No me di cuenta de que Clara había desaparecido hasta el tercer día.
El primero pensé que estaba enferma. El segundo, que simplemente no quería verme. El tercero entendí que algo iba mal, porque nadie más parecía notar su ausencia.
Nadie pregunta por alguien que nunca existió.
—¿Quién? —me dijo la profesora cuando pronuncié su nombre en clase.
Clara se sentaba a mi lado desde hacía dos años. Compartíamos apuntes, silencios incómodos y una botella de agua que siempre olvidábamos rellenar. Aun así, la profesora me miró con una mezcla de lástima y confusión, como si yo acabara de inventar una palabra.
No insistí. Aprendí rápido que insistir es peligroso.
Ese mismo día pasé frente a la casa de Clara. No había buzón. No había timbre. No había señales de que alguien hubiera vivido allí.
Solo el eco.
Estaba sentada en el escalón, repitiendo el gesto de atarse los cordones una y otra vez, como si el tiempo se hubiera quedado atrapado en ese momento exacto.
No me miró.
Agradecí eso.
Porque la última vez que un eco me miró directamente, olvidé el nombre de mi madre durante tres horas.
Me acerqué un poco, solo para asegurarme de que estaba allí. Pero al instante sentí el primer pellizco en la memoria: una sensación extraña, como si algo me robara un pensamiento que aún no sabía que tenía.
—Hola —susurré, aunque sabía que no podría escucharme.
El eco giró ligeramente la cabeza, repitiendo el movimiento exacto que había hecho la tarde anterior, cuando jugábamos con bolitas de cristal en el parque.
Fue suficiente para que mi corazón comenzara a latir demasiado rápido.
No debía recordarla. No debía insistir. Pero no podía evitarlo.
Miro a mi alrededor. La calle está vacía, normal. La gente camina, habla, ríe, y nadie recuerda. Nadie ve. Nadie sabe.
Excepto yo.
Y cada vez que veo uno de esos ecos, siento que algo dentro de mí desaparece un poco más. No sé si es un recuerdo, un instante de mí misma, o algo que ni siquiera había notado que existía.
Todavía no sé si quiero descubrir la verdad.
Pero estoy segura de que, si no lo hago, un día dejaré de existir incluso para mí misma.
Editado: 17.12.2025