El pasillo se extendía ante ellos como un túnel interminable, envuelto en sombras que parecían cobrar vida propia. Clara y sus amigos avanzaron con cautela, el sonido de sus pasos resonando en la penumbra. Las paredes estaban cubiertas de moho, y el aire se volvía cada vez más frío a medida que se adentraban en la oscuridad.
De repente, Clara escuchó un susurro, un eco lejano que la hizo detenerse en seco. Miró a sus amigos, que también parecían haberlo oído, sus rostros reflejando inquietud.
—¿Escucharon eso? —preguntó Clara, su voz apenas un murmullo.
—Sí, pero no creo que debamos preocuparnos —respondió Lucas, aunque su mirada traicionaba su miedo.
Mientras seguían caminando, Clara sintió una extraña conexión con el lugar. Era como si los ecos del pasado estuvieran entrelazándose con su propia existencia. Una sensación de urgencia la invadió, y el deseo de descubrir la verdad se intensificó.
Al final del pasillo, encontraron una pequeña sala. La habitación estaba en ruinas, pero Clara pudo distinguir un viejo sofá cubierto de polvo y una mesa de café con un par de objetos esparcidos. Mientras se acercaba, su corazón latía con fuerza. En la mesa, había una antigua radio y un libro desgastado por el tiempo.
—¿Qué hay en el libro? —preguntó Sara, inclinándose para ver.
Clara tomó el libro con delicadeza, sintiendo la fragilidad de sus páginas. Al abrirlo, encontró páginas amarillentas llenas de garabatos y dibujos. Eran notas de alguien que había estado atrapado en la mansión, descripciones de visiones inquietantes y voces que susurraban secretos oscuros. Sus ojos se agrandaron al leer una frase que la hizo temblar:
"Los ecos nunca mueren. Aquellos que se atreven a entrar encontrarán su final."
—Esto es… perturbador —murmuró Clara, sintiendo que un frío gélido se apoderaba de la habitación.
Mientras tanto, Lucas, que había estado explorando el área, se detuvo y señaló un objeto en el suelo. Era un viejo reloj de bolsillo, similar al que Clara había encontrado en el comedor.
—Mira esto —dijo Lucas, su voz temblorosa—. ¿No es el mismo?
Clara sintió un escalofrío recorrer su espalda. La conexión era innegable. ¿Acaso estaban destinados a descubrir la historia de estos amigos desaparecidos?
Justo en ese momento, un grito desgarrador resonó en el aire, haciendo que todos se sobresaltaran. Clara miró a sus amigos, sus rostros pálidos de terror.
—¿Qué fue eso? —preguntó Tomás, sus ojos muy abiertos.
—No lo sé —respondió Clara, pero en el fondo, algo le decía que los ecos del pasado estaban despertando.
Sin pensarlo, Clara sintió la necesidad de continuar. No podían retroceder ahora. Algo en su interior le decía que la verdad estaba esperando ser descubierta. Con un gesto de determinación, se dirigió hacia la puerta opuesta de la sala.
—Vamos, tenemos que seguir —dijo, tratando de sonar valiente, aunque su propio miedo la invadía.
Los amigos intercambiaron miradas nerviosas, pero al final, se unieron a ella, sabiendo que la curiosidad podía llevarlos a algo más grande que el miedo.
Al salir de la sala, los ecos de sus risas resonaron nuevamente, pero esta vez eran más fuertes, más claros. Clara sintió que la mansión estaba viva, que algo se estaba moviendo en la oscuridad, y que la historia que estaban a punto de descubrir cambiaría todo.