El sonido del agua goteando en el lavabo es lo primero que Lina percibe al despertar. Está acostada en el borde de la cama, con la ropa aún puesta y el rostro pegajoso de sudor frío. La tenue luz de la mañana se filtra por las cortinas, bañando la habitación en un resplandor grisáceo.
Se incorpora lentamente, sintiendo el peso de la fatiga acumulada en sus huesos. La noche anterior es un borrón en su memoria, difuso y distorsionado como un sueño que se evapora con la llegada del día. Los fragmentos que recuerda son desconcertantes: un hombre, una bestia, ojos que la miran con una mezcla de compasión y resentimiento.
Lina se pasa la mano por la cara, intentando aclarar su mente. Esto tiene que parar. Sabe que está al borde de algo peligroso, que si no recupera el control, su cordura podría desmoronarse. Las alucinaciones han ido en aumento, volviéndose más vívidas, más intensas, y cada vez es más difícil separarlas de la realidad.
Se levanta tambaleante y se dirige al baño. Se detiene frente al espejo, esperando ver su reflejo habitual, pero lo que encuentra es una imagen distorsionada. Sus ojos, normalmente brillantes, están opacos y hundidos, rodeados de oscuras ojeras. Su piel parece pálida, casi traslúcida, y hay una tensión en su mandíbula que no había notado antes. Es como si la mujer que la mira desde el otro lado no fuera del todo ella.
Mientras abre el grifo para lavarse la cara, su mente vuelve a los eventos de la noche anterior. ¿Qué fue lo que vi realmente? Esa criatura, ese hombre... La confusión se apodera de ella nuevamente, pero algo en su interior le dice que no puede seguir ignorándolo. Necesita respuestas, una forma de entender lo que le está sucediendo antes de que pierda el control por completo.
Termina de arreglarse, se viste con ropa limpia y se dirige hacia la cocina. La cafetera ya está preparando su taza diaria, el aroma familiar llenando el aire. Sin embargo, hoy ese olor no le brinda consuelo. Cada sorbo de café le sabe amargo, como si el sabor estuviera cargado con las dudas que la atormentan.
Mientras desayuna, su implante en la muñeca emite un leve pitido. El mensaje es de su supervisor en el laboratorio, recordándole la reunión de esa mañana. Los exámenes neurológicos. Lina siente un escalofrío recorrer su espalda. Esos exámenes siempre la han puesto nerviosa, aunque nunca ha sido capaz de explicar por qué.
Mientras deja la taza sobre la mesa, algo en la esquina de su visión la hace detenerse. Un destello, un movimiento fugaz que casi pasa desapercibido. Se vuelve lentamente, escaneando la habitación, pero todo parece en orden. Todo salvo una cosa.
En la esquina de la mesa, al lado de la cafetera, hay algo que no debería estar allí: un mechón de pelo oscuro, enrollado como si hubiera sido arrancado de raíz. Lina lo toma con cautela, su mente corriendo con posibles explicaciones. ¿De dónde salió esto? Pero más importante, ¿qué significa?.
El teléfono vibra en su bolsillo, sacándola de su ensimismamiento. Es una notificación de su sistema de monitoreo personal, indicándole que está retrasada para la revisión médica. Lina lanza un último vistazo al mechón de pelo antes de guardarlo en una pequeña bolsa de plástico. Lo llevará con ella. Quizás los exámenes puedan arrojar algo de luz sobre lo que está ocurriendo.
Cuando sale de su apartamento, la ciudad parece aún más silenciosa que de costumbre. El cielo está nublado, y el aire es frío y húmedo, como si la tormenta de la noche anterior aún no hubiera terminado del todo. Mientras camina hacia el transporte público, una sensación de déjà vu la invade, una extraña certeza de que ha pasado por esto antes, aunque no puede precisar cuándo.
El trayecto al laboratorio es breve, pero cada minuto se siente como una eternidad. Lina no puede evitar sentirse observada, como si cada paso que da estuviera siendo vigilado por ojos invisibles. La paranoia crece en su interior, avivada por el incidente del mechón de pelo. ¿Y si hay algo más, algo que aún no ha visto?
Al llegar al laboratorio, la sensación de vigilancia se intensifica. La entrada al edificio está vacía, pero Lina percibe un ligero temblor en el aire, una vibración que apenas es audible. Se esfuerza por ignorarla mientras se dirige a la sala de exámenes, pero su mente sigue regresando al mechón de pelo, a la imagen de la bestia y el hombre. Nada encaja, pero todo parece estar conectado.
La puerta de la sala de exámenes se abre automáticamente, revelando un interior estéril y blanco. El doctor que la espera es alguien que Lina ha visto muchas veces antes, un rostro familiar en un lugar donde todo debe ser predecible. Pero hoy, incluso él parece diferente, sus ojos brillan con una intensidad que Lina no había notado antes.
"Buenos días, Lina," dice el doctor con una sonrisa que no llega a sus ojos. "Vamos a comenzar con los exámenes de rutina. Solo relájate y sigue las instrucciones."
Lina asiente, pero no puede evitar sentir un nudo en el estómago. Mientras se recuesta en la camilla y el escáner comienza a girar sobre su cabeza, el frío metal de la máquina contra su piel le parece extrañamente reconfortante. Todo está bajo control, se repite.
Pero mientras las luces parpadean y el zumbido del escáner llena la habitación, un pensamiento oscuro se cuela en su mente: ¿Y si todo esto es parte de la alucinación? ¿Y si el peligro no está afuera, sino dentro de ella misma?
El examen continúa, pero la inquietud de Lina solo crece. Y cuando las imágenes de su cerebro comienzan a aparecer en la pantalla, su corazón se detiene por un instante.
Algo está mal.