Ecos De Luz Y Sobras El Pacto Eterno

Capítulo 4

El precio de la verdad

El salón del reino angelical estaba cubierto por flores que Saimon había dispuesto como ordenó su rey, pero ni siquiera la belleza podía romper la densidad de la atmósfera. Demyan estaba sentado en su trono, más pálido que nunca, como un muerto que respira. Sus ojos vacíos apenas parecían sostenerse sobre la figura que aguardaba frente a él.

Truth permanecía erguida, imponente bajo la luz que atravesaba el portal de los vitrales del palacio. Su piel oscura resplandecía con un fulgor inhumano, su cabello blanco caía como un río de nieve, y ese aura angelical que envolvía su cuerpo hacía que incluso los soldados retrocedieran un paso. Saimon la observaba en silencio, con la misma mezcla de respeto y temor que había sentido desde que la conoció.

—Habla —ordenó Demyan con voz seca, como si cada palabra le costara desenterrar un pedazo de sí mismo.

Truth dio un paso adelante, sus ojos idénticos a los de Aria brillando con intensidad.

—Mi nombre es Truth —comenzó con un tono firme, como si recitara un juramento eterno—. Y antes de que el reino angelical cayera en ruinas, yo era una de sus guardianas. Pero cometí un delito… uno que fue castigado con la pena más cruel: el destierro de mi propia sangre.

Un murmullo recorrió la sala. Demyan inclinó apenas la cabeza, intrigado.

—¿Cuál fue ese delito? —preguntó con dureza.

Truth alzó la mirada al cielo, como si recordara cadenas invisibles apretándole el alma.

—Amar a quien no debía. Mi corazón perteneció a un ser prohibido, y por ello fui marcada con el exilio. Me enviaron al mundo humano… pero no me dejaron partir sin una misión. Una misión que no entendí en aquel entonces.

Hizo una pausa, cerrando los ojos como si reviviera siglos de dolor.

—Décadas después, una carta celestial llegó a mis manos. En ella me explicaban lo que debía hacer: guiar la luz de nuestra diosa angelical. Velar por ella hasta que su destino se cumpliera. Esa luz era Aria.

Las palabras retumbaron en el salón como un trueno. El corazón de Demyan se contrajo al escuchar su nombre.

—¿Qué dices…? —murmuró, la incredulidad marcando cada sílaba.

Truth lo miró directo a los ojos.

—Yo misma la llevé al orfanato humano cuando nació de aquella luz. La cuidé desde las sombras, la protegí mientras crecía, aunque su belleza la delataba como alguien que no pertenecía a este mundo. Y cuando su camino se cruzó con el tuyo y con el del reino de la luz, yo supe que el tiempo estaba cerca.

Saimon apretó los puños. Demyan permaneció inmóvil, pero el aire alrededor suyo se volvió más denso, como si su poder amenazara con desbordarse.

Truth dio un paso más, y su voz se volvió grave, casi temblorosa.

—He venido porque el tiempo se acaba. Aria ya no está en este mundo… y es mi deber traerla de vuelta. Ella es la única que puede poner fin a toda la oscuridad.

El silencio fue absoluto. Demyan se aferró al brazo del trono, como si necesitara sostenerse para no desplomarse.

—¿Traerla de vuelta? —repitió, apenas un susurro lleno de miedo y esperanza.

Truth asintió lentamente, pero su mirada se oscureció.

—Sí. Pero debes comprender algo, rey de la luz y oscuridad. El regreso tendrá un precio.

Demyan alzó la vista, sus ojos enrojecidos por el dolor.

—¿Qué precio?

Truth respiró profundo, su voz cargada de solemnidad.

—Cuando regrese, Aria será idéntica: su belleza, su delicadeza, su esencia. Pero ella ya no será la Aria que amaste. Regresará como la diosa angelical. Sus recuerdos de este mundo, incluso el amor que sintió por ti, serán borrados. Solo los ángeles decidirán si alguna chispa de lo vivido permanece en su interior.

Las palabras atravesaron a Demyan como una espada ardiente. Sintió que el aire lo abandonaba, que su pecho se desgarraba con cada latido. El eco de la voz de Aria en sus sueños —“Demyan, vive… nos encontraremos en la luz”— retumbó en su mente como una cruel burla del destino.

Truth lo observaba con firmeza, sin apartar los ojos de él.

—Todo depende de ti —dijo con dureza—. Solo tu decisión puede abrir el camino para su regreso. Pero entiende esto: ella será la diosa que todos esperan… no la mujer que amaste.

Demyan cerró los ojos. Su mandíbula temblaba, y por primera vez en mucho tiempo, lágrimas ardientes rodaron por su rostro.

Un silencio sofocante llenó la sala. Era el peso de una verdad imposible de cargar.

Saimon apenas respiraba. Truth, erguida como una estatua de fuego y hielo, esperaba su respuesta.

Y Demyan… se sintió como un hombre al que acaban de arrebatarle todo, y al mismo tiempo como uno que podía recuperar lo único que había amado, aunque fuese un reflejo quebrado.



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En el texto hay: amor, amor ayuda esperanza

Editado: 13.10.2025

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