Álvaro se acercó al portal, sintiendo cómo la energía oscura rozaba su piel como una brisa helada. “Tenemos que actuar rápido”, dijo, su voz apenas audible sobre el creciente murmullo del vórtice.
Moira asintió, sacando un tomo desgastado de su mochila. “Los textos hablan de un ritual, una forma de equilibrar la energía. Pero necesitamos un objeto de gran poder personal para cada uno de nosotros, algo que represente nuestras mayores esperanzas y sueños.”
Los viajeros se dispersaron, buscando en sus pertenencias aquellos objetos que podrían servir para el ritual. Álvaro eligió una pequeña piedra, lisa y brillante, que había encontrado en su primer día en esta dimensión. Moira seleccionó una pluma de fénix, regalo de una criatura mítica durante uno de sus viajes.
Con los objetos en mano, formaron un círculo alrededor del portal. Moira comenzó a recitar palabras antiguas, su voz clara y fuerte, resonando con el poder de los eones. Álvaro y los demás se unieron a ella, cada uno concentrándose en la luz y la esperanza que querían ver reflejadas en su mundo.
A medida que el ritual avanzaba, el portal comenzó a cambiar. La oscuridad se disipaba lentamente, reemplazada por destellos de colores brillantes. Las escenas de destrucción se transformaban en visiones de paz y armonía. El zumbido discordante se convertía en una melodía de pura belleza.
Cuando el último verso del ritual fue pronunciado, el portal se cerró con un suspiro silencioso, como si nunca hubiera existido. El bosque luminoso volvió a brillar con intensidad, y las criaturas de leyenda regresaron, sus ojos llenos de gratitud.
Álvaro y sus amigos habían restaurado el equilibrio, pero sabían que su viaje estaba lejos de terminar. Había más portales, más dimensiones que explorar y más ecos de realidad oculta que descubrir. Pero por ahora, podían descansar, sabiendo que habían superado una prueba que muchos habrían considerado imposible.
**Fin**