La noche se cernía sobre la mansión, cubriendo cada rincón con una oscuridad pesada y sofocante. Clara y sus amigos habían decidido quedarse juntos en una de las habitaciones del primer piso, con la esperanza de protegerse mutuamente. La tensión era palpable, y todos intentaban mantener la calma, aunque sabían que algo oscuro los acechaba.
Alrededor de medianoche, Clara comenzó a sentir un dolor en la cabeza, como si una presión invisible intentara abrirse paso dentro de su mente. Cerró los ojos, tratando de calmarse, pero en cuanto lo hizo, un susurro helado acarició su oído:
"Clara... escúchanos. Libéranos de esta prisión."
Clara abrió los ojos de golpe y miró a su alrededor. Sus amigos estaban allí, pero no parecían haber escuchado nada. La voz continuó, cada vez más insistente, como si viniera de todos los rincones de la habitación. Sin poder soportarlo, Clara se levantó y caminó hacia la puerta.
—¿A dónde vas? —preguntó Sara, notando su comportamiento extraño.
Clara apenas pudo responder. —Solo… necesito un poco de aire.
Sara intercambió una mirada preocupada con Lucas y Tomás, pero nadie se atrevió a detenerla. Había algo en su mirada, una mezcla de determinación y desconcierto, que los hizo dudar.
El Pasillo de las Sombras
Clara caminó lentamente por el pasillo, siguiendo el susurro que parecía guiarla hacia lo profundo de la mansión. Cada paso que daba hacía que el aire se sintiera más denso, más frío. Las paredes, con su papel desgastado y cubiertas de moho, parecían susurrar junto con la voz. Una extraña neblina comenzó a arremolinarse en el suelo, dándole al corredor un aspecto irreal, como si se estuviera sumergiendo en un sueño del que no podría despertar.
Finalmente, llegó a una puerta al final del pasillo. Era vieja y estaba decorada con símbolos tallados en la madera, símbolos que nunca antes había visto. Instintivamente, supo que este lugar guardaba algo importante, algo que no quería ser descubierto. Extendió la mano hacia la perilla y, justo cuando sus dedos la rozaron, la puerta se abrió sola, revelando un cuarto sumido en penumbra.
Encuentro con el Pasado
Dentro de la habitación, Clara encontró un pequeño altar cubierto de velas apagadas y figuras antiguas. En el centro, vio una fotografía en blanco y negro de un grupo de jóvenes que parecían estar en la misma mansión, sonriendo y despreocupados. Reconoció los rostros de inmediato: eran los amigos desaparecidos de los que hablaba el diario.
De repente, la puerta se cerró con un estruendo, y una figura comenzó a materializarse frente a ella. Era la misma joven de cabello oscuro que había visto en la visión anterior. Sus ojos, vacíos y tristes, se fijaron en Clara, transmitiéndole un dolor que casi podía palpar.
—¿Por qué nos abandonaron? —preguntó la figura, con una voz rota y llena de resentimiento—. Éramos como tú, buscábamos respuestas… pero nos traicionaron.
Clara dio un paso atrás, pero no podía apartar la mirada. Sentía una mezcla de compasión y miedo, como si la historia de esa joven y sus amigos estuviera incompleta, y ella fuera la pieza faltante.
—Yo… no entiendo —balbuceó Clara, tratando de comprender la conexión que tenía con ellos.
La figura avanzó, y el aire se volvió helado. Las paredes parecían susurrar junto a ella, contándole la historia de traición y sufrimiento que esos espíritus habían experimentado. Una noche, mucho tiempo atrás, habían sido convocados a la mansión bajo el pretexto de resolver un misterio, solo para descubrir que habían sido sacrificados en un ritual oscuro. Nadie vino a salvarlos. Nadie escuchó sus gritos.
La Propuesta del Fantasma
La figura extendió su mano hacia Clara, sus ojos vacíos ardiendo con una intensidad desesperada.
—Puedes salvarnos, Clara. Puedes liberar nuestros espíritus de esta maldición. Solo necesitas ayudarnos a concluir lo que comenzó.
Clara sintió un nudo en el estómago. Sabía que aceptar ayudar a aquellos espíritus no sería un camino fácil, y que probablemente tendría que pagar un precio. Pero había algo en ella, una conexión inexplicable que la impulsaba a no huir.
—¿Qué… qué tengo que hacer? —preguntó, sintiendo que las palabras salían de su boca casi sin pensar.
La figura sonrió con tristeza y bajó la mano. —Debes continuar lo que nosotros dejamos incompleto. Un sacrificio de la sangre que vive debe sellar nuestra liberación. Y si no lo haces… la mansión se asegurará de que todos compartan nuestro destino.
El Regreso y la Desconfianza
Cuando Clara salió de la habitación, sus amigos la esperaban en el pasillo, sus rostros reflejando una mezcla de alivio y preocupación. Sara fue la primera en hablar.
—Clara, ¿dónde estabas? Has estado fuera por más de una hora, estábamos por ir a buscarte.
Clara apenas podía responder. Las palabras de la figura aún resonaban en su mente. No podía contarles lo que acababa de experimentar, no aún. Sabía que ellos no entenderían y que, además, no podía ponerlos en riesgo.
—Solo… necesitaba estar sola un momento. Estoy bien —mintió, evitando sus miradas inquisitivas.
Pero sus amigos no estaban convencidos. Lucas, especialmente, notó el cambio en su comportamiento. Clara ya no era la misma desde que entraron a la mansión, y la desconfianza comenzó a crecer en él y en los demás.
Clara, por su parte, sabía que el tiempo se agotaba. Las voces se volvían más insistentes y la mansión parecía vigilar cada uno de sus movimientos. La propuesta del fantasma la atormentaba, y aunque intentaba resistirlo, en el fondo sabía que no podría evitar lo inevitable.
La mansión ya había elegido su siguiente sacrificio, y ahora le tocaba a Clara decidir si cumpliría con el destino de aquellos que la acechaban… o si arriesgaría su vida y la de sus amigos en una batalla contra el poder oscuro que yacía en el corazón de la maldición.