Tu silencio, una tortura sin igual,
el desdén de tus ojos, que no me miran a mí.
Tu corazón congelado, inerte ante mi sufrimiento interno,
pues tu amor es nulidad, carencia pura.
La simple nada, inexistencia absoluta,
y si hay algo más agonizante que el odio, es la indiferencia.
Un vacío eterno, como yaga que hiere la bomba vital de mis entrañas.
Mis latidos decadentes caen en desgracia,
vino rojo derramado por el pasillo, salpicaduras de dolor,
gritos vacíos dentro de mí.
La condición de amarte es pesar tu ausencia,
la ilusión, fantasía solo habitando en mí.
Pero prefiero eso, a la nada que consumes,
pues al final, la nada solo es eso...
La nada.