La Prueba del Bosque
El amanecer llegó sobre los reinos de luz y oscuridad, y con él, un Rey Demyan inquieto. La sensación que había percibido la noche anterior no lo abandonaba; algo oscuro se movía más allá de los límites conocidos de sus dominios. Ordenó a sus más leales discípulos investigar en silencio, recorriendo ambos reinos, buscando cualquier indicio de lo inusual. Nadie debía alarmarse, pero la seguridad de su reino y de Aria era prioridad absoluta.
Mientras tanto, en la academia, los estudiantes fueron reunidos para una prueba especial de entrenamiento. Esta vez, la instrucción era clara: combate en el bosque, grupos de cinco. Las reglas eran simples, pero letales: sobrevivir, cooperar y demostrar la fuerza recién adquirida.
Aria fue asignada a un grupo con Saura y Kael, sus amigos más cercanos, y dos compañeros difíciles: Irina y Clark. Desde el primer instante, la tensión se palpó. Irina la miraba con desdén, y Clark no hacía el intento de ocultar su desprecio.
—Espero que no estorbes —murmuró Irina mientras avanzaban entre la espesura del bosque.
Kael se adelantó, protegiendo a Aria con un gesto firme.
—Cualquier cosa que le hagan, tendrán que pasar por mí primero —dijo con voz grave, mientras Saura asentía a su lado.
El grupo avanzaba entre árboles que parecían infinitos, cada sombra más profunda que la anterior, cada crujido del bosque resonando como advertencia. Pero pronto algo se movió entre la penumbra: una presencia intensa, oscura y aterradora, un demonio ancestral que parecía devorar la luz a su alrededor.
El aire se tornó pesado, y Aria sintió un estremecimiento recorrer su columna. La fuerza de ese ser era tan abrumadora que su corazón latía al límite solo con percibirlo.
El demonio avanzó, y el combate comenzó. Saura y Kael luchaban con habilidad, pero Aria no lograba igualar la fuerza de sus compañeros. Sin embargo, algo en ella llamaba la atención de la criatura: su sangre, pura y distinta, la señalaba como objetivo.
En un instante, el demonio se lanzó hacia Aria, separándola del grupo y arrastrándola hacia un claro oculto. Allí, la empezó a torturar, intentando penetrar en su esencia, en su linaje oculto. Cada golpe le quemaba la piel, y el dolor se propagaba de manera extraña, casi compartida con alguien más.
En ese momento, un rugido sacudió el bosque.
El Rey Demyan apareció, envuelto en su aura oscura y luminosa, una combinación de luz y demonio que hacía temblar el suelo. Su furia era tangible, un incendio en medio de la noche.
—¡Basta! —tronó con voz que hacía temblar árboles y tierra.
El demonio oscuro intentó resistir, pero la fuerza del Rey era imparable. Con un movimiento devastador, Demyan destruyó a la criatura en un destello de luz y sombras que iluminaron todo el bosque.
Aria estaba herida, golpeada, pero respiraba. Cada cicatriz, cada moretón que cubría su cuerpo, se reflejaba en el Rey. Él también sentía cada golpe, cada dolor… pero ella apenas notaba su propio sufrimiento. Su supervivencia y su respiración eran lo único que importaba.
Saimon observaba desde las sombras, su lealtad inquebrantable. Cada golpe que Aria había recibido lo sentía como propio el Rey, y sabía que cualquier descuido podría revelar su vínculo. Sin embargo, su deber era claro: proteger el secreto a toda costa.
El grupo se reunió a su alrededor, con Saura y Kael ayudando a Aria a mantenerse de pie, mientras Demyan la miraba con intensidad, sus ojos dorados reflejando ira, preocupación y algo que jamás había sentido: un afecto profundo que superaba milenios de frialdad.
El bosque guardaba silencio después de la batalla, pero la sombra de lo oscuro aún permanecía. Esta prueba no solo había revelado la fuerza de Aria, sino también la conexión que la unía al Rey, un vínculo tan peligroso como poderoso, que nadie debía descubrir.
Mientras regresaban a la academia, una certeza se asentaba en la mente de Demyan: aquella humana no era solo un mortal más. Era su debilidad… y, al mismo tiempo, su fuerza más inesperada.