Ecos De Luz Y Sobras El Pacto Eterno

Capítulo 12

El retorno al Reino Angelical

El resplandor que los envolvió fue cegador. En un instante, Aria y Demyan aparecieron en lo alto de un valle rodeado por montañas cristalinas, bajo un cielo perlado en tonos azules y dorados. El aire estaba impregnado de un perfume indescriptible, como si cada partícula estuviese hecha de la pureza misma.

Aria abrió lentamente los ojos, y el brillo en su mirada fue distinto: no era la fragilidad de antes, sino la solemnidad de una diosa que regresaba a casa después de siglos.

Ante ella se extendían las ruinas del Reino Angelical. Columnas blancas caídas, muros fracturados, templos reducidos a polvo… pero, entre las grietas de la piedra y los restos de su antigua grandeza, brotaban incontables flores de todos los colores. Rosas celestes, lirios de fuego, tulipanes dorados, y un manto de pequeñas flores blancas que parecían estrellas sobre la tierra.

Aria avanzó lentamente, descalza, dejando que los pétalos acariciaran sus pies. Su voz, suave pero cargada de un peso inmenso, rompió el silencio:

—Aquí… aquí solía reír mi gente. —Sus ojos se humedecieron, aunque su expresión permaneció serena—. Mis padres… ellos ofrecieron todo por mí. Convertirme en luz… fue su último sacrificio.

La brisa del valle se tornó melancólica, como si el mismo reino llorara al escuchar sus palabras. Cada flor parecía inclinarse ante su diosa perdida, como reconociendo a su verdadera soberana.

Demyan caminaba a su lado, en silencio. El rey invencible de dos reinos no encontraba palabras. Había visto la grandeza, la destrucción, el poder y la guerra, pero nunca algo tan sublime ni tan doloroso. Se limitó a observarla, sintiendo que la magnitud de su presencia superaba cualquier título o hazaña propia.

De pronto, un estremecimiento recorrió el aire. La temperatura descendió bruscamente. Una presencia oscura, densa y ancestral se filtró entre los muros derruidos. La luz comenzó a apagarse como si un eclipse hubiera caído sobre el lugar.

Demyan reaccionó de inmediato. Dio un paso al frente, con su musculosa figura en tensión, desenvainando la espada oscura que había heredado de sus batallas.

—¡Muéstrate! —rugió con voz grave y potente—. Nadie mancilla este lugar sagrado.

Las sombras se condensaron en una figura espectral. Una silueta sin rostro, hecha de humo y fuego negro, emergió del vacío. La oscuridad parecía palpitar con vida propia, susurrando voces antiguas que helaban la sangre.

Demyan alzó su espada y se lanzó hacia ella. Cada golpe que descargaba resonaba como un trueno, pero la sombra absorbía sus ataques, riéndose con un eco aterrador.

—¡Atrás, demonio! —bramó, dispuesto a destrozar aquella abominación.

Pero antes de que pudiera golpear de nuevo, Aria levantó apenas una mano. Un destello cegador, puro y devastador, salió de su palma. La sombra chilló como si miles de voces fueran quemadas en el mismo instante. Y en un abrir y cerrar de ojos, fue desintegrada, reducida a nada más que ceniza en el aire.

Demyan se quedó paralizado. Su espada aún levantada, pero su cuerpo inmóvil. Había luchado con dioses, con bestias, con guerreros imposibles… pero jamás había visto a alguien acabar con un ser tan antiguo con tanta facilidad.

Aria, serena, dejó que la luz en su mano se apagara y volvió su mirada hacia él.

—Ese era un fragmento del Antiguo Poder Oscuro. —Su voz sonó como un canto y a la vez como una sentencia—. Una sombra de lo que alguna vez gobernó los reinos antes de la creación de la luz.

Demyan, incrédulo, bajó lentamente su espada.

—¿Un fragmento…? ¿Eso no era todo? —preguntó con voz grave.

Ella asintió, caminando entre los restos aún humeantes de la criatura.

—No. Lo que viste no es más que una semilla. La verdadera oscuridad yace más allá de lo que conocemos. Un poder que devora mundos y que solo puede ser destruido por la pureza absoluta.

Se volvió hacia él, su mirada firme y cargada de sabiduría:

—Ese poder oscuro solo puede ser destruido si el equilibrio de los reinos se restaura. Y yo… como diosa angelical, soy la única que puede hacerlo.

El viento sopló con fuerza, levantando flores y pétalos que danzaban alrededor de ella, envolviéndola como un manto sagrado.

Demyan la observaba en silencio, con el corazón agitado. Nunca había visto tanta majestad y tanto poder en un solo ser. Por primera vez en siglos, él, el rey indomable, sintió que no estaba a la altura.

Y sin embargo, en lo profundo de su alma, ardía una única convicción: permanecería a su lado, aunque fuese como sombra.



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En el texto hay: amor, amor ayuda esperanza

Editado: 13.10.2025

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