Ecos De Luz Y Sombras el ultimo resplandor

Capítulo 12

El Sacrificio y el Amor Eterno

Aria dormía profundamente, atrapada en un mundo que no era ni sueño ni realidad. El silencio pesado fue roto por un estallido de luz que la envolvió y la arrastró hacia un escenario que jamás había visto: un templo celestial destruido, columnas blancas rotas en pedazos, y en el centro, Hope de pie, con sus ojos brillando de odio y desesperación.

Ante él, la diosa de la guerra se encontraba encadenada, herida, pero su mirada desafiaba incluso la muerte. El suelo estaba marcado con símbolos antiguos, sellos que ardían con un fuego oscuro. Y sobre todo, lo más desgarrador: Aria estaba suspendida en el aire, amarrada con cadenas de energía dorada, justo sobre el cuerpo de una mujer inerte.

Hope pronunciaba palabras en un idioma prohibido, invocando fuerzas del abismo. La energía de Aria era arrancada poco a poco, fluyendo hacia el cuerpo inerte frente a él. Su poder se debilitaba, su luz se desvanecía lentamente.

¡Regresa a mí! —rugió Hope, extendiendo las manos—. Por ti destruiré reinos, por ti sacrificaré a todos, pero volverás…

Las lágrimas de Aria corrían mientras veía cómo su fuerza servía para invocar el alma del amor perdido de Hope. Su corazón se rompía al comprender: ella no era el objetivo final, solo el medio.

En ese instante, una voz cálida y familiar inundó el lugar. Una mujer celestial de cabellos radiantes y mirada llena de amor apareció delante de ella.

Hija mía… —susurró, acariciándole el rostro aunque su mano era solo un reflejo—. No debes dejar que esto suceda. Por más cruel que parezca, tu sacrificio será la llave que salve a todos. La espada con la que él intentará arrancar tu poder… debe ser destruida con tu sangre.

Aria lloraba en silencio, sacudiendo la cabeza, queriendo negar ese destino.

Mamá… yo… yo no quiero morir…

Tu muerte salvará a todos de un final más catastrófico. Y tu vida, mi niña, será el fin y el inicio de todo. No lo olvides…

El eco de su voz fue lo último que escuchó antes de despertar bruscamente, jadeando, con el cuerpo temblando y el corazón acelerado.

Aria se cubrió el rostro con las manos, lágrimas calientes resbalando por sus mejillas. Lo entendía: el destino de ambos reinos se sostenía en ella… en su sacrificio. La idea la desgarraba, pero debía ser fuerte.

La puerta se abrió suavemente y Demyan entró. Llevaba aún la armadura puesta, pero al verla tan frágil en la cama, su expresión cambió.

—Aria… —murmuró, acercándose despacio—. Te noté inquieta, ¿qué sucede?

Ella lo miró, con los ojos brillando de amor y miedo. No podía contarle la visión, no aún. En lugar de eso, extendió la mano y lo atrajo hacia ella.

—No… no quiero hablar de eso ahora —susurró, con la voz quebrada pero firme—. Solo quiero recordarte cuánto te amo. Pase lo que pase, Demyan, nunca olvides que eres mi vida… mi fuerza…

Él la tomó del rostro, sus dedos acariciando con delicadeza sus mejillas húmedas. La besó primero con suavidad, como si quisiera borrar cada lágrima, pero después la pasión los envolvió, quebrando cualquier contención.

Tú eres mía, Aria… mi única luz en esta oscuridad —susurró Demyan con voz grave—. No dejaré que nadie, ni un dios ni un demonio, te arranque de mí. Lucharé contra el mismo destino si hace falta.

Ella lo abrazó con desesperación, como si quisiera fundirse en su cuerpo para nunca separarse.

Entonces hazlo conmigo… aquí y ahora… —dijo, con el corazón latiendo desbocado—. Quiero entregarte todo lo que soy, nuestro amor más puro, antes de que la guerra nos arrebate cualquier instante.

Demyan no dudó. Sus labios recorrieron su cuello, sus manos dibujaron el contorno de su cuerpo como si cada parte de ella fuera sagrada. La besaba con una necesidad ardiente, con la furia de quien teme perderlo todo.

Aria correspondía con la misma intensidad, sus dedos hundiéndose en su espalda, aferrándose como si él fuera su ancla. No había palabras suficientes, solo respiraciones entrecortadas, promesas susurradas y miradas cargadas de un amor absoluto.

Esa noche se entregaron con toda el alma. No fue solo pasión, fue una unión de cuerpos y espíritus, donde cada caricia sellaba un juramento eterno. Donde cada beso proclamaba que aunque el destino los quería quebrar, ellos lo desafiarían con la fuerza de su amor.

Cuando por fin se quedaron en silencio, abrazados, Aria apoyó la cabeza en el pecho de Demyan. Su respiración tranquila contrastaba con el torbellino que sentía por dentro.

Siempre sonreiré ante nuestro gran amor… —susurró ella, casi dormida, como si hablara con el alma.

Demyan la estrechó con fuerza, cerrando los ojos, y respondió con un murmullo grave que parecía un juramento al universo:

Y yo siempre lucharé por ti, incluso contra la misma muerte.

Esa noche, el campamento permaneció en calma. Nadie supo que dentro de aquella habitación, dos corazones se habían unido tan profundamente que ni el destino ni la muerte serían capaces de separarlos.



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En el texto hay: fantacia, magia, magia y amor

Editado: 24.09.2025

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