Lina se levantó de la cama después de una noche llena de pesadillas y alucinaciones, sintiendo que la realidad y la ficción se habían mezclado de manera inquietante. Cada rincón de su departamento le parecía un lugar lleno de presencias invisibles, y las sombras parecían moverse con vida propia, burlándose de su percepción. Sabía que tenía que salir de allí, respirar aire fresco y tratar de encontrar algo de claridad en medio del caos mental en el que se encontraba.
Después de vestirse apresuradamente, Lina tomó su bolso y se dirigió a la puerta. La idea de salir a la calle, donde todo parecía más tangible, la animaba un poco. Sin embargo, al abrir la puerta de su departamento, un escalofrío recorrió su cuerpo. La luz del pasillo, que normalmente le ofrecía cierta seguridad, parecía inusualmente tenue, y las sombras en las esquinas se alargaban de una manera que no podía explicar.
A medida que avanzaba por el pasillo y luego descendía las escaleras hacia la salida, Lina notó algo inquietante: las sombras en las calles parecían tener formas vagamente humanas, pero no eran personas. Eran más bien figuras espectrales, moviéndose en un patrón errático, como si estuvieran siendo arrastradas por una fuerza invisible. Su mente luchaba por racionalizar lo que veía, pero sabía que estas visiones no podían ser reales. Sin embargo, el miedo que le provocaban era muy real.
Intentando mantener la calma, Lina salió al aire libre, solo para ser recibida por una atmósfera opresiva. El cielo estaba cubierto de nubes oscuras que prometían tormenta, y la sensación de que algo no estaba bien se intensificaba con cada paso que daba. De repente, sintió una vibración en su muñeca. Miró su reloj, un dispositivo inteligente que estaba conectado con su implante neurológico, el cual regulaba su estado mental y la mantenía informada sobre su salud.
El reloj había encendido una luz parpadeante, y una notificación apareció en la pantalla: "Cita con el neurólogo programada para hoy a las 11:00 AM". Lina se detuvo en seco. Había olvidado por completo la cita. El neurólogo era responsable de revisar y ajustar el dispositivo que llevaba implantado en su cerebro, un aparato diseñado para ayudarla a controlar sus episodios de ansiedad y alucinaciones. Sin embargo, últimamente, el dispositivo había comenzado a fallar, y Lina sospechaba que estos errores eran los responsables de las visiones cada vez más intensas y aterradoras que estaba experimentando.
La notificación era un recordatorio de que necesitaba asistencia profesional, pero también representaba una esperanza de alivio. Si el neurólogo lograba reparar el dispositivo, tal vez las alucinaciones desaparecerían, y su mente podría encontrar paz nuevamente. Sin embargo, el camino hacia la clínica no iba a ser fácil, no con las sombras acechando en cada esquina y su mente jugando trucos aterradores.
Respirando profundamente, Lina tomó la decisión de continuar hacia la clínica. Sabía que no podía permitir que el miedo la paralizara. Mientras caminaba por las calles, las sombras parecían seguirla, moviéndose en el borde de su visión, pero Lina se concentró en el destello de luz en su reloj, usando la cita como un faro que la guiaba a través de la oscuridad de su propia mente.
Cada paso que daba la acercaba más a la clínica y a la posibilidad de recuperar el control sobre su vida. Sin embargo, también era consciente de que, para llegar a ese punto, tendría que enfrentarse no solo a los defectos del dispositivo neurológico, sino también a los rincones más oscuros de su psique, esos lugares donde las sombras se convertían en algo más que meras alucinaciones.