Ecos De Luz Y Sobras El Pacto Eterno

Capítulo 11

El precio de la devoción

El viento soplaba con un murmullo suave, llevando consigo el eco dorado que había dejado Truth al inclinarse ante la diosa angelical. El resplandor que emanaba de Aria era tan puro, tan vasto, que incluso los cielos parecían inclinarse ante su presencia. Sus alas, tejidas de luz infinita, se desplegaban con una majestad que oscurecía todo recuerdo de fragilidad que alguna vez pudo tener.

Demyan, aún postrado, no apartaba sus ojos de ella. Había visto a la joven temerosa, a la mujer que lo había amado, y ahora contemplaba a la diosa: un ser superior que lo observaba con indiferencia, como si sus memorias compartidas fueran humo disipado por el viento.

Con un tono grave, su voz rompió el silencio:

—No me importa si me recuerdas o no… —dijo, sin levantar la mirada—. Seré tu sombra, tu aliado más leal. Estoy para tu servicio y para tu protección. Mientras respire, nadie osará tocarte.

La diosa lo miró. Su semblante, puro y luminoso, se suavizó apenas con una bondad serena.

—Si es así… lo acepto —respondió con una voz que parecía música celestial—. Porque yo soy bondad y pureza, y no juzgo a ningún ser, por más oscuro que haya sido su andar.

Un silencio solemne se apoderó del lugar hasta que Truth, con la voz entrecortada por la emoción, dio un paso al frente. Su cuerpo, ya envuelto en un fulgor dorado, parecía más débil que nunca.

—Mi señora… —susurró—. Mi destino siempre fue servirle. Ahora que ha renacido y cumplido con lo que estaba escrito, solo me queda una súplica. He vagado demasiado tiempo entre los reinos, anhelando volver al lugar donde pertenezco. Deseo ser perdonada… regresar al Reino Angelical, convertirme en esencia de bondad, como todos los que descansan en paz.

Aria, majestuosa y etérea, posó sobre ella una mirada llena de compasión infinita. Extendió su mano y una ráfaga de luz descendió como lluvia sobre Truth.

—Te otorgo el perdón, hija de la luz —declaró con solemnidad—. Regresa al hogar que anhelas, que tu esencia vuelva a brillar en los cielos.

Una lágrima brilló en los ojos de Truth. Se inclinó por última vez, y su cuerpo comenzó a desvanecerse en partículas doradas que ascendieron hacia lo alto, como estrellas que encontraban nuevamente su lugar en el firmamento. Una sonrisa apacible fue lo último que dejó tras de sí antes de desaparecer.

El silencio que quedó tras su partida fue profundo, casi insoportable. La luz dorada que había iluminado la tierra ahora se extinguía, dejando únicamente la presencia radiante de la diosa angelical y la sombra devota de Demyan.

Aria lo miró con calma, como si contemplara a un ser desconocido.

—Puedes retirarte, Demyan —dijo con voz suave pero firme—. Tengo cosas más importantes que atender que tu devoción.

El rey de los reinos alzó el rostro, y en sus ojos brillaba una determinación que ninguna humillación podía apagar.

—No. No me iré. Aunque no me recuerdes, aunque tu mirada me atraviese como si fuera un extraño, permaneceré. Seré tu súbdito, tu guardián, incluso tu esclavo si lo deseas.

Aria lo observó largamente, sus ojos celestiales intentando descifrar aquella obstinación. Había en él una fuerza incomprensible, un lazo invisible que lo ataba a ella con cadenas más firmes que el tiempo y el destino.

Suspiró con una compasión que solo un ser de pureza podía tener.

—Eres persistente… —murmuró con voz cristalina—. Muy bien. Entonces acompáñame. Mi destino me llama en el Reino Angelical.

Alzó sus brazos, y una luz envolvió a ambos. La tierra desapareció bajo sus pies, el aire se volvió liviano como un suspiro, y en un destello blanco se desvanecieron juntos, iniciando el viaje del destino que uniría a la diosa angelical y al rey de los reinos en un camino aún incierto, pero inevitable.



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En el texto hay: amor, amor ayuda esperanza

Editado: 13.10.2025

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