De vuelta en casa, el viento y la lluvia continuaban golpeando las ventanas, como si el pueblo entero estuviera bajo el asedio de algo más que una tormenta. Sara se dejó caer en la cama, agotada pero incapaz de dormir. Las palabras del hombre en el faro, la sensación de peligro, y las notas crípticas en el cuaderno llenaban su mente. La advertencia de que "algunas verdades no deben ser descubiertas" resonaba como una amenaza, y sin embargo, Sara no podía detenerse ahora.
A la mañana siguiente, decidió buscar respuestas. Sabía que en el archivo del pueblo se guardaban registros y periódicos antiguos que quizá pudieran darle alguna pista sobre el faro o la desaparición de Lena. El edificio del archivo estaba en el centro del pueblo, una pequeña estructura de ladrillo con un letrero oxidado que indicaba "Biblioteca y Archivo de Puerto Sombrío".
Al entrar, el lugar estaba vacío, salvo por una mujer mayor que estaba en el mostrador, sus gafas al borde de la nariz y una expresión de curiosidad al verla.
—Buenos días. ¿En qué puedo ayudarte? —preguntó la mujer, mientras observaba a Sara con una mezcla de amabilidad y desconfianza.
—Estoy buscando información sobre el faro… y sobre desapariciones en el pueblo, en especial hace unos diez años —respondió Sara, intentando mantener la voz tranquila.
La mujer la miró fijamente por un momento, antes de levantarse lentamente y señalar una sección en el fondo de la sala.
—Los archivos están allí, pero no hay mucho. Pocas personas en este pueblo desean recordar lo que ha sucedido en el pasado —dijo, como si quisiera advertirle algo sin decirlo directamente.
Sara agradeció con un gesto y se dirigió hacia los estantes, donde los periódicos y archivos estaban almacenados en carpetas polvorientas. Comenzó a revisar los papeles, buscando noticias de aquella época. Pronto encontró varios artículos que mencionaban tormentas fuertes y naufragios en la costa. Sin embargo, uno en particular llamó su atención: un artículo de hace quince años hablaba de la desaparición de una joven llamada **Clara**, que también había desaparecido durante una noche de tormenta.
Leyó el artículo detenidamente. Clara, al igual que Lena, había sido vista por última vez cerca del faro. La policía había investigado, pero no se encontraron pruebas ni rastros. El caso se cerró como un "accidente probable". Sara sintió un escalofrío. ¿Podría haber alguna conexión entre las desapariciones?
Siguió revisando los documentos y encontró más notas en los diarios locales. Mencionaban rumores y teorías entre los habitantes del pueblo, algunos de los cuales decían haber visto figuras extrañas cerca del faro durante las noches de tormenta. Pero lo que más le sorprendió fue una breve mención de un tal **Héctor Reyes**, el último guardián del faro, quien aparentemente había dejado su puesto poco después de la desaparición de Clara
Sara apuntó el nombre en su cuaderno, decidida a averiguar más. Pero antes de que pudiera seguir investigando, sintió una presencia detrás de ella. Se giró rápidamente y vio a Tomás, quien la observaba en silencio con una expresión preocupada.
—¿Tomás? ¿Qué haces aquí? —preguntó, sintiéndose sorprendida.
—Podría preguntarte lo mismo. Te vi entrar y pensé en detenerte antes de que sigas hurgando en cosas que deberías dejar en paz —respondió él, su tono serio y su mirada dura.
—¿Por qué todo el mundo me dice lo mismo? Lena era mi hermana. Tengo derecho a saber lo que le sucedió —insistió Sara, sintiendo que su determinación se volvía aún más firme.
Tomás suspiró, y tras un momento de duda, se acercó un poco más a ella.
—Escucha, Sara… hay cosas que ni yo entiendo del todo. Pero te puedo decir que las desapariciones no son coincidencia. Hay algo en ese faro. Algo que nadie quiere admitir. Héctor, el último guardián, siempre decía que había "algo más" en el faro, que lo había visto en las noches de tormenta. Muchos decían que estaba loco, pero después de lo de Clara, y luego lo de Lena… la gente empezó a creerle.
Sara lo escuchaba con atención, procesando cada palabra. Héctor Reyes era la pieza clave que le faltaba, alguien que quizás podría ayudarla a entender lo que realmente había sucedido
—¿Dónde puedo encontrarlo? Necesito hablar con él —preguntó, con la urgencia marcada en su voz.
Tomás la miró como si estuviera a punto de detenerla, pero luego suspiró, resignado.
—Vive solo, en las afueras del pueblo, cerca del bosque. Pero te advierto, no será fácil hablar con él. Después de que dejó el faro, se alejó de todos y se volvió muy reservado. Algunos dicen que se volvió loco, otros que tiene miedo de algo. No sé si podrás sacarle información, pero… si estás tan decidida, él es tu mejor opción.
Sara asintió, sintiendo una mezcla de nervios y esperanza. Si Héctor sabía algo, entonces quizás estaba más cerca de la verdad de lo que pensaba. Esa tarde, decidió ir a buscarlo. Con las indicaciones de Tomás, llegó a una cabaña escondida entre los árboles, lejos del bullicio del pueblo. La construcción era sencilla y antigua, con las ventanas cubiertas por cortinas de tela gruesa y una pequeña chimenea que arrojaba humo al cielo nublado. Sara respiró hondo y golpeó la puerta.
Pasaron unos segundos antes de que se escucharan pasos arrastrados desde el interior. Finalmente, la puerta se abrió lentamente y apareció un hombre de aspecto desaliñado y mirada desconfiada. Sus ojos oscuros y profundos la miraron con una mezcla de sorpresa y resignación
—¿Quién eres? —preguntó en un tono áspero.
—Me llamo Sara. Estoy buscando respuestas sobre mi hermana, Lena, que desapareció hace diez años… cerca del faro. Me dijeron que usted podría ayudarme —dijo, tratando de sonar firme a pesar del miedo que empezaba a sentir.
Héctor la observó en silencio por un momento, como si estuviera evaluando si debía confiar en ella. Finalmente, suspiró y le hizo un gesto para que entrara.