Clara empujó la puerta polvorienta de una pequeña habitación, escondida en lo profundo del segundo piso de la mansión. Sus pasos resonaban en el silencio, acompañados únicamente por el crujido de las tablas de madera que parecían susurrar secretos antiguos. A la luz temblorosa de su linterna, notó un estante en la pared, lleno de objetos antiguos y cubiertos de polvo. Entre ellos, un libro se destacaba, cubierto con una gruesa capa de telarañas, como si nadie lo hubiera tocado en años.
Con manos temblorosas, Clara tomó el libro, sintiendo el cuero desgastado y frío al tacto. Al abrir la portada, un escalofrío recorrió su cuerpo al leer las primeras palabras: "A quienquiera que encuentre este diario, este es el testimonio de nuestro final".
A medida que avanzaba en la lectura, Clara descubría detalles horrendos de aquellos jóvenes que alguna vez habitaron la mansión, de sus sueños, sus miedos y, finalmente, del horror que se apoderó de ellos. El diario relataba cómo fueron encerrados en la mansión, traicionados por alguien en quien confiaban, y cómo, uno por uno, desaparecieron en la oscuridad de aquellas paredes.
La última entrada estaba escrita con una letra temblorosa, cargada de desesperación y rabia. "Ellos vendrán... nosotros, nosotros también vendremos. No descansaremos hasta que todos los que nos olvidaron paguen el precio. Nuestros gritos se escucharán más allá de la muerte."
Un escalofrío recorrió la espalda de Clara, y en ese instante, sintió algo extraño: una conexión profunda con aquellas almas atormentadas. Era como si el diario no solo le estuviera hablando, sino también acercándola a ellos, a sus miedos, a su ira. Su propia respiración se volvía pesada, y por un momento, creyó escuchar susurros alrededor de ella, como si aquellos espíritus aún merodearan la mansión.
Clara cerró el diario, apretándolo contra su pecho. Sus manos temblaban, y en su mente se formó una única certeza: estos espíritus la habían encontrado, y ahora, la necesitaban para cumplir con su sed de venganza.