La tensión se notaba en el aire. Mireya y Antonio estaban a punto de enfrentarse; los guardias observaban, y también los habitantes del castillo seguían cada movimiento. Mireya se elevó más alto en el cielo, alcanzando la misma altura que Antonio.
Antonio comenzó a hablar con una sonrisa burlona:
—Jajaja… Mireya, la que posee el elemento de la luz, también conocida como la niña del pecado, la ladrona del poder de la diosa Isabel.
Mireya, con una sonrisa serena, respondió:
—Veo que conoces mi historia.
Antonio, con una mirada afilada, replicó:
—¿Y cómo no conocerla? También eres la enemiga número uno de la religión de la diosa Isabel.
Ambos se prepararon para el enfrentamiento. Una gran cantidad de maná se desprendió de sus cuerpos, haciéndose notar en toda la capital central. Con una velocidad impresionante, chocaron sus espadas. Los guardias que observaban desde abajo solo podían ver dos luces, una amarilla y otra roja, que se cruzaban una y otra vez en el cielo.
Mireya y Antonio se separaban tras cada choque, para luego volver a embestirse con más fuerza. El frenetismo de los golpes era tal que sabían que un mínimo error significaría la derrota. En medio del intercambio, Mireya comenzó a usar magia contra Antonio.
Desde lo más alto del castillo, Rafael, su sirviente, observaba la pelea y murmuraba:
—Mireya ahora mismo está demostrando por qué es la reina de la capital. Todos desconocían su verdadero poder.
Mientras las espadas seguían chocando con fuerza, Rafael continuó:
—Por eso no la respetaban. Ahora toda la capital entiende cómo fue que Mireya llevó a cabo el golpe de estado contra el rey.
Mireya logró acertar un ataque mágico que obligó a Antonio a elevarse aún más. Él, al ver cómo toda la gente de la capital central observaba el enfrentamiento, apretó los dientes con furia.
—¡Maldita seas, Mireya!
Apuntó su espada hacia arriba y múltiples círculos mágicos comenzaron a formarse. Con una sonrisa desafiante, exclamó:
—¿Qué harás con esto, Mireya? Todo el mundo dice que eres muy poderosa, pero ¿serás capaz de detener todos estos ataques?
En el castillo, Sofía ordenó a los guardias:
—¡Informen a todos! Deben interceptar los ataques.
Un guardia replicó con desesperación:
—¡No podremos detenerlos todos, es imposible!
Sofía, apretando los puños, miró a Thara, Orión y Diana:
—Es hora de que demuestren su poder, ¿no creen?
Thara y Orión, con una mirada firme, respondieron:
—Haremos todo lo posible para detener la mayor parte.
Acto seguido, se dispersaron hacia los puntos estratégicos preparados para recibir y contener los ataques que se avecinaban.
Diana, en cambio, temblaba de miedo. Sofía sabía que no estaba preparada.
—Diana, tú vienes conmigo.
Aunque no comprendía lo que Sofía planeaba, Diana sabía que no tenía opción y la siguió.
Antonio, con una risa desquiciada, gritó:
—¡Veamos qué puedes hacer, Mireya!
Entonces lanzó todos sus ataques: fuego, agua, viento, rayo, hielo y tierra.
Mireya, al ver cómo se acercaban, cerró los ojos y se sumergió en sus recuerdos.
Mireya recordó a un hombre y le hizo una pregunta:
—Mireya, ¿sabes qué es un rey y una reina?
Mireya, algo desinteresada en el tema, respondió:
—A ver… claro, dime el significado.
El hombre continuó:
—Un rey es aquel que está al frente de toda batalla. Es el que procura la seguridad del reino ante todo y salvar a todos; el último en salvarse es él mismo. Es el que no permite la corrupción y es piadoso con los pobres.
Mireya, con una mirada de orgullo, contestó:
—Sabes… creo que serás un magnífico rey, Noah.
Luego el recuerdo se tornó oscuro: todo un bosque estaba en llamas y un cuerpo sin vida se encontraba allí. Mireya, entre lágrimas, solo pudo decir:
—¡Noah, no!
Mireya salió de sus recuerdos, guardó la espada, extendió los brazos y un poder inimaginable salió de ella. Todo el mundo miraba cómo el cielo se iluminaba y cómo un manto de luz, acompañado de vientos, iba cubriendo toda la capital. Nadie podía creer el poder que estaba desprendiendo Mireya.
Unos guardias, sorprendidos e impactados, murmuraban:
—¡Esto es el poder de una diosa divina!
—¡Es imposible que un ser humano tenga tanto poder!
Los ataques solo podían estrellarse contra el manto de luz, pero algunos lograron pasar antes de que el manto cubriera todo. Entonces Thara, con la velocidad de un rayo y la Espada Legendaria de Rayo, cargó un potente ataque e interceptó muchos ataques mágicos. Orión, en otro lado de la capital, corría por los techos impulsado por el viento cargado en su espada, un viento que cortaba todo a su paso, interceptando los ataques.
Sofía, tocando su collar de copo de nieve, dejó que su cabello y sus ojos se tornaran blancos, desprendiendo una cantidad de maná increíble. Luego ordenó a Diana que lanzara un ataque hacia el cielo con todo su poder. Diana obedeció y, con la Espada de Agua, lanzó una gran cantidad de agua a presión. Sofía interceptó el ataque de Diana con mucho poder; al chocar, miles de fragmentos bañados en maná salieron disparados a gran velocidad, interceptando todos los ataques que no había cubierto el manto.
Después Sofía cargó una esfera de hielo y la lanzó hacia el cielo, dirigida contra Antonio. Al percatarse, Antonio se cubrió. El impacto generó un humo blanco que lo cegó y, al disiparse, apareció Mireya. Antonio, por instinto, chocó las espadas, pero salió expulsado hacia atrás por el increíble poder de Mireya.
Mireya se lanzó de frente a atacar a Antonio. Él respondió con ataques de rayo, pero Mireya, de una manera casi imposible, logró esquivarlos todos. Antonio apenas conseguía seguirle el ritmo, mientras Mireya, con un ataque mágico, lo obligaba a retroceder hasta la capital de los nobles.
Antonio, con rabia en los ojos y odio en su mirada, mordía los dientes. Su espada temblaba de impotencia mientras observaba cómo Mireya cargaba un ataque mágico poderoso. Antonio también se preparó, concentrando su energía en la espada.
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Editado: 08.12.2025