Ecos de hielo y sangre

Capitulo 4 : ecos en el silencio

"A veces, el silencio no separa... revela."

Aurora

A la mañana siguiente, la oficina no parecía la misma.
El sonido habitual del tecleo, las conversaciones suaves, el aroma del café recién servido...
nada de eso estaba ahí.

En su lugar, el ambiente estaba impregnado por un silencio incómodo,
uno que se pegaba a la piel como una sombra difícil de ignorar.

Aurora llegó temprano.
Demasiado temprano.
Necesitaba tiempo para recomponerse, para fingir serenidad.
Pero el café sabía a agua,
y sus manos temblaban un poco mientras encendía la computadora.

Desde ese beso-
ese maldito beso-
algo en ella se había quebrado.
Algo pequeño, invisible...
pero profundo.

El eco de unos pasos la sacó de sus pensamientos.
Su corazón dio un vuelco sin pedir permiso.

Adam.

Apareció reflejado primero en la pantalla,
antes de que Aurora tuviera el valor de mirarlo directamente.
Su traje oscuro, su caminar seguro, su expresión tranquila...
como si el mundo no hubiera ardido la noche anterior.

Se sentó en su lugar,
encendió su ordenador,
y el silencio entre ellos se convirtió en una barrera infranqueable.

Aurora bajó la mirada.
Sentía que si lo observaba un segundo más, se rompería por dentro.

Entonces, su voz la alcanzó.
Esa voz grave, contenida, suave como una herida que aún sangra:

-Buenos días, Aurora.

Ella levantó la vista con una sonrisa forzada,
esa que siempre usaba cuando algo dolía demasiado.

-Buenos días, Adam -susurró.

El temblor en su voz fue imposible de ocultar.
Él lo notó.

Adam abrió la boca para hablar,
pero Aurora no podía permitirse escucharlo.

-No te preocupes por lo de ayer -dijo rápidamente, intentando sonar firme-.
No ha pasado nada. Estamos aquí para trabajar. Solo eso.

Adam asintió,
aunque su mirada decía otra cosa.
Decía que sí había algo,
que sí dolía,
que sí quería explicarse...
pero no sabía cómo hacerlo sin desarmar lo poco que quedaba en pie.

Así que huyó hacia lo familiar: la rutina.

-Te dejé los archivos del nuevo proyecto -dijo, con un tono más frío de lo que pretendía-.
Revísalos cuando puedas. Tu opinión será útil.

Aurora solo asintió.
Ni siquiera alzó la vista.

El día entero fue una danza muda,
llena de respiraciones contenidas,
miradas robadas,
y sentimientos atrapados entre teclas.

Adam

No podía enfocarse.
Cada movimiento, cada gesto de Aurora,
se quedaba grabado en él con una intensidad absurda.

El cabello cayéndole sobre el hombro,
la delicadeza con que tocaba el teclado,
la forma en que tragaba saliva cada vez que él movía la silla.

El dolor en sus ojos.
Eso lo mataba.

Porque Aurora Lys era una contradicción viviente:
luz en medio de su oscuridad.
Y él no sabía qué hacer con eso.

Cuando la noche cayó, dejó la oficina con el pecho apretado.
El viento helado le golpeaba el rostro como un recordatorio
de la soledad que había aprendido a cargar.

En su apartamento, Franchesca lo esperaba con una sonrisa bonita,
pero vacía.

-¡Por fin llegas! -dijo, abrazándolo.

Adam se quedó quieto.
Ese abrazo no le significaba nada.
Sentía su cuerpo ahí, pero no su alma.



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En el texto hay: destino, romance, trianguloamoros

Editado: 22.11.2025

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