Eco de las seis espadas

entre sombras y ambiciones

El Cuervo la observaba con una sonrisa tranquila.
-Veo que cumpliste con tu objetivo, Lyra. Sí que muestras una gran eficacia.

Lyra lo miraba con frialdad, sin apartar los ojos de él. Ambos estaban sentados frente a frente en una mesa oscura. Finalmente, ella habló:
-Y bien... ¿cuál es mi siguiente objetivo?

El Cuervo sonrió con calma.
-Oh, veo que estás interesada en conocer lo que el Búho tiene preparado para ti.

Con un gesto lento, desplegó un mapa sobre la mesa.
-Tu próximo objetivo se encuentra en la otra capital... más conocida como la Capital de los Nobles.

Lyra inclinó la cabeza, observando los detalles del mapa. El Cuervo continuó con una sonrisa burlona:
-Lyra, este objetivo debe morir hoy.

La asesina lo miró sorprendida.
-¿Hoy? Sabes muy bien que este tipo de misiones puede tomar dos o tres días.

El Cuervo endureció el rostro.
-Es una orden directa del Búho. El objetivo debe morir sin excepciones... a menos que creas que es imposible para ti.

Lyra guardó silencio unos segundos, hasta que asintió con frialdad.
-Lo acepto. Pero antes necesito ver el lugar.

El Cuervo la interrumpió de inmediato:
-Imposible. El sitio está fuertemente resguardado. Solo habrá una baja en la seguridad durante la noche, en este punto del mapa.

Lyra lo miró con seriedad.
-¿Por qué tanta seguridad?

El Cuervo suspiró y respondió:
-Ayer escaparon dos portadores de las espadas legendarias. Y hoy mismo la Capital Central encontró a otra portadora más de la espada legendaria. Es normal que se sientan amenazados: sus mejores armas se les escapan, mientras sus enemigos encuentran nuevas.

Lyra entrecerró los ojos.
-Entonces... ¿la Capital de los Nobles tiene miedo?

El Cuervo sonrió con malicia.
-Veo que conoces el tema. Sabes que la Capital está dividida entre la Central y la de los Nobles.

Lyra apretó los dientes, molesta.
-Es absurdo que la Capital se haya dividido.

El Cuervo suspiró.
-Solo queda culpar al rey anterior.

Se levantó de la mesa con calma.
-Bueno, Lyra, te deseo suerte en tu objetivo. Yo tengo otros asuntos que atender.

El Cuervo se marchó, dejándola sola. Lyra regresó a su habitación. Al entrar, sus ojos se posaron en las manchas de sangre aún frescas en el suelo. Recordó la noche anterior: cómo había regresado herida, temblando, vomitando por el dolor y el peso de lo ocurrido con Sofía.

Sacudió la cabeza, apartando los recuerdos. Se obligó a respirar hondo y murmuró con voz firme:
-No tengo tiempo que perder. Debo prepararme para esta noche.

Mientras Lyra se preparaba para la noche, en lo profundo del bosque Kael y Samuel repasaban el plan para robar la Espada de Fuego.

Kael, con una sonrisa ambiciosa, murmuró:
-Hoy será la noche en que robaremos la espada... y nos haremos ricos.

Samuel, algo nervioso, miró al grupo de ladrones que los acompañaba.
-Recuerden el plan: debemos ser rápidos y silenciosos. Cualquier error... será nuestro fin.

El silencio del bosque se volvió más denso, como si incluso los árboles escucharan la conspiración. La codicia de Kael brillaba en sus ojos, mientras Samuel, inquieto, no podía sacudirse la sensación de que aquella noche marcaría un antes y un después para todos.

La noche había caído sobre toda la Capital, sumergiéndola en sombras.
En su habitación, Lyra terminaba de alistarse. Ajustó su capa, respiró hondo y salió en silencio, dirigiéndose hacia la Capital de los Nobles.

Al mismo tiempo, en lo profundo del bosque, Kael y Samuel se reunían con un grupo de ladrones. Con paso decidido, abandonaron la espesura rumbo a la catedral donde reposaba la Espada de Fuego. Esa noche, cada uno marchaba hacia su destino.

Lyra corría entre callejones oscuros, deslizándose como una sombra. En otro punto, Kael y los suyos alcanzaban la imponente catedral. Samuel señaló con cautela el camino hacia el techo.
-Por allí. Si subimos, podremos entrar desde arriba.

Lyra, ya dentro de la Capital de los Nobles, observó a dos guardias en su ruta. Se acercó con sigilo y, en un movimiento rápido, los dejó inconscientes. Luego continuó avanzando por pasajes oscuros, invisible para todos.

Mientras tanto, Kael y su grupo alcanzaban el sector de cristal en lo alto de la catedral. Con una sonrisa ambiciosa, extendió la mano y, usando su poder de fuego, derritió el vidrio hasta abrir un acceso.

En la Capital de los Nobles, Lyra se aproximaba al lugar donde se encontraba su objetivo. Se posicionó en silencio, lista para un ataque sorpresa.

En la catedral, Kael y los ladrones descendieron con cuidado. El silencio era absoluto. Entonces, Kael la vio: la Espada de Fuego, brillando con un resplandor rojizo en el altar. Sus ojos se llenaron de ambición. Preparó un pequeño explosivo, lo suficientemente débil para no alertar a toda la ciudad, pero capaz de abrir el sello que protegía el arma.

En paralelo, Lyra, oculta entre sombras, fijaba la mirada en su objetivo. Su respiración se volvió lenta, controlada. El momento había llegado.

Kael hizo detonar el pequeño explosivo, pero la roca donde estaba incrustada la espada apenas se resquebrajó. Intentó una segunda vez, y el resultado fue el mismo: nada.

Samuel, con el rostro pálido, dio un paso atrás.
-Ya es suficiente, Kael. Al parecer la piedra es más dura de lo que pensamos. Es hora de irnos.

Pero Kael, cegado por la ambición, lo ignoró.
-No. Ya hemos llegado hasta aquí y no podemos irnos con las manos vacías.

Colocó su mano derecha sobre la roca y concentró toda su energía. Un estallido de fuego sacudió el altar, destrozando la piedra en mil fragmentos. La Espada de Fuego salió disparada, iluminando la catedral con un resplandor carmesí.

Kael la contempló con orgullo, pero el estruendo había sido demasiado fuerte. Cinco guardias, alertados por el ruido, irrumpieron en la sala y los rodearon con las armas en alto.




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