La plaza culminaba en un edificio que desafiaba toda lógica: una biblioteca que flotaba sin soportes, con estantes que giraban en el aire, repletos de libros que se abrían solos mostrando páginas que cambiaban de contenido constantemente. Las palabras flotaban hacia Liora, formando frases en colores que parecían respirar.
Cada libro era un testimonio, un fragmento de un mundo que existió, de uno que existía o de uno que podría existir. Al tocar un tomo, Liora sintió que las memorias la atravesaban, mezclando emociones de miles de vidas. Su respiración se aceleró; cada página que recorría era un eco de infinitas historias, un coro de voces que pedía ser escuchado.
El Resonador vibró con fuerza, y una corriente de luz la levantó del suelo, llevándola a través de los estantes flotantes. Vio escenas de batallas, de alianzas, de traiciones, y por primera vez sintió que la ciudad le pedía que eligiera cuál de esos futuros podía salvar.