Eco de las seis espadas

sombras de sangre y destino

En los sueños de Sofía, Lyra apareció como su pequeña niña. Se acercó corriendo y dijo con una sonrisa radiante:

—¡Mamá, mamá, por fin logré curar al pájaro!

Lyra estaba emocionada, feliz por haber dominado aquella magia.

Sofía la miró con ternura y respondió con una expresión de orgullo:

—Tienes talento para la magia curativa. Es una magia difícil de dominar.

Lyra se mostró aún más emocionada. Sofía, sonriendo, añadió:

—Lyra, posiblemente en el futuro salves muchas vidas.

La niña gritó de alegría, saltando como si el mundo entero fuera suyo:

—¡Sí! ¡Curaré a todos, salvaré la vida de muchas personas!

Lyra sonreía con inocencia, pero de pronto bajó la mirada y murmuró:

—Mamá… perdón. Anoche te lastimé.

Sofía se sorprendió. Lyra comenzó a llorar y la abrazó con fuerza.

—Mamá, perdón…

Sofía ya sabía que todo aquello era un sueño, pero aun así la abrazó con el corazón desgarrado. Lyra, con una sonrisa entre lágrimas, continuó:

—Mamá, puede que no cure tu corazón herido… pero quiero que despiertes y no preocupes a nadie más.

Sofía rompió en llanto.

—Perdón, Lyra… perdóname, Lyra…

La abrazó con toda su fuerza, aferrándose a esa niña que solo existía en sus sueños.

Lyra habló suavemente:

—Ya es momento de que despiertes mamá.

Sofía abrió los ojos con lágrimas en el rostro. Miró el techo de la habitación mientras escuchaba la puerta abrirse. Era Mireya, que entraba con una mirada de preocupación.

—Por fin despiertas.

Sofía la miró con una expresión perdida y solo alcanzó a decir:

—Nuestro informante…

Mireya la interrumpió con seriedad:

—Está muerto. Esa noche la asesina lo mató. Pero me alegra que, por lo menos, tú estés bien.

Sofía comenzó a llorar. Mireya la observó con preocupación.

—¿Sofía, estás bien? Voy a llamar a la enfermera.

Sofía habló entre lágrimas que caían por su rostro:

—Mireya… ahora no sé qué hacer. Encontré a mi hija, a la que creí muerta.

Mireya se sorprendió.

—¿Tu hija?

Sofía continuó, llorando con más fuerza:

—Mi hija Lyra… es la asesina. Y todo es mi culpa.

Sofía rompió en llanto y Mireya la abrazó, intentando comprender su dolor.

—Si tan solo no la hubiera dejado… Lyra no habría tomado ese camino…

Sofía lloró durante horas, hasta que finalmente comenzó a contarle toda su historia. Cuando terminó, se quedó dormida.

Mireya salió de la habitación y caminó por los pasillos hasta llegar a la sala donde administraba su reino. Se dirigió a su escritorio y, apoyándose en la mesa, murmuró:

—Así que Sofía tuvo una familia… una familia que perdió. Y ahora, la hija que creía muerta resulta que trabaja para esa organización.

Suspiró con cansancio.

—Hoy estuve muy cerca de ellos… pero un día dejarán de escaparse de mis manos, bastardos.

En ese momento, Rafael entró.

—Mi reina Mireya, he cumplido con mi misión.

Mireya se sorprendió.

—Rafael, qué bueno verte bien. ¿Dónde está?

Rafael respondió, algo nervioso:

—Está aquí afuera… pero también vino alguien más.

Mireya frunció el ceño.

—¿Alguien más?

De pronto, dos personas entraron: una mujer y un hombre. Mireya observó a la mujer con seriedad.

—Tú debes ser Thara.

La joven asintió.

—Mucho gusto. Soy Thara, portadora de la espada del rayo.

Mireya luego miró al hombre.

—¿Y tú quién eres?

El hombre respondió con una sonrisa alegre:

—Soy Orión, portador de la espada de viento.

Mireya giró la mirada hacia Rafael, alzando la voz:

—Rafael, ¿me puedes explicar por qué el portador de la espada de viento está aquí, cuando solo te pedí que trajeras a Thara?

Rafael guardó silencio. Orión intervino con una sonrisa confiada:

—Reina Mireya, yo jamás me separaría de Thara… porque quiero que ella sea mi futura esposa.

Mireya quedó impactada por la confesión y miró a Thara.

Thara, algo avergonzada, respondió:

—Orión, ya te dije que no estoy pensando en una relación por ahora.

Orión, algo triste, contestó:

—Sí, lo sé… pero como dices, no estás pensando en una relación ahora. Quizá en un futuro nosotros podamos casarnos

Terminó con una sonrisa esperanzada.

Thara, seria, replicó:

—Será en un futuro lejano. Por ahora no quiero nada que se parezca a una relación de pareja.

Mireya ajustó la voz un poco para que le prestaran atención.

—Entonces… ¿están en una relación o no?

—No —respondió Thara con voz firme.

Mireya los observó y, pese a todo, se sintió un poco aliviada.

—Bueno, al menos me alegraron el día. Me complace conocer a los nuevos portadores de las espadas.

Orión, curioso, intervino:

—Reina Mireya, ¿podría explicarnos un poco más sobre las espadas? He escuchado muchas versiones distintas.

Mireya asintió y comenzó a hablar con solemnidad:

—Hace dieciséis años comenzó la guerra contra los demonios. Muchos murieron, pero seis héroes —conocidos como los Seis Reyes— se alzaron con espadas legendarias: fuego, agua, rayo, hielo, viento y tierra.
Ellos dominaron esos elementos y lograron derrotar al Rey Demonio. Fue una victoria amarga, porque aquel día también murieron.

Durante años buscamos a los nuevos portadores. Pero nadie fue digno. Las espadas no se dejan dominar: son ellas quienes deciden a quién servir.

—Me alegra saber que al menos dos personas han demostrado ser dignas de portar las espadas —comentó Mireya con un dejo de alivio.

Orión, con una mirada seria, preguntó:
—La espada que vi… ¿entonces es una de las legendarias?

Mireya asintió con calma.
—Es muy probable. Todo indica que se trata de la espada de hielo, y se encuentra en el territorio de la Capital de la Nobleza.

Thara intervino, su voz firme y sus ojos cargados de preocupación:
—He escuchado rumores de que la Capital Central y la Capital de los Nobles aún siguen en conflicto.




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