Ecos De Luz Y Sombras el ultimo resplandor

Capítulo 29

El precio de la luz

El campo de batalla estaba cubierto de sangre y sombras. Los cuerpos de los caídos, enemigos y aliados, se confundían en un paisaje de horror. La oscuridad parecía no tener fin, hasta que un destello, suave pero demoledor, comenzó a abrirse paso. Era la luz de Aria, expandiéndose como una llamarada divina que rompía la podredumbre del poder antiguo.

Demyan, de pie entre espectros que se multiplicaban sin cesar, de pronto sintió un dolor desgarrador en su propio cuerpo. No era un golpe enemigo. Era algo más íntimo, más profundo. Su pecho se contrajo, y el vínculo que lo unía a Aria lo estremeció con un grito silencioso. La sintió atravesada. La sintió partir.

—¡Aria! —su voz resonó como un rugido de bestia herida, temblando por primera vez.

El fragmento de la espada maldita, que debía arrancar almas, brillaba ahora como un faro de pureza en el cuerpo de ella. Su sacrificio había liberado una fuerza que ningún antiguo, ningún dios y ningún demonio había previsto. Y mientras la luz se expandía, las sombras que los atacaban se disolvieron con un alarido ensordecedor, reducidas a cenizas por una pureza imposible de resistir.

Pero la calma no llegó para él. Demyan cayó de rodillas, sus manos temblorosas buscando sostener el cuerpo de Aria. Era como si alguien le hubiera arrancado un pedazo de su alma, de su esencia más íntima. El rey que nunca mostraba debilidad, el señor que nunca lloraba, ahora temblaba como un niño frente a la pérdida. Lágrimas ardientes, tan imposibles como inevitables, corrieron por su rostro.

A lo lejos, Hope rugió con un dolor casi animal. Sus ojos desorbitados se clavaron en el cuerpo de Aria.

—¡NO! ¡NOOO! —su voz retumbó como un trueno lleno de rabia y desesperación—. ¡Te busqué! ¡Durante siglos te busqué! ¡Y me dejas por ellos, por estos mortales miserables! ¡Era yo, Aria! ¡Yo!

Su grito desquiciado sacudió el campo de batalla, pero su poder estaba roto, debilitado. El sacrificio de Aria había apagado el núcleo de su fuerza oscura. Hope, tambaleante, usó la última reserva de su energía para abrir un portal. Desapareció entre la niebla, derrotado no por la espada ni por los dioses, sino por un corazón que nunca pudo poseer.

La diosa de la guerra, que había sido arrastrada al borde del sometimiento, se desplomó en el suelo. La luz de Aria también la alcanzó, sanando las grietas de su espíritu, restaurando un poder que la oscuridad había intentado corromper. Sus ojos resplandecieron, más vivos que nunca, pero con la amarga impotencia de no haber podido impedir ese final.

Todo quedó en silencio. Las sombras, los espectros, el caos… se desvanecieron bajo un amanecer imposible. Y allí, en el centro del campo, quedó el cuerpo de Aria, frágil y quieto, rodeado por el resplandor que lentamente se apagaba.

Demyan la abrazó, hundiendo el rostro en su cabello empapado de sangre. Sus manos la acariciaban con desesperación, como si al tocarla pudiera devolverla a la vida. Su pecho temblaba con sollozos, y su corazón, tan endurecido durante años de guerra, se quebraba por primera vez.

El Rey Oscuro lloraba.

Y con cada lágrima que caía sobre la piel fría de Aria, la tierra misma parecía estremecerse, como si el universo entero compartiera ese luto.



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En el texto hay: fantacia, magia, magia y amor

Editado: 24.09.2025

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