Ecos de medianoche

Capítulo 2: Ecos del pasado

La imagen de Frederick permanecía grabada en mi mente mientras descendía de la habitación. La inquietante visión de su rostro y su sonrisa fugaz me perseguía, dándole un matiz diferente a la mansión. Era como si los muros respiraran, cargados de historias y secretos. Con cada paso, el eco de su nombre resonaba en mi interior, un susurro que despertaba tanto curiosidad como temor.

Decidí que necesitaba investigar más sobre mi tía Beatriz y la historia de la mansión. Aquella noche, tras revisar un par de libros, me encontré con un diario de mi tía en la biblioteca. Sus páginas estaban llenas de reflexiones sobre la vida en Ravenswood, pero también contenían algo más inquietante. Había anotaciones sobre un amor perdido, un joven cuyo nombre no podía ser otro que Frederick. Las palabras de Beatriz estaban impregnadas de anhelo y melancolía. En una de las entradas, leí:

"Frederick siempre fue un alma inquieta. Su pasión por la vida y su arte lo llevaban a explorar lo desconocido. Pero la noche de Halloween cambió todo. No supe lo que sucedió, solo sé que su luz se apagó, y con ella, una parte de mí."

Un escalofrío recorrió mi cuerpo al darme cuenta de que su historia estaba íntimamente ligada a la mía. ¿Podría ser que la conexión que sentía no fuera solo un eco de lo que había vivido Beatriz, sino un hilo que me unía a Frederick también?

Movida por una necesidad inexplicable, decidí salir de la mansión y explorar el pueblo. La luna brillaba en lo alto, iluminando el camino mientras los árboles crujían a mi alrededor, como si estuvieran susurrando secretos antiguos. Ravenswood tenía un aire de misterio, y sus calles estaban vacías. La mayoría de los habitantes se habían encerrado, temerosos de lo que la noche podía traer.

Mientras caminaba, llegué a una pequeña plaza donde se erguía un monumento. En su base había un par de nombres grabados, uno de ellos, el de Frederick. El otro, Marissa, quien aparentemente había sido su prometida. La historia de amor y tragedia que envolvía su nombre comenzaba a tomar forma en mi mente.

—¿Qué te sucedió, Frederick? —susurré al aire, deseando que su espíritu escuchara mi pregunta. La brisa suave pareció responder, llevando consigo un susurro casi ininteligible.

Decidí regresar a la mansión, sintiendo que algo me llamaba. A medida que me acercaba a la puerta, noté que una luz titilaba en el segundo piso. Recordando el espejo en la habitación, mi corazón se aceleró. ¿Era posible que Frederick estuviera tratando de comunicarse conmigo?

Subí las escaleras, sintiendo la energía a mi alrededor intensificarse. La luz brillaba con más fuerza al acercarme, y un aroma a flores frescas llenaba el aire, en contraste con la decadencia que había sentido al llegar. Al abrir la puerta, el ambiente cambió drásticamente. La habitación estaba iluminada como si hubiera sido transformada en un tiempo pasado.

En el centro, una mesa estaba dispuesta con velas encendidas y un mantel bordado. Alrededor, las sombras danzaban en las paredes, y en la ventana, una figura apareció: Frederick, con su porte elegante, como si hubiera regresado de un sueño.

—Has venido —dijo, su voz resonando en mi pecho como un eco familiar.

—¿Dónde has estado? —pregunté, temblando de emoción y miedo. —He leído sobre ti… sobre Marissa.

Su rostro se oscureció, y por un momento, vi la tristeza reflejada en sus ojos.

—Marissa fue una parte importante de mi vida, pero nunca pude despedirme. La noche en que fallecí, todo se volvió confuso. La culpa me ata a este lugar, pero tu presencia me da esperanza.

Me sentí atrapada entre dos mundos: el de Frederick y el mío. El aire se cargó de tensión, y la conexión que sentía con él se profundizaba. La atracción era innegable, un hilo rojo que nos unía en medio del terror y la tristeza.

—¿Qué puedo hacer para ayudarte? —pregunté, sintiendo que tenía que actuar. No podía dejarlo atrapado en este limbo.

—Hay un ritual que debe realizarse en la noche de Halloween —respondió, su mirada fija en la mía, llenándome de una mezcla de determinación y temor. —Solo entonces podré encontrar la paz. Pero necesito que tú seas parte de ello.

Una extraña mezcla de terror y romanticismo invadió mi ser. La idea de participar en un ritual era aterradora, pero la promesa de liberar a Frederick me impulsó a aceptar. Lo miré a los ojos, sintiendo que nuestras almas se entrelazaban en un momento que parecía trascender el tiempo.

—Haré lo que sea necesario —dije con firmeza. Era un compromiso que cambiaría mi vida para siempre. La noche de Halloween estaba cada vez más cerca, y con ella, la verdad de la historia de Frederick, que ahora se entrelazaba con la mía, estaba a punto de desvelarse.




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