Ecos de medianoche

Capítulo 1: La llegada

La brisa fría de octubre acariciaba mi rostro mientras conducía hacia el pueblo de Ravenswood. La carretera serpenteaba entre árboles desnudos, cuyas ramas parecían garras contra un cielo plomizo. La mansión que había heredado de mi tía Beatriz se alzaba al final de un camino cubierto de hojas secas, como un antiguo guardián esperando ser redescubierto. Nunca había conocido a mi tía, pero siempre había sentido una conexión extraña con ella a través de las cartas que me dejó.

El crujido de las hojas bajo mis pies resonó mientras me acercaba a la entrada, y una sensación de inquietud se apoderó de mí. La mansión era imponente, con su arquitectura gótica y ventanales que parecían ojos oscuros y vacíos. Mi corazón latía con fuerza, tanto por la emoción de un nuevo comienzo como por un inexplicable miedo que me invadía. ¿Qué secretos guardaría este lugar?

Al cruzar la puerta, un chirrido resonó en el aire, y un olor a polvo y moho me envolvió. La entrada estaba adornada con retratos de antiguos propietarios, sus miradas fijas y serias me observaban, como si evaluaran mi presencia. Me pregunté qué historias habrían vivido aquellos rostros, cuántas risas y lágrimas habían llenado esas paredes.

Mientras exploraba la mansión, noté que cada habitación contaba una historia propia. En la biblioteca, los libros parecían esperar ser leídos, y me sumergí en sus páginas, buscando inspiración para mi novela. Sin embargo, a medida que me adentraba en las historias, una sombra pareció cruzar la habitación. Mi piel se erizó y un escalofrío recorrió mi espalda. "Solo es mi imaginación", me dije, intentando disipar el temor.

Al caer la noche, decidí preparar una cena sencilla. Cocinar siempre había sido mi forma de relajarme. Mientras el aroma de la comida llenaba el aire, un susurro etéreo pareció colarse en la habitación. "Emily..." El sonido era suave, casi seductor, y me congelé en mi lugar. ¿Era mi mente jugando conmigo?

A medida que me sentaba a la mesa, la luz parpadeó, y un escalofrío recorrió mi cuerpo. Miré alrededor, buscando la fuente de esa voz, pero solo había silencio. Un profundo vacío me envolvía, como si el tiempo hubiera detenido su marcha. Con cada bocado, sentí una extraña conexión con el lugar, como si algo —o alguien— me estuviera observando.

De repente, un ruido proveniente del segundo piso interrumpió mi pensamiento. Era un golpe, seguido de un murmullo casi inaudible. Mi corazón se aceleró, y la curiosidad me impulsó a investigar. Subí las escaleras con pasos cautelosos, cada crujido del piso de madera resonando en la oscuridad.

Cuando llegué al pasillo del segundo piso, noté que una puerta estaba entreabierta. La empujé suavemente, y una ráfaga de aire frío me golpeó en la cara. Dentro, la habitación era un caos: muebles cubiertos de sábanas blancas y objetos diseminados por el suelo. Pero lo que llamó mi atención fue el gran espejo en la pared opuesta. En su superficie, un destello de luz capturó mi atención, y cuando me acerqué, un rostro apareció en el reflejo: un joven de intensos ojos oscuros.

—¿Quién eres? —pregunté, la voz temblorosa.

Él sonrió, pero su imagen comenzó a desvanecerse como un susurro llevado por el viento. Solo el eco de su nombre resonó en mi mente: Frederick.

Sin saberlo, había despertado a un espíritu que cambiaría mi vida para siempre, un amor que desafiaba las barreras de la muerte. Y mientras la noche avanzaba, una sombra de misterio se cernía sobre mí, invitándome a descubrir la verdad detrás de su trágico destino.




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