La mansión se alzaba ante ellos como un coloso olvidado por el tiempo. Clara respiró hondo, intentando contener la mezcla de emoción y miedo que la invadía. Sus amigos intercambiaron miradas nerviosas, y Tomás, el más cauteloso del grupo, rompió el silencio.
—¿Estás segura de que queremos hacer esto, Clara? —preguntó, su voz apenas un susurro.
—Vamos, solo será una exploración rápida —replicó Clara, tratando de sonar más confiada de lo que se sentía. Las historias que había leído palpitaban en su mente, alimentando su determinación. No podían dejar que el miedo les impidiera vivir esta experiencia.
—Además, tenemos linternas y nuestras habilidades de supervivencia —agregó Sara, intentando mantener el ánimo elevado.
Lucas, que había estado observando la mansión con una expresión escéptica, finalmente habló.
—A mí me parece que hay un montón de cosas aquí que no queremos descubrir. Pero si Clara quiere hacerlo, no puedo quedarme atrás.
Con ese comentario, el grupo comenzó a organizar su equipo: linternas, teléfonos móviles y algo de comida por si acaso se quedaban más tiempo del previsto. Clara sintió una mezcla de nervios y emoción al pensar en lo que podría encontrar.
Al cruzar el umbral, el aire se volvió frío, como si la casa misma les diera la bienvenida. Las sombras danzaban a su alrededor mientras avanzaban por un vestíbulo cubierto de polvo y telarañas. Clara levantó su linterna, iluminando retratos descoloridos de personas que parecían observarlos con ojos vacíos.
—¿No es inquietante? —comentó Sara, acurrucándose contra Tomás.
—Inquietante, sí, pero emocionante también —respondió Clara, sintiendo que su corazón latía con fuerza en su pecho.
A medida que exploraban, la mansión parecía cobrar vida. Las puertas chirriaban, y el suelo crujía bajo sus pies. Encontraron una sala de estar llena de muebles cubiertos de sábanas blancas, como si los fantasmas de aquellos que habían vivido allí aún estuvieran presentes. Clara no podía evitar sentirse atraída por un viejo piano en un rincón. Se acercó y, al tocar una tecla, el sonido resonó por toda la habitación, como un lamento lejano.
—¡Eso fue extraño! —exclamó Lucas, mirando hacia la puerta.
—Solo fue el piano, Lucas —dijo Clara, aunque su propia voz temblaba ligeramente. Sin embargo, un escalofrío recorrió su espalda. Algo no estaba bien.
Mientras exploraban más, Clara sintió una conexión inexplicable con el lugar, como si las historias que había leído la estuvieran llamando. Pero a medida que la oscuridad se adensaba, los susurros de la mansión comenzaron a hacerse más claros, y Clara se dio cuenta de que sus amigos también estaban sintiendo la presión de lo desconocido.
—¿Deberíamos seguir adelante? —preguntó Tomás, con una expresión de preocupación en su rostro.
Clara se detuvo, sintiendo que un giro en la historia estaba a punto de ocurrir. La atracción del abismo se hacía más fuerte.
—Sí, debemos seguir. No podemos rendirnos ahora.
Y con eso, avanzaron más adentro, donde los ecos del pasado los esperaban.