Ecos de delirios

Capítulo 12: Sangre en la Niebla

Lina ha estado trabajando intensamente en su proceso de recuperación, pero a pesar de sus esfuerzos, la desesperación y el miedo persisten. Siente que el cielo gris y el ambiente opresivo de la ciudad reflejan su estado interno. El constante flujo de alucinaciones y recuerdos perturbadores la están consumiendo.

En un intento de encontrar propósito y alivio, Lina decide ir a los barrios marginales para ayudar a los sin hogar. Se siente impulsada a ofrecer asistencia y cuidado a quienes están en situaciones desesperadas, creyendo que esto podría ayudarla a confrontar sus propios demonios.

Esa noche, mientras recorre las calles oscuras, Lina encuentra un grupo de personas en un callejón, tratando de intervenir en una situación alarmante. Un hombre está atacando brutalmente a lo que parece ser un perro callejero, que se retuerce de dolor y miedo. El sonido de los gritos del animal y la brutalidad de la escena la paralizan.

Lina, con el corazón acelerado, se acerca rápidamente para detener la violencia. En su desesperación, se enfrenta al hombre, tratando de defender al animal. La escena se vuelve caótica cuando el hombre, en un ataque de furia, se vuelve contra Lina.

El enfrentamiento es violento y descontrolado. Lina se encuentra envuelta en una lucha brutal con el hombre, quien la golpea y la hiere mientras ella intenta proteger al perro. La sangre de ambos se mezcla en el suelo, y Lina siente que está perdiendo la batalla. El dolor y la confusión se entrelazan con las visiones distorsionadas que ha estado experimentando.

En medio del caos, Lina, impulsada por una desesperación ciega, logra finalmente superar al hombre. Con un último esfuerzo, lo empuja contra una pared y lo mata en una acción brutal y frenética. La violencia termina abruptamente y Lina se tambalea, exhausta y herida.

Cuando el caos se disipa, Lina se arrodilla junto a lo que aún cree que es el perro callejero. Pero al acercarse, la verdad golpea su mente como un rayo: el "perro" no es un animal, sino un niño pequeño y herido. La realidad la golpea con fuerza, y el peso de su acción la paraliza.

Lina está en estado de shock. La sangre cubre sus manos y su ropa, y el niño yace en el suelo, con heridas graves pero aún con vida. La visión del rostro del niño, su pálida piel y su expresión de dolor la atraviesan como una daga. La culpa y el horror se apoderan de ella.

Los servicios de emergencia llegan poco después, y Lina es tratada como testigo y sospechosa en la escena del crimen. El niño es llevado al hospital, y la policía investiga la situación. Lina se encuentra en estado de shock, incapaz de procesar completamente lo que ha hecho.

En su apartamento, Lina se enfrenta a la realidad de sus acciones. El dolor físico de sus heridas es menos intenso que el dolor emocional de haber matado a un niño en lugar de a un perro callejero. La experiencia ha dejado una marca indeleble en su psique, y el peso de la culpa y el arrepentimiento es abrumador.

Mientras limpia las heridas y trata de calmar su mente, Lina reflexiona sobre la violencia y el sufrimiento que ha causado. La lucha con el hombre y la trágica revelación del niño reflejan la batalla interna que está librando. Se da cuenta de que, aunque intentó hacer lo correcto, el precio que ha pagado es demasiado alto. La tristeza y la fragilidad de su situación se reflejan en su rostro. La búsqueda de respuestas y el deseo de sanar están ahora entrelazados con la dolorosa realidad de sus recientes experiencias, y Lina se enfrenta a un futuro incierto lleno de culpa y desesperación.




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