en realidad. Todo lo que tuvo que hacer, toda esa sangre que derramó, todos esos gritos pidiendo clemencia… todo ese peso sería en vano.
Pero luego recuerda los momentos que pasó con Sofía. Está desesperada, no sabe qué hacer. Lyra empieza a temblar hasta que recordó unas palabras de su maestro:
—Lyra, si quieres que sea tu maestro, promete una sola cosa: que no matarás a personas inocentes. Si lo haces, estaré decepcionado de ti.
Esas palabras fueron como su respuesta. Retiró su espada de Sofía y se fue a matar a su objetivo. Sofía solo pudo ver cómo Lyra desaparecía, hasta quedar inconsciente por todo lo que había pasado.
#1233 en Fantasía
#199 en Magia
aventura epica, fantasia épica, fantasía drama acción misterio
Editado: 08.12.2025