Ecos

INVIERNO

     8 años han pasado ya desde la última vez que estuvimos juntos, cada día hago lo posible por no olvidar esos recuerdos.

Dicen que en esta vida hay tres amores que te marcan. El primero, es tu primer amor, con el que experimentas por primera vez el sentimiento, una relación y que se basa más que nada en apariencias, pero aún así, te marca. El segundo, es el amor de tu vida, aquel que te marca a tal grado que cuesta demasiado olvidar. Que te enseña bastantes cosas y cambia tu panorama sobre mantener una relación, te motiva a hacer cosas nuevas, a experimentar y sobre todo a amar. El tercero es el amor para tu vida, aquel que te complementa y más que enseñarte, te motiva a crecer. Hay ese tipo de conexión en la cual todo va más allá de peleas, juegos infantiles, todo es más variado y al mismo tiempo más equilibrado, es aquel en el que nada te cuesta, todo te sale tan natural y sincero. Una forma de amor más puro.

      Esta es la historia de mi primer amor.

La conocí a finales en mi segundo año de secundaria, cuando la vi por primera vez creí que sería una chica inalcanzable, muy cerrada y con poca buena actitud. Hasta que comenzamos a cruzar palabras gracias a un taller de danza folklórica. La instructora armó las parejas según el tamaño de los alumnos. Para mi fortuna, ella y yo teníamos la misma estatura. Cada ensayo era mejor, pues su vibra, su risa, sus comentarios, su cabello rizado, sus ojos castaños y su bello aroma captaban más mi atención.

     Comenzaron los ensayos, estos se volvían más frecuentes, así como nuestras charlas, tras cada palabra, comenzábamos a llevarnos mejor.

Quizás ella no lo sabía en ese momento, pero al final de cada baile, ella daba un giro y su cintura terminaba abrazada por mi brazo mientras nos mirábamos fijamente. Debo admitir que todo dentro de mí se desordenaba, me olvidaba de cómo existir cuando ella estaba tan cerca.

     Pasaron semanas, las charlas se volvieron citas. Siempre quedábamos de vernos en el mismo lugar del parque del pueblo.

      Llegó el día en que presentamos el acto. Había un tipo mayor que nosotros que deseaba estar con ella. Antes de salir al escenario discutieron, la cual concluyó con ella diciendo que se sentía mejor estando conmigo. Corrió hacia mí y me abrazó. En ese momento no creía que realmente le gustara pero se sentía tan bien. Pasaron unos cuantos días para formalizarlo, y así fue.

Paseábamos por la escuela tomados de la mano, felices los dos por estar juntos. Siempre me invitaba con sus amigos y me daba miedo no encajar pero con ella todo marchaba bien.

      En esa época yo no era muy querido por mis compañeros, tanto de mi salón como en los demás. Ella era ruda, yo muy miedoso, me cuidaba de todos los que querían hacerme daño. También era sumamente celosa; como cualquier mujer. Odiaba que se me acercaran mujeres, que hablaran de cualquier manera de mí; hasta cierto punto lo que hoy en día algunos conocen como ‘‘tóxica’’. 

Así fue todo mi segundo año y yo era feliz, pero ni lo bueno tanto tiempo dura…

    Recibimos malas noticias. Ella debía regresar a los Estados Unidos cuando terminara el año. Ni ella lo creía y yo no lo aceptaba.

Hablamos al respecto, y ni aún así logramos hacer algo.

      Pasaron dos meses, en los cuales no supe nada de ella… Hasta que recibí un mensaje de su parte donde me escribió que ya se encontraba allá con su familia. Al momento no supe cómo reaccionar. Estaba triste. Habíamos acordado vernos un día antes de que preparara sus cosas para irse para poder despedir a la niña que en su momento me cuidó, me amó y me enseñó tantas cosas buenas y nuevas. Sentí tanta impotencia, dolor, miedo…

      Nos escribíamos y hablábamos todos los días, pero no era lo mismo.

      La extrañaba…

      Mi último año fue bueno. Logré defenderme en múltiples ocasiones por mi cuenta. Para mí era una forma de sentirla cerca. Al poco tiempo perdimos contacto. Desapareció de las redes, ya no respondía mis mensajes, y así fueron pasando los años. 

      Aún así, no dejé de pensar en ella, no dejo de hacerlo. Y me pregunto si alguna vez habrá pensado en mí o me habrá extrañado de la misma manera, me pregunto si está bien, si me recordará igual.

 

      El primer amor nunca se olvida y pues, sí, así es…

      No hay moraleja en esta historia.

      Simplemente la vida te da y te quita, no importa si estás listo o no.




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