Ecos De Luz Y Sombras El Camino Al Destino

Capítulo 14

El Vínculo

El silencio del palacio del reino oscuro estaba cargado de un aire espeso, casi sofocante. Tras el enfrentamiento contra la sombra ancestral, Aria yacía en una cama amplia de sábanas negras, con el cuerpo debilitado, el rostro pálido y la respiración entrecortada.

A su lado, Demyan permanecía sentado, sin apartar la mirada de ella, como si temiera que en cualquier instante pudiera desvanecerse en la nada.

El vínculo era cruel. Cada punzada que Aria sufría, cada estremecimiento de dolor, lo atravesaba también a él como cuchillas invisibles. Pero mientras ella parecía ignorar la magnitud de aquel lazo, Demyan lo soportaba en silencio, en un tormento privado que lo devoraba lentamente.

—No te alejarás de mí… —susurró Demyan, su voz grave pero cargada de un tinte de angustia que solo alguien que realmente sentía podía reconocer.

Aria lo miró con debilidad, los labios resecos.

—¿Por qué… por qué me cuidas tanto? No soy más que un estorbo en tus batallas.

Los ojos oscuros de Demyan brillaron con una mezcla de furia contenida y dolor.

—Porque si vuelves a caer, yo caeré contigo —dijo con brutal franqueza, dejando claro que no era elección, sino destino.

Antes de que Aria pudiera responder, la puerta se abrió. El doctor Hope entró con paso silencioso, acompañado por dos asistentes que traían consigo una caja cubierta de símbolos extraños. El hombre la observó con ojos inquisitivos, un brillo oculto tras su calma habitual.

—Dejen que la examine a solas —ordenó. Los sirvientes obedecieron y salieron.

Hope se inclinó hacia Aria, tocando suavemente su muñeca. La sensación que ella experimentó fue extraña, como si corrientes de energía cálida recorrieran sus venas. Hope sonrió apenas.

—Tu cuerpo necesita más que reposo… —murmuró—. Necesita fuerza.

De entre la caja, extrajo un vial diminuto con un líquido cristalino que parecía arder con destellos dorados. Lo inyectó con precisión en su brazo. Aria sintió de inmediato un calor abrasador, como fuego celestial que purificaba cada herida. Su respiración se volvió más firme.

—¿Qué… es esto? —preguntó, confundida.

Hope se inclinó, con los ojos clavados en ella.

—Sangre angelical. —Su voz apenas fue un murmullo, casi secreto.

Demyan se tensó al escucharlo, girando con brutalidad hacia el doctor.

—¿De dónde la obtuviste? —rugió.

Hope sostuvo su mirada con calma, aunque un leve tic en su rostro lo delató.

—Mis recursos no son de tu incumbencia, Majestad. Solo busco que viva.

El rey lo observó con una desconfianza evidente, pero no replicó. Aria, en cambio, aún confundida, apretó las sábanas entre sus dedos.

—Hope… hay algo que debo contarte —susurró. Y con voz temblorosa, le relató lo que había sucedido con la sombra ancestral: su voz desgarradora, el dolor que le arrancó lágrimas, y las palabras que la marcaron como posible reencarnación de la diosa angelical.

Hope, por primera vez, perdió la serenidad. Sus manos temblaron levemente y su respiración se agitó. Se levantó de golpe y dio unos pasos hacia atrás, con la mirada clavada en ella como si hubiera visto un presagio terrible.

—No… —murmuró para sí mismo—. No puede ser… ella… aquí…

—¿Qué significa eso? —exigió Demyan, poniéndose de pie en un segundo.

Hope se recompuso, volviendo a su calma forzada.

—Nada que deba preocuparlos ahora. Pero necesitará protección constante. Me quedaré aquí, en este palacio, hasta que su recuperación esté completa.

Demyan lo fulminó con la mirada, pero aceptó, aunque no sin notar algo extraño en su actitud.

Durante los días siguientes, Demyan fue aún más vigilante con Aria. Apenas la dejaba sola, y cuando debía atender asuntos del reino oscuro, dejaba a Leona a su lado, como su guardiana personal. El rey mismo lo dijo sin rodeos:

—No darás un paso sola.

Aria apretó los labios, conteniendo el deseo de discutir. Dentro de ella ardía la necesidad de explorar, de conocer aquel palacio oscuro que la rodeaba como una prisión lujosa. Pero entendía que no podía desafiarlo ahora.

Fue entonces cuando Leona, con una sonrisa cómplice, se sentó a su lado en la cama.

—Si de verdad quieres ver este lugar… puedo acompañarte. No tienes por qué sentirte encerrada.

Aria la miró, sorprendida. Por primera vez, alguien dentro de ese mundo sombrío le ofrecía algo cercano a libertad.

La chispa de deseo de aventura brilló en sus ojos cansados.

El reino oscuro la esperaba. Y con él, las respuestas que aún nadie se atrevía a darle.




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