Ecos de Venganza

Capítulo 3: Primeros Pasos en la Oscuridad

A medida que Clara y sus amigos se adentraban en la mansión, el ambiente se volvía cada vez más opresivo. Las paredes parecían cerrarse a su alrededor, y el aire estaba impregnado de un olor a moho y descomposición. Con cada paso, la oscuridad se hacía más profunda, y la luz de sus linternas apenas lograba dispersarla.

—Esto es más espeluznante de lo que imaginaba —murmuró Sara, su voz temblando ligeramente mientras observaba las sombras bailar a su alrededor.

Clara sonrió nerviosamente, intentando restarle importancia a su miedo. Sabía que sus amigos confiaban en ella para guiarlos a través de esta aventura.

El grupo se detuvo en un pasillo que parecía interminable. A un lado, una serie de puertas cerradas se alineaba, cada una tan oscura como el misterio que encerraba. Clara, sintiendo una extraña atracción hacia una de ellas, decidió abrirla. El chirrido de la bisagra resonó en el silencio, y se encontró en una habitación que parecía haber sido olvidada por el tiempo.

Dentro, la luz de su linterna iluminó un antiguo comedor. La mesa, cubierta de polvo, aún conservaba platos de cerámica que alguna vez fueron utilizados. Unos ecos del pasado parecían susurrar historias perdidas en el aire.

—Mira esto —dijo Lucas, señalando un objeto en el centro de la mesa. Era un pequeño reloj de bolsillo, aún en funcionamiento. Clara lo tomó con cuidado, sintiendo un escalofrío recorrer su espalda.

—¿Por qué estaría aquí? —preguntó, mirando a sus amigos.

—Quizás pertenecía a uno de los que desaparecieron —sugirió Tomás, examinando el lugar con curiosidad.

Clara sintió una punzada en su pecho. La idea de que objetos tan personales pudieran haber pertenecido a las víctimas de la mansión la inquietaba. Sin embargo, su curiosidad la llevó a buscar más.

Mientras recorrían la habitación, encontraron un par de fotos descoloridas en una repisa, donde los rostros de jóvenes sonrientes parecían observarlos. Clara se sintió conectada a ellos de una manera que no podía explicar.

—¿No te parece extraño? —dijo Sara, señalando las fotos. —Son los mismos que aparecen en la leyenda.

—Sí, pero... ¿y si están aquí por una razón? —respondió Clara, con la mente llena de preguntas. Era como si los espíritus de esos amigos perdidos intentaran comunicarse con ellos.

De repente, un viento helado sopló a través de la habitación, apagando momentáneamente sus linternas. El grupo se quedó en la oscuridad, el silencio abrumador llenando el espacio. Clara sintió que algo la observaba.

—¿Estás bien? —preguntó Tomás, su voz apenas un susurro.

—Creo que sí... solo... estoy bien —respondió Clara, aunque su corazón latía con fuerza.

Cuando las linternas volvieron a encenderse, Clara notó algo en la esquina de la habitación: una puerta entreabierta que no habían visto antes. Un brillo tenue se filtraba a través de la rendija, y una extraña fuerza la atraía hacia ella.

—¿Vamos a entrar? —preguntó Lucas, su escepticismo desaparecido ante la curiosidad.

Clara asintió, y, con un grupo de miradas nerviosas, se acercaron a la puerta. Con un empujón, la abrieron completamente y se encontraron con un largo pasillo oscuro que parecía ir más allá de lo que la luz podía alcanzar.

Un eco de risas lejanas resonó en sus oídos, y Clara sintió un escalofrío recorrer su cuerpo. La atracción hacia la oscuridad se intensificaba, como si los ecos de aquellos amigos perdidos estuvieran llamándolos. Con el corazón latiendo desbocado, Clara dio un paso adelante, lista para enfrentarse a lo que viniera.




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