Sara había dejado Puerto Sombrío, pero las experiencias de las últimas semanas seguían atormentándola. Aunque Lena parecía haber encontrado la paz, algo en su interior le decía que el misterio del faro no estaba completamente resuelto. Esa noche, tras una semana de pesadillas constantes en las que escuchaba la voz de Lena suplicando su ayuda, Sara se despertó con un estremecimiento y una sensación de urgencia inexplicable.
Sabía que debía regresar al pueblo.
Al amanecer, empacó unas pocas pertenencias y condujo de regreso a Puerto Sombrío, recorriendo el mismo camino por el que había huido en busca de tranquilidad. Ahora, el faro parecía llamarla una vez más, y aunque intentó razonar que todo estaba en su cabeza, el impulso de regresar era abrumador.
Cuando llegó al pueblo, decidió no advertir a nadie de su regreso. En lugar de eso, fue directamente a la casa de Héctor Reyes, el antiguo guardián del faro, esperando que él pudiera ayudarla a entender lo que estaba ocurriendo. Héctor la recibió con una expresión resignada, como si hubiera esperado que ella volviera.
—Sabía que volverías, Sara. La oscuridad de ese lugar… nunca te deja ir —murmuró Héctor, invitándola a entrar.
—Héctor, ayudé a Lena a descansar, pero no puedo dejar de sentir que el faro aún me llama. Siento su presencia en todas partes, como si algo más estuviera pidiendo ayuda —explicó Sara, tratando de ocultar el temblor en su voz.
Héctor asintió, como si comprendiera exactamente a qué se refería.
—Lo que viste en el faro es solo una parte de lo que realmente ocurre allí. Ese lugar no es solo un edificio; es un portal, un umbral entre este mundo y algo mucho más antiguo y oscuro. Desde que lo construyeron, han ocurrido cosas inexplicables… desapariciones, sombras en la noche. Lena no fue la única atrapada; hay más almas perdidas en ese lugar, Sara. Si regresaste, entonces creo que es porque ellas también necesitan tu ayuda.
Las palabras de Héctor hicieron que el aire se sintiera pesado en la pequeña habitación. Sara entendió que esta vez su misión era aún más peligrosa. Ahora, no solo se trataba de Lena; había más almas en pena atrapadas en el faro, esperando ser liberadas.
—¿Qué debo hacer? —preguntó, con determinación en su voz.
—Debes enfrentarte al faro una vez más. Esta vez, no lo harás sola. Lleva contigo el medallón de Lena. Y recuerda, cualquier cosa que veas o escuches… debes mantener la calma. Las sombras intentarán confundirte, pero si logras conservar tu mente, podrás guiarlas hacia la luz —respondió Héctor, con un tono solemne.
Esa noche, Sara volvió al faro. Esta vez, su determinación era más fuerte, pues sabía que había otros atrapados en ese oscuro abismo.