Ecos de medianoche

Capítulo 9: Ecos de medianoche

—Frederick hizo lo mismo con nosotras —dijo una voz suave y apagada a mi lado.

Di un salto, el miedo recorrió cada fibra de mi cuerpo, mientras giraba hacia la figura que me había hablado. Era una mujer de mediana edad, con un aire familiar que me golpeó profundamente. Su rostro se parecía tanto al de mi madre que el corazón se me encogió.

—¿Tía Beatriz? —murmuré, con incredulidad.

Ella me miró con tristeza, y su semblante estaba cargado de una pena que parecía no haberla dejado en años.

A su lado, una joven de aspecto delicado y con un vestido antiguo me observaba, con el rostro tan pálido y hermoso como el de un retrato de un museo. Sin duda, era Marissa. Reconocí su figura de inmediato. Me llevé las manos al rostro, tratando de contener el pánico. Esto no podía estar pasando. Debía ser una pesadilla, un delirio del que necesitaba despertar, ¡tenía que despertar ahora!

—Beatriz intentó evitar que esto también te sucediera a ti —continuó Marissa, con una voz tan serena y resignada que dolía escucharla.

Me tambaleé, sintiendo un vértigo que se intensificaba y negué con la cabeza, la desesperación se apoderaba de mí.

—¿Dónde estoy? —pregunté, temblando.

Mi tía me miró, con sus ojos tristes y oscuros.

—Estás en el mundo de los muertos, Emily.

Sentí como si un puño de hielo atravesara mi pecho, arrancándome el aliento y el poco entendimiento que tenía en mi cabeza. Me tambaleé, buscando algo, cualquier cosa que pudiera sostenerme en esta nueva realidad que se desmoronaba ante mis ojos.

—No... esto no está sucediendo, —murmuré entre sollozos—. Yo… yo iba a estar con Frederick para siempre, él me…

La joven me miró con lástima y resignación.

—Le diste tu esencia, querida. —Sus palabras cayeron como plomo en mi mente, llenando de un peso denso y amargo cada rincón de mi ser.

—Sí, pero yo creí que…

—No importa lo que creíste, —interrumpió con firmeza—. Nadie debería entregarle su esencia a otro, es lo que nos sostiene en este mundo.

Las piezas encajaron de golpe. Mi alma, mi esencia, la había entregado ciegamente, creyendo en un amor que ahora se sentía como una soga al cuello. Él me había absorbido hasta dejarme hueca, y ahora, fortaleciendo su propia existencia, me había lanzado sin piedad al otro lado, al umbral que separaba la vida de la muerte.

Quise resistirme a esta verdad, negarla.

—Tía… —mi voz era un hilo de voz tembloroso—. Leí un fragmento de tu diario. Hablabas bien de él...y tú, Marissa, fue tu prometido. ¿Por qué…?

La pregunta murió en mis labios, mientras mi voz se quebraba, ahogada por la incredulidad y el dolor.

Beatriz se estremeció y Marissa entrecerró los ojos, como si el recuerdo fuese tan oscuro que aún la atormentara.

—Era un hombre con impulsos violentos, —confesó la joven—. Hubo un momento en que perdió el control y... mi vida terminó por su causa. Cuando el pueblo descubrió lo que había hecho, decidieron actuar y asegurarse de que no pudiera herir a nadie más. Al menos, eso fue lo que pensamos entonces.

Mis lágrimas caían con furia. Las palabras me resultaban irreales, como si estuviera atrapada en una pesadilla sin fin.

Esta vez, fue Beatriz quien continuó, con un dejo de tristeza en su voz.

—También creí que era el amor de mi vida, hasta que cada Halloween, como una especie de reloj macabro, él se apagaba, perdiendo lo poco que le quedaba de humanidad. No podía permitir que el hombre al que amaba se desvaneciera ante mis ojos, así que, al final… fui yo quien terminó apagándose, —confesó, con su mirada perdida en algún recuerdo sombrío.

Mi garganta ardía de angustia, pero conseguí preguntar lo que me atormentaba.

—¿Por qué sentía esta conexión con él? Era como… un hilo invisible que no podía romper.

Mi tía miró a Marissa antes de responder, con una expresión cargada de una comprensión desgarradora.

—Marissa es parte de nuestra familia, de la quinta generación. Luego vine yo, y por último, tú. Todas hemos sido atrapadas en este ciclo, en esta maldición. Creemos que es su castigo, una maldición que él carga desde su muerte y que, sin embargo, nos afecta a nosotras.

Mi cabeza latía de dolor. La comprensión golpeaba en oleadas, cada una más insoportable que la anterior.

—¿Una maldición? —Mi voz sonó débil, en apenas un eco. —¿Un castigo por lo que hizo?

Ambas asintieron, y sus miradas estaban cargadas de una resignación dolorosa.

—A nosotras, —explicó Marissa, —nos pudo manipular mientras estábamos vivas, aprovechándose de nuestro amor. Pero, después de su muerte, los seres que emergieron la noche de Halloween, esos fantasmas que arrastra en su condena… esos no pueden ser engañados. Él sigue buscando mujeres para consumir, solo para sentir por un instante lo que una vez fue ser humano.

Las palabras se clavaron en mí, y la última esperanza que tenía se extinguió en la oscuridad que nos rodeaba.

Al fin y al cabo, había sido una víctima más del que creía que era el amor de mi vida.

F I N

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Hola! chicos, espero que les haya gustado este pequeño relato en el que se mezcló lo fantasmal con la realidad que conocemos, una dura y dolorosa que pasan miles de mujeres, del cual todas podemos ser víctimas.

Muchas gracias por acompañarme hasta aquí^^




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