Ecos de delirios

Capítulo 14: Ecos del Pasado

Lina se sentía pequeña en la vasta sala de espera de la estación de policía, el murmullo de conversaciones y el sonido lejano de teléfonos creando una banda sonora extrañamente calmante para su mente atormentada. Se encontraba entre la realidad de su culpa y la búsqueda de redención, atrapada en un limbo emocional que la hacía cuestionarse a cada momento si había tomado la decisión correcta al entregarse.

Finalmente, su nombre fue llamado. La llevaron a una sala de interrogatorios sencilla pero intimidante, con paredes grises y una mesa de metal en el centro. El detective que la había abordado en el callejón la esperaba, acompañado por otro oficial que se presentó como el teniente Gómez. Este último tenía un semblante severo, con ojos penetrantes que parecían escudriñar cada aspecto de Lina.

"Señorita Lina, sabemos que la situación fue complicada y que su intención era proteger al niño", comenzó Gómez, sin preámbulos. "Pero necesitamos entender todos los detalles. Cuéntenos exactamente qué sucedió, desde el principio."

Lina tragó saliva, sintiendo que el nudo en su garganta se apretaba. Respiró hondo, intentando ordenar sus pensamientos, y comenzó a narrar los eventos de la noche anterior. A medida que hablaba, las imágenes se volvían más vívidas en su mente: el grito ahogado del niño, el brillo del cuchillo en manos del atacante, y el súbito estallido de violencia que había seguido.

El detective tomó notas mientras ella hablaba, asintiendo de vez en cuando, pero sin mostrar emoción alguna. Cuando Lina terminó, el silencio en la sala era ensordecedor. Gómez intercambió una mirada con el otro detective antes de hablar de nuevo.

"Es evidente que actuó en defensa propia y del niño", dijo Gómez, "pero el uso de la fuerza letal es algo que no tomamos a la ligera. Tendremos que seguir investigando, pero por ahora, le recomiendo que se mantenga accesible. Esto podría llevar tiempo."

Lina asintió, su corazón latiendo con fuerza. La ambigüedad de la situación la mantenía en vilo, pero sabía que no podía hacer nada más que esperar.

Cuando salió de la estación de policía, el sol ya comenzaba a descender, arrojando largas sombras sobre la ciudad. Lina se sentía agotada, tanto física como emocionalmente, pero la culpa que la había consumido comenzaba a mezclarse con un atisbo de esperanza. Quizás, pensó, enfrentarse a la verdad era el primer paso hacia la paz que tanto anhelaba.

Caminó sin rumbo, intentando ordenar sus pensamientos, hasta que sus pasos la llevaron a un pequeño parque cercano. Era un lugar que solía visitar en busca de tranquilidad, pero esta vez, el parque le parecía diferente, envuelto en una especie de niebla inquietante. Se sentó en un banco, observando el entorno con la mente aún revuelta.

Mientras contemplaba las hojas caídas y las sombras alargadas, un movimiento llamó su atención. Un perro callejero emergió de entre los arbustos, un animal esquelético y sucio que se acercaba lentamente, como si dudara si confiar en ella. Lina lo miró, sintiendo una extraña conexión con la criatura.

"Hola, amigo", murmuró, estirando la mano. El perro se detuvo, mirándola con ojos cansados, pero no se acercó más. Lina sintió una punzada de lástima por el animal, reflejo de su propia soledad y confusión.

Sin embargo, algo en la forma en que el perro la miraba la inquietaba. Había una profundidad en esos ojos que no parecía propia de un animal, una especie de comprensión que iba más allá de lo natural. Lina parpadeó, sintiéndose mareada, y cuando volvió a enfocar la vista, el perro ya no estaba allí. En su lugar, un hombre mayor, harapiento y con la mirada perdida, se encontraba de pie frente a ella, exactamente donde el perro había estado.

Lina se estremeció. Su mente estaba jugando con ella, distorsionando la realidad de una manera que le resultaba aterradora. Pero el hombre no dijo nada, simplemente se dio la vuelta y se alejó, dejando a Lina con un sentimiento de vacío aún mayor.

Confundida y asustada por lo que acababa de experimentar, Lina decidió que no podía seguir así. Necesitaba ayuda, necesitaba hablar con alguien que pudiera darle una perspectiva clara de lo que estaba ocurriendo en su mente.

Caminó rápidamente hacia la oficina del Dr. Ramírez, esperando encontrarlo allí. Sin embargo, cuando llegó, la secretaria le informó que el doctor había salido inesperadamente y que no sabía cuándo regresaría. Lina sintió una punzada de frustración y miedo. Era como si todo a su alrededor estuviera fuera de su control.

Sin tener a dónde más ir, regresó a casa. Pero al llegar, encontró un sobre deslizado por debajo de su puerta. Al abrirlo, descubrió una nota escrita a mano, con un mensaje que la heló hasta los huesos: "No te detengas. La verdad está más cerca de lo que crees."

Lina se quedó mirando la nota, su corazón latiendo con fuerza. Algo en su interior le decía que esta era solo la punta del iceberg, y que lo que estaba por descubrir podría cambiarlo todo.




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